087 | #FUEGO

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—¡Heeey!—le doy un puñetazo a la tapa interna del maletero. El autocontrol en momentos como éste, no sirve en absoluto, aunque tampoco me conviene deberle otro bonito coche a Nick—. ¡¿Qué es lo que ese hijo de puta te está haciendo?! ¡Yo puedo ayudarte!

¿En verdad puedo?

Malcolm acusa recibo de mis gritos. Sigue conduciendo a una velocidad inaudita, sumamente impropia en él.

—¡¿Podrías al menos conducir más despacio y con mayor cuidado?! ¡Me estás dando porrazos contra todo!

—¡Lo siento!

Su respuesta me indica que no estoy hablando sola y que, quizá haya algo de culpa en él. Por lo tanto, no es un cómplice sino un rehén más.




El auto se detiene.

El sol ya está plenamente en el cielo y mi cabeza es una bomba embotada por no haber dormido en más de veinticuatro horas.

Malcolm abre la portezuela del maletero y su figura se recorta entre los rayos luminosos de sol y un calor insoportable se mete por todas partes. No sé cómo ha hecho para deshacerse de Jefferson pero ha conducido por más de tres o cuatro horas, que han parecido eternas metida en esta mierda. Aún no puedo creer que haya conservado el oxígeno.

—Señorita Hale—dice él apenas me ve.

Y le sacudo el pecho de una patada con todas mis fuerzas que lo derriba al suelo, haciéndolo retroceder.

Entonces aprovecho la oportunidad para salir del maletero y, completamente desorientada por no saber dónde carajos me encuentro, me echo a correr sin rumbo preciso. El lugar me impacta bastante caluroso, más de lo que sería el mes de abril en Yorkshire. Hace rato que hemos salido de la ciudad, pero ¿dónde estoy? Todo no es más que tierra, tierra y más tierra que se alza en brumas de polvo a cada paso desesperado que doy.

Entonces, escucho los de Malcolm tras de mí. Puedo ver la carretera a lo lejos, al menos a un kilómetro y medio.

Un ardor impresionante me atraviesa el abdomen y se clava en los huesos y músculos de mi entrepierna. El pantalón deportivo que me he puesto al igual que la blusa suelta y demasiado grande, son parte de mi viejo atuendo ya que no he querido llevarme absolutamente nada de la casa de Nick. En estos momentos, puede que sus camisas refinadas de seda y faldas de terciopelo que Anabel me planchó con tanto cuidado, serian completamente contraproducentes para permitirme escapar.

Cuando ya percibo los pasos de Malcolm pisándome los talones, el ardor en mi entrepierna se intensifica y se vuelve como un enorme aguijón soltando su ponzoña en todo el sector de mi abdomen hasta mis muslos. Lo cual hace que mis piernas flaqueen y trastabillo...

...momento adecuado del que Malcolm se vale para capturarme arrojando su enorme masa corporal encima de mí, procurando no destrozarme en el intento de arrojarse, pero inmovilizándome por completo.

Grito con fuerza aunque no tardo en discernir el cañón de su Glock 37 apuntando en medio de mis ojos.

—Cierre la boca, por favor. Nadie podrá escucharla aquí—declara.

Trago saliva.

¿Qué tan desesperado está él? ¿Podría ponerlo a prueba como hice con Nick? Definitivamente no,

—No me obligue a hacer algo que...no me dejaría vivir en paz nunca más. Yo protejo a la gente, no hago este tipo de cosas—dice él con claro resentimiento atravesándole la voz.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora