074 | #SOMETIDAS

67.2K 6.9K 1.9K
                                    

No eres única.

No eres especial.

No eres el amor de su vida.

Antes que ti, hubo otras.

Antes de conocerte, hubo mejores.

Eso es, quizá, lo que cada chica del mundo se empecina por negar. Hasta que el destino bien hijo de puta prepara la mejor de sus bofetadas para hacerte vibrar la cabeza de una golpiza.

Nick abre la pesada puerta blindada que se abre por reconocimiento digital. El sistema hidráulico hace que la puerta se mueva y la espesa oscuridad me deja un tanto helada.

¿Qué me hará? ¿Qué hacemos aquí? ¿Cómo carajos es que aún no he salido corriendo? Anabel lo sabía. Anabel lo sabía y me lo estuvo advirtiendo todo este tiempo. Yo no le pude escuchar...o no quise. Debería escaparme. Pero no lo hago. Ella no me sacó de aquí. No me lo dijo con todas las letras, no me dijo que Nick Jefferson era en verdad peligroso. Ella es cómplice...o rehén. ¿Qué tan enfermo se debe ser para que tu madre lleve el uniforme de una empleada más, a cambio de que viva en tu casa?

—Natalie—dice él, cerrando la puerta a nuestras espaldas y mis ojos sólo ven color negro—. No hay persona en el mundo que haya entrado aquí sin tener que firmar antes un contrato de confidencialidad. Te lo advierto a ti: no puedes decir una sola palabra a nadie de lo que verás.

Trago saliva.

Me muevo en el espacio, pero el sitio parece una habitación vacía. ¿Por qué tanto secreto? Que me mate si lo va a hacer y ya. Pero ¿de qué le serviría hacerme tal cosa sin antes haberme mostrado cada uno de los seis pisos? En el último ha de tener una razón para matar, si en este ya hay una razón para firmar contratos de confidencialidad.

—¿Qué hay en este sitio, Nick?—le insisto—. No puedo ver nada. Enciende la luz.

—No. No encenderé ninguna luz hasta que me des tu palabra de que nadie sabrá nada de lo que hay desde este piso, hacia arriba. Tú pediste conocer mis secretos y esto es mi vida secreta. La de un enfermo, como muy bien me llamas desde el día que nos conocimos.

Mi garganta se reseca y carraspeo para lograr articular palabras. ¿Es válida la opción de pedirle que me deje salir corriendo? ¿Por qué no lo he hecho aún? Evidentemente algo me empuja a quedarme y conocer quién es la persona que está detrás.

—Tienes mi palabra—sentencio—. No diré absolutamente nada de lo que tengas en esta casa. Ahora enciende las luces.

Una pequeñita luz se enciende desde mi costado derecho y miro en esa dirección. Es el móvil de Nick. Primero ilumina la tela de su camisa, luego su rostros. Y sus ojos a media luz se dirigen a mí cuando me pilla en el punto oscuro donde me escondo.

Hasta que un halo de luz blanca me encandila y me cubro los ojos con las manos.

Tres reflectores. Son tres reflectores los que iluminan un cuarto vacío. Mientras mis ojos se van acomodando a los nuevos matices, descubro que en efecto esto es una habitación vacía...

...y vidriada completamente.

—Yo le llamo El Sometedor.

Carajo.

Señala una puerta de vidrio al otro lado.

Y alcanzo a percibir ruido desde el punto señalado. Alguien del otro lado de vidrio se está moviendo. Alguien o algo.

—Es la primera vez que traigo a una chica aquí sin que se ponga su uniforme—decreta él.

Y la puerta de vidrio que se recorta entre las paredes espejadas se abre.

Retrocedo muerta de miedo cuando un hombre enorme con la cabeza cubierta por una lona negra y agujeros en los ojos se aparece. Tiene pantalones de cuero negro y una correa. Lleva el torso desnudo y cicatrices en todas partes.

—Nat, te presento a nuestro anfitrión—explica Nick—. Es el anfitrión de El Sometedor. Para entrar aquí, no puedes tener puesta ninguna otra prenda más que esa correa en tu cuello. Todo lo que hagas y lo que él te haga, lo dictaminaré yo al otro lado del vidrio y te pagaré porque me dejes ver y consientas a cada cosa que yo te diga que hagas. En el contrato, tienes un seguro donde resarcen a tus herederos directos en caso de que sufras heridas de gravedad...o muerte.

Luego mira nuevamente al anfitrión y le hace un gesto para que se marche. Éste lo hace y se cruza por mi cabeza un torturador de la época medieval.

—¿Alguien ha muerto en este sitio?—le pregunto.

Nick no se inmuta. Sólo me sostiene la mirada y respira agitadamente.

—¿Alguna vez...ordenaste que asesinen a alguien?—le pregunto.

—Los accidentes suceden—contesta por fin.

Y mis músculos se deshacen.

Es como si un hueco se abriese en el suelo para empujarme en su profundidad y arrastrándome en su interior.

Si este sitio ya se ha cobrado la vida de alguien, ¿qué nos espera allá arriba?

—¿Una chica indefensa murió por tu culpa?—le digo acercándome a él como si le vomitara mis palabras—. Perverso hijo de puta, ¿ordenaste que torturasen a una chica hasta matarla y todo mientras te hacían una paja al otro lado del vidrio? ¿Qué demonios sentías, eh? ¿Qué mierda tienes en la cabeza?

Entonces no lo contengo más y sacudo su rostro de una bofetada que queda resonando en todo el piso vacío.

—No me equivocaba cuando te dije que te detesto como nunca detesté a nadie en mi vida—le suelto.

—Natalie—me dice—, aquí nadie murió por mi culpa. Pero...sí sucedieron accidentes. No uso este cuarto desde hace más de un año.

—¿Un año dices?—algo hierve en mi interior—. ¿Tienes mierda en la cabeza, eh? ¿Cómo que un año? ¿Y qué carajos hace ese loco con la correa si este cuarto no se utiliza hace un año?

Y mi cabeza explota cuando suelta:

—Ken trae a Beatrice Lange a este cuarto... Y esta noche...traerá a Sophia Petrova.

__________________

#LosJuegosDelJefe

ÚLTIMOS CAPÍTULOS

__________________

#SOMETIDAS

#EmpiezaElJuego

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora