051 | #HUELLAS

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—¿Qué tienes tú con los gimnasios?

—Lo que tengo es el derecho a darme ciertos gustos.

Tomo la camiseta de mi pijama, de camino a encontrarme con Nick. Está levantando mancuernas de frente a uno de los espejos, completamente desnudo. Las pesas no son muy grandes lo cual evidencia que no es inmune a las consecuencias que el sexo deja en la carne humana.

—Tú acabas de transformar este lugar en un puto cuarto de juegos sadomasoquistas.

—El sadomasoquismo implica una parte que disfruta de que le infrinjan dolor y otra que le fascine provocarlo. ¿Tú encajas en alguna de las dos categorías?

Veo mi reflejo en el espejo y capto que tengo el entrecejo fruncido.

—¿Y tú?—le provoco, aunque no respondo—. Yo...—titubeo en mi confesión—, para nada.

—Yo tampoco. Esto es absolutamente consentido y ninguno de los dos sale lastimado...físicamente.

¿De qué otra manera se podría salir lastimado de algo así?

—¿Entonces de qué se trata?—insisto—. ¿Es que cada habitación de esta casa guarda un espacio donde puedes saciar alguno de tus gustos personales, doctor?

Él suelta un suspiro y deja la mancuerna en el suelo. Me mira a los ojos desde el reflejo en el espejo.

Y es la señal que necesito para captar que he dado en su talón de Aquiles.

—¿Qué sucede?—pregunto acercándome a su hombro y se lo digo a la oreja, no sin despegar ambos nuestros ojos del cristal—. ¿Te ha incomodado que te recuerde que eres un prestigioso profesional que salva la vida de decenas de personas por día? ¿Qué pasa con eso? ¿Temes que se enteren que te gusta encadenar chicas y cogértelas contra los rincones de tu lindo gimnasio personal? Creo que el término de "doctor" pesa demasiado en alguien como tú, Nick Jefferson.

—¿Cómo es posible—pregunta dándose la vuelta al fin y enfrentándome—, que una chica tan pequeña y tan linda como tú sea a la vez tan maleducada, perspicaz y...por demás atrevida?

Sus enormes pectorales firmes como roca están frente a mí, aunque intento que semejante hecho no me intimide. Lo intento.

—Quizá—reúno el coraje para responder a esa masa de músculos de venas latiendo bañadas en sudor que hay delante de mí—eso mismo te lo esté diciendo alguien que también le pesa demasiado el término de "doctora" y teme tener que hacer con eso.

—No es sencillo.

Él coloca dos dedos bajo mi mentón y lo levanta para encontrarme con los glaciares que hay en su mirada.

—¿Qué es a lo que más temes?—me pregunta.

—Yo...—trato de esquivar su mirada para esclarecerme un poco y lo primero que aparece como una aproximación de respuesta a su pregunta es "que algo malo le suceda a mi madre" "que a mi hermana le falte algo porque me eligieron a mí como la que pudo estudiar" "que algún día desaparezcas de mi vida". No obstante las palabras no me salen y él me anima:

—Qué es aquello a lo que más le temes en cuanto doctora, Nat.

—Creo que...a que muera uno de mis pacientes.

Él levanta una ceja.

—¿En verdad?—no se oye muy convencido—. Has abierto más cadáveres de lo que una persona corriente ve en toda su vida, más de una vez has tenido que comunicar a alguna familia el fallecimiento de algún paciente, te enfrentas con la muerte a diario y ¿le temes a eso? En tal caso, no podrías ser médica si es a eso lo que aspiras.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora