030 | #CAZADORA

144K 11K 1.4K
                                    


De camino a la falsa empresa de limpieza/productora pornográfica, logro deducir adónde nos dirigimos aunque Jefferson permanezca mudo a mi izquierda y los vidrios estén tan oscuros como la falta de iluminación en plena noche.

Cuando ya estamos en la enorme casa, descendemos y los guardias se cercioran de que no soy una loca maniática que podría hacerle daño a su jefe, mío también lamentablemente.

—¿Por eso trajiste a esos matones de dos metros y medio?—le pregunto a Jefferson—. ¿Crees que podría matarte? Hasta parezco peligrosa. Soy un metro sesenta de pura maldad.

—No es por eso, Nat. No lo entiendes—él entra a la casa. Yo le sigo. Tras nosotros, los mudos guardaespaldas.

Esta vez tomamos una escalera que nos conduce hasta un subsuelo donde llegamos a una especie de depósito. Es casi un búnker bajo tierra con un montón de cajas, está a media luz y hay una ronda de cuatro sillas ubicadas al centro. Dos personas están sentadas en dos de las sillas.

Reconozco sus rostros de inmediato. Kaneki parece cansado pero impecable en su atuendo mientras que a Ken se lo ve agotado, con sueño pero con un semblante de molestia evidente.

—Toma asiento, Nat—me dice Jefferson.

Me inquieto e intento no obedecer.

Pero Kaneki hace un gesto hacia una de las sillas indicándome que debería hacerlo. Y por algún motivo tengo la sensación de que cualquiera de los tipos presentes en esta habitación está dispuesto a asesinarme.

Ian y el rubio se colocan tras las sillas junto a otros tres mastodontes que miran fijo y palpan sus armas bajo el saco.

¿Qué clase de mafiosos son este montón de enfermos?

—Nat, ya te expliqué un poco por qué necesitábamos que vinieras a reunirte con nosotros esta noche.

—Ufff—suelto un bufido ante escuchar las palabras de Nick. Las reuniones a las que he asistido, hasta el momento, no implicaban que unos cuantos sicarios me obligasen a andar con el cañón de un arma en las costillas ni una acusación de que me robé un millón de los verdes. Ken se incorpora con los codos sobre las rodillas y me advierte:

—Sólo tenemos unas pocas preguntas para hacerte. Si te opones, vamos por las malas y lo resolveremos en un tribunal. De lo contrario, podríamos hacerlo de un modo que nos beneficie a todos...

—Básicamente me dejan sin opciones—murmuro—. ¿Al menos puedo llamar a mi abogado? Quisiera conocer cuáles son mis derechos.

Se evidencia que nadie aquí está de buenas para un chiste. Deberían al menos percibir que no tengo dinero suficiente para costear un puto abogado.

Pero podría tenerlo si quisiese.

—Yo empiezo—Kaneki se incorpora. Lo miro de reojo y de pronto ya no se ve tan amigable como la última vez. En verdad nunca pareció amigable, empiezo a creer que cada vez que me miraba en verdad se imaginaba a las zorras que hacen sus vídeos para su App o su página de Internet—. Natalie, en primer lugar queremos saber exactamente qué sabes.

—¿Qué se?—levanto una ceja—. Es evidente lo que sé. Tienen una pequeña empresa de limpieza con empleados que no existen, ganancias que le servirían para vivir de la manera que viven unos tres o cuatro días y una bonita casa de campo a la que traer chicas para interrogarlas en mitad de la noche.

Mi interlocutor se pone de pie en la silla de un sacudón. Jefferson lo hace también. Pero Kaneki me confronta a mí y Nick a Kaneki. Por un instante temo que quieran matarme, no obstante la presencia de Jefferson me hace pensar que quizás está defendiéndome.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora