019 | #CONSENTIDA

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Me recojo el pelo con un listón turquesa frente a un espejo que hay en el despacho para residentes en el hospital. No es algo que suela hacer muy seguido, más bien soy de usar colines o elásticos. También tengo música reproduciéndose en mi celular.

En el momento que termino, observo los lugares donde me he puesto demasiado maquillaje para que no se noten los chupones que Jefferson me ha dejado. Rara vez tengo algo que implique pintura, pero Sophia guarda su arsenal en el armario del despacho, junto a los cuales he encontrado este bonito listón.

Pienso en la locura que ha sucedido anoche y es como si no pudiera caber en mi sentido de razón la extraña lógica que han tomado los sucesos recientes. He probado con pellizcarme lo cual me hace constatar que no se trata de ningún sueño o estado de trance. Tampoco consumo drogas, estoy lúcida.

Quizá podría ser una jugarreta del Mandamás.

De pronto la puerta del despacho se abre y me llevo una mano al cuello como si me lo estuviese masajeando, procurando no quitar el maquillaje de su lugar.

Sophia se queda de pie, pasmada en la puerta.

—No lo puedo creer—murmura—. Natalie Hale, ¿eres tú?

—Sigo viva.

—No lo digo por eso sino que es la primera vez desde el inicio del programa en que llegas antes que yo. Aguarda... ¿ya son las ocho y mi reloj se atrasó?

—Buen chiste, So. Por cierto, ¿me prestas tu listón?

Sophia mira atenta su accesorio en mi cabello. Hoy ella lleva el pelo suelto; espero que no le moleste recogérselo con el uniforme solamente.

Ella se aparta y me mira con un teatral gesto de sorpresa.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi amiga? Por cierto...

Camina hasta mi móvil y lo señala desde lejos como si le fuese a morder; Lana del Rey está cantando "Blue Jeans" lo que vale su comentario:

—Tú música me quiere suicidar.

—Sólo a ti te acepto que me critiques lo que escucho—le digo con un poquito de desdén y le bajo el volumen a mi celular hasta silenciarlo.

Su actuación es interrumpida por alguien más que le habla desde el otro lado del despacho. Escucho desde adentro la voz de un chico:

—¿Natalie o Sophia?—pregunta.

Salgo de inmediato a ver qué sucede.

Hay un cadete de envíos con gorra roja y una enorme bandeja de desayuno en sus manos. Dos nombres cruzan por mi cabeza, sólo dos personas en el mundo querrían darme de comer además de mi madre.

—Sophia—contesta mi amiga, llevando la delantera.

—Firme aquí por favor.

Le sostengo la bandeja para que el chico pueda sacar una libreta con una lapicera y se guarda la propina que mi amiga le pasa.

—Que lo disfruten.

Y se va.

Con Sophia nos miramos absolutamente estupefactas y casi de sopetón reaccionamos metiéndonos a toda luz dentro del despacho.

—No sé qué sea esto pero me huele a acoso—le digo.

—Se me hace más bien romántico.

Ella no demora en quitar el nudo que cierra una enorme bandeja con dos tazas, masas finas, dos postres pequeños, vacitos de yogurt, cereales, frutas y sobrecitos con té de distintas clases, leche en polvo, azúcar, café y chocolate.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora