035 | #EmpiezaElJuego

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Mi primer movimiento es volver a mi apartamento con Malcolm, uno de los del equipo de seguridad de Jefferson quien conduce un Audi blindado en el que me siento ajena llegando por la mañana a mi viejo apartamento. De momento, he de vivir en la habitación enorme que Nick ha equipado para mí en su edificio. No estamos viviendo juntos, es como si compartiésemos edificio. Nada más.

—Espérame aquí—le digo a Malcolm desde el asiento de atrás. Él conduce.

—Debo ir con usted, señorita.

—Que me esperes aquí, yo puedo cuidar de mi misma—le contesto tajante, sin creerme mucho mis propias palabras.

—¿Y si alguien está ahí arriba esperándola?

Buen punto.

Sólo he de buscar algunas de mis prendas, papeleo y sobre todo, la caja con la dirección de donde vino el pastel que me enviaron el día de ayer con el código binario.

—Préstame tu Glock—le digo, con mi mano reclamándole. Él me mira con un atisbo de sorpresa en su rostro de hielo.

—¿Qué?

—Te he visto el arma antes. Vamos. Sólo será para prevenir. Debo subir sola a buscar mis cosas.

—No entiendo por...

—Sólo préstamela. Pídele aprobación a Jefferson si la necesitas.

—No lo creo. El señor Jefferson me dijo que siga sus instrucciones.

—Bien. Mi instrucción ahora es que me prestes tu maldita Glock para que me cuide sola mientras tú aguardas aquí abajo. Vamos, si llega a pasar algo, estarás aquí y podré recurrir a ti cuando lo crea conveniente.

Él me mira dubitativo y finalmente lo hace. Si la instrucción de su jefe es que siga la mía, no tiene más que responder.

Por otra parte, estoy segura de que ha de portar más de un arma.

Él finalmente se quita la Glock del forro interno de su saco y me la pasa.

—¿Has disparado antes una?—me pregunta.

—Por supuesto.

Miento: jamás lo hice. Nunca antes disparé una de estas pero qué va, nunca es tarde.

Así que encaro la situación y me guardo el arma mientras con mi móvil googleo "cómo se usa un arma".

Malcolm baja el vidrio del Audi y me mira por detrás de sus gafas oscuras. Yo lo observo y le dedico una risita de suficiencia mientras me meto en el edificio.

Me meto a la casa con el corazón en un puño y el arma en mano, con un dedo sobre el gatillo, otro sobre el seguro y el resto empuñando la única protección que podría tener ahora mismo. He pasado por situaciones mucho más riesgosas que ésta, un maldito software ladrón no podría amenazarme.

Así es que empujo la puerta y me encuentro con el comedor exactamente como lo dejamos al escapar. Todo hecho un desastre. Me impacta una sensación de nostalgia y pena por el lugar donde me toca vivir, aun considerando que es lo mejor que he podido tener en mi vida. Una vez que conoces el lujo, lo anterior es pura desgracia, no sin la advertencia de que las ventajas materiales cuestan caro y mucho más que billetes.

Avanzo y rastreo la habitación, el baño, la cocina. Corro cortinas, reviso bajo la cama, levanto pilas de muebles, reviso mi armario, el bajo mesada, cualquier lugar donde una persona podría caber. Y no hay tantos. No hay nadie más que yo.

Una vez que puedo respirar un poco más tranquila, le tomo una foto nueva al pastel que me enviaron, luego lo arrojo a una bolsa para la basura. La cierro y salgo de ahí llevándome la caja buscando si dice quién lo envió. Lo encuentro y rastreo en Google Maps la ubicación del lugar. Una vez que abandono el apartamento, tiro a la basura el pastel y me meto al auto de Malcolm, nuevamente en el asiento tras el suyo.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora