018 | #DESTROZADA

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El estómago de mamá ruge mientras esperamos en la fila del Servicio Comunitario. Miro hacia arriba y observo que se ha sonrojado un poco ante el lamentable percance, pero me dedica una sonrisa divertida.

—No pasa nada, cielo—me dice—, sólo es un estómago un tanto quisquilloso.

Por la mañana no quiso desayunar. Había poco té y sólo media barra de pan de hace dos días. Los humedecí en el té y ese fue mi desayuno. Para ella no había. Dijo que así estaba bien. Le pregunté cuándo tendríamos nuevamente azúcar y me contestó que pediríamos el día de la fecha en la entrega de la bolsa alimenticia, que suelen entregar las señoras del centro de salud.

—Ya pasaremos adelante—le digo, tratando de animarla. Sé que tiene hambre. Una niña que lo vive todos los días sabe muy bien cómo es que su estómago se retuerza por no tener qué comer.

—Sí, cielo... Sí.

Cuando endereza el rostro noto que su sonrisa decae. Con su mano libre se quita una lágrima que amenaza por aparecerle en el rostro. Se vuelve a mí ya que me he quedado mirándola y se percata de esto. Vuelve a fingir una sonrisa sin decir nada esta vez. Vuelve la mirada al frente y suspira conteniendo el llanto. No sé bien qué sucede pero puedo figurarme una idea...

Ayer llegamos a nuestra nueva "casa". Es un lugar con muchas habitaciones bastante sucio, con personas que huelen feo y dicen groserías. Nuestra habitación no tiene ventanas, cuenta con una cama y un colchón roto en el suelo. Papá durmió en el colchón, mamá y yo en la cama. Ella le sugirió a mi padre que quizá, si retiraban una pequeña parte del dinero de "la caja de ahorro" podrían permitirse un cochón mejor que el que ese lugar nos provee.

Él fue tajante en su respuesta: "Ese dinero es de la universidad de la niña".

Le pregunté a mamá dónde estaba esa supuesta caja de ahorros que guardaban para mí. Si eso era mío, yo le daría a papá el dinero que hiciera falta para que pudiera dormir en un sitio donde no se preocupase porque pudiere lastimarle un resorte.

Ella me contestó que estaba en un banco, resguardada de que nadie pudiera tocarla hasta el día que fuese a la universidad.

Resulta que del dinero que papá ganaba en los edificios que levantaba ladrillo por ladrillo para la empresa constructora, iba a parar gran parte a los ahorros para mis estudios; el resto, para cubrir deudas inasibles.

Por la noche salimos con mamá con un carrito que papá hizo hace algunos años. Me divierte cuando lo hacemos. Cada tanto él nos acompaña. Buscamos cartones y botellas vacías de los contenedores de basura. Papá dice que son para que nos hagamos una casa algún día, pero esas cosas extrañamente van a parar a un lugar donde un hombre se encarga de guardarle todos esos cartones a un montón de gente como nosotros.

Cuando nos toca avanzar en la fila del Servicio Comunitario, le jalo la mano a mamá para señalarle que es nuestro turno de recibir la bolsa con mercadería. Trae galletas que suelen durarnos dos o tres días. Estoy ansiosa por comer de ellas pero aún más porque mamá lo haga... Mi hermanita debe tener hambre dentro de su barriga.

—Señora, adelante.

Ella se disculpa y avanza conmigo.

Pero un hombre pasa descortésmente frente a mí y me choca.

—Fíjate por dónde vas, niña.

Pierdo el equilibrio ante el impacto y caigo el suelo.

Pierdo el equilibrio ante el impacto y caigo el suelo

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+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora