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Me paso varias veces por el despacho de Jefferson pensándome una excusa válida para acercarme y, al menos, agradecerle su hospitalidad. De momento no tengo decidido volver al edificio de Manuel García, en esa vieja caja de zapatos donde se supone que vivo, aunque de saber si el edificio de Jefferson sigue estando disponible, me lo pensaría...

Imagino que luego de la discusión de anoche, no ha de tener los mejores ánimos para aceptar una palabra de mi parte, no obstante si lo que prefiere es una disculpa ya puede irse olvidando porque después de todo también se comportó como un idiota conmigo y mi estupidez no quita la suya.

Bien. Podría empezar con algo así como "Doctor, ya tenemos los suministros que faltaban...Por cierto, muchas gracias por haberme recibido y dado protección en estos días, también por haberme dado contra la encimera del gimnasio y haberme colgado de una soga". No, no, no. A ver: "Querido Nick..." ¿Qué es esto? ¿Una carta? Por favor, Nat, esfuérzate: "Nick, necesitamos hablar con seriedad... Digo, doctor Jefferson. No sé como prefieres que te llame ahora, luego de lo de anoche, pero lo cierto es que he venido a agradecerte y nada más. Te veo luego."

Eso es. Tengo las palabras justas.

Las ensayo una vez más hasta que una persona con el uniforme de los residentes de bioingeniería se planta delante de mí.

—Creo que harás un surco en el suelo si te sigues paseando de esa manera.

Es Serge. Me mira de manera extraña pero divertida a la vez, tiene las manos enguantadas y las antiparras oscuras del laboratorio colgando del cuello de su chaqueta verde musgo.

—Hey, Serge—murmuro muy sorprendida—. ¿Cómo estás? Yo...sólo...andaba por este pasillo ya que me iba para allá.

—Llevo viéndote ir y venir en el mismo diámetro de baldosas desde unos cien metros. ¿Va todo bien con Jefferson?

—¿Qué? ¿Por qué lo preguntas?

—Digamos que ahora mismo estás de pie sobre su despacho y le has dado tantas vueltas como para trazar un camino en el suelo.

—Yo... ¡No me había percatado!

—¿Querías decirle algo? Porque te cuento que yo también lo he buscado para avisarle que su proyecto del laboratorio está un poco abandonado y no sé si sea buena idea. Lleva tiempo sin revisarlo.

Carajo, ¡yo también lo había olvidado!

—Creo que iré ahora mismo a revisarlo—le comunico—. Por cierto, ¿sabes dónde está Nick?

Él tuerce el gesto ante el hecho de que acabo de evidenciar que en verdad lo he estado buscando.

—¿Nick?—pregunta.

¡Demonios!

—Jefferson—me retracto.

—Supongo que en consultorio o en reunión.

—Oh, muchas gracias—le digo y me dirijo hasta el laboratorio para corroborar el estado del crioconservador, aunque escucho su voz a mis espaldas:

—¡Gracias por el móvil nuevo! ¡Tu amigo me lo dio!

¿Mi amigo? Ah, claro. Malcolm.

Hasta que recuerdo que...

Dios santo. Dios santo. Dios santo.

 Dios santo

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+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora