090 | #ELGUARDAESPALDAS

79.2K 6.3K 988
                                    


Despierto con el corazón acelerado y la respiración entrecortada.

Mamá... Ese sueño. Ese maldito sueño ya lo tuve antes, pero insiste purgando por una pesadilla que amenaza con volverse realidad a cada hora. Tengo que salir de acá. Sin Nick, es probable que quite la seguridad a mi familia, no obstante sólo confío en mí como persona capaz de cuidarla en este momento tan caótico de mi vida. ¿Qué implicaría que me tocase rendirme en esta guerra? ¿Perder también a mi hermana? ¿A mi madre? ¿No estar tomando su mano cuando le toque...indagar al otro lado de lo terrenal?

Quizás haya sido el encierro o el hambre o el dolor o la escaza luz, sino todo eso junto, pero lo cierto es que me siento empezando a delirar.

Una luz se filtra por la ventana y un chispazo de energía renace en mi pecho. Luego llega el ruido del motor, sentenciando que Malcolm está aquí. Por un instante, cruza en mí la esperanza de que fuese Nick, pero no sé si verle sería un milagro o una desgracia.

Malcolm mete la llave y entra. Se ha cambiado el atuendo. Esta vez está fuera de servicio con una camiseta de polo mangas cortas, color verde manzana, pantalones caquis adheridos que resaltan unas fuertes y musculadas piernas, calzando zapatos náuticos un tono más oscuro que el pantalón.

Su cabello siempre prolijamente peinado, está mucho más desordenado, evidenciando que quizá salió demasiado apresurado de su turno custodiando a Nick, pasó por su casa, luego dio una visita a la farmacia y por otro sitio más. Ahora mismo entra con una caja bajo el brazo y una bolsa con el logo de "Yorkshire Salud" y otra más de papel.

—Hey—me dice, quedándose de pie, observándome en gesto de "qué carajos te estoy haciendo"—. ¿Cómo ha estado?

Lo observo pero no contesto. Quizá por la estupidez que acaba de preguntar, quizá porque carezco completamente de energías como para poder hilvanar una oración de corrido.

—Lamento todo lo que está sucediendo—pasa y le coloca el seguro a la puerta. Se guarda la llave en un bolsillo. ¿Es que esta casa no tiene otra de emergencia? Las ventanas tienen rejas, se descartan como posible vía de escape—, pero ya sabe que me he quedado sin opciones. La habría dejado encerrada en la casa si no hubiere escapado. Si la até, fue por precaución de que no maten a mis hijos y que todos estemos bien con tod...

—Quiero hacer una llamada—le suelto con claridad aunque muy muy bajo, casi sin energías.

Él deja la caja y la bolsa de la farmacia en la mesa. La de papel la lleva hasta la cocina.

Él me mira.

Yo insisto:

—Marca tú el número si quieres. Yo te dictaré.

—Sería en contra de las indicaciones de...

—¿Te impidió que yo pueda llamar?

—Me prohibió que se conectase a Internet.

—No necesito conectarme a Internet para saber cómo está mi madre. Necesito llamarle. No haré nada indebido mientras ella y mi hermana estén bien. Cree en mí. No pondría su vida en peligro del mismo modo que tú, bajo ningún punto de vista, corres el riesgo de que tus hijos se expongan.

—Es distinto—murmura.

—Oh, claro que lo es. Yo soy la que está atada y lastimada mientras tú andas de aquí para allá completamente normal. Ah, y que pesas cincuenta kilos más y mides cuarenta centímetros por encima de lo que yo mediría parada en punta de pies. Coloca el seguro a todo, ponle llave, aleja los cuchillos y los vidrios, consérvame atada si quieres, pero no me prohíbas que pueda hablar con mi madre si no conocerás verdaderamente lo que puedo llegar a hacer.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora