027 | #ENEMIGA

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Me vuelvo lentamente a Serge y lo observo. Tengo los labios entreabiertos y mis ojos demasiado horrorizados. Él se sienta donde usualmente es mi lugar y huele el vapor que expide la porción de pizza en su plato con total despreocupación luego de la bomba que acaba de lanzar.

—¿Qué es lo que dijiste?—le pregunto, llevando el repasador en mano casi en un gesto de amenaza.

—Lo que hay entre ustedes—se encoge de hombros—. Entre el doctor Jefferson y tú. Entiendo que están en un mismo proyecto que ha de ser revolucionario en su carrera, en la medicina, algo que quizá no sea demasiado de mi incumbencia y es probable que por eso me cueste tomarlo como debería. Entiendo que para ustedes es importante.

Parpadeo y noto que me he olvidado de respirar así que suelto aire contenido en mi pecho y me dejo caer sobre la silla contraria a la que Serge ocupa en este instante.

—Entonces, ¿eso es lo que entiendes?—le pregunto cerciorándome de que todo siga en su lugar.

—Ajá.

—Vaya...

Serge levanta su vaso con la cerveza espumosa y me dedica una sonrisa como la que me mostró la primera vez que nos conocimos.

—¿Brindamos?—propone.

—Oh, no, eso lo hacen los recién casados y rendir cultos.

—Puaj, no vas a creer en esas cosas. Dicen que con esto rendimos honor a un dios que le gustaban las orgías y emborracharse, ¿puedes creer que por esa bobada hay religiones que no brindan?

—Es una bobada brindar simplemente—le contesto notándome demasiado a la defensiva.

Creo que en verdad me ha afectado que haya atacado de manera vil e injustificada a Jefferson cuando su discurso no es más que una fotocopia de lo que todo el mundo dice de Nick.

—Vamos—insiste—. Quiero brindar por la linda casualidad que nos cruzó aquel primer día en el laboratorio.

Con un poco de reticencia levanto la copa y rebusco en mi cabeza algún motivo para brindar. Este hecho trae a mi cabeza cuando los días de Acción de Gracia no teníamos nada para comer o rara vez había sobras que conseguíamos de los contenedores en supermercados.

Mis padres llenaban vasos plásticos con agua, nos sentábamos en el suelo de la pieza donde vivíamos, colocábamos los envases de comida vencida sobre trapos y cartones para que no le caminen las cucarachas por encima y todos parecíamos muy contentos con lo que teníamos.

Podría haber sido mejor, podría haber sido una mesa o una comida que no fuese rancia y aún así no morí culpa de hepatitis. El problema para mis padres es que una de sus hijas quería ir a la universidad, entonces había cosas que ellos no se podían permitir. Cuando mi padre enfermó, mi hermana desistió a la idea de ir a la universidad y fue su cuenta de ahorro la que se sacrificó para que pudiesen costearle algunas de las medicinas...

...y aún así no fue suficiente.

—Mis padres solían brindar con agua—murmuro muy despacio aún con el vaso en alto.

—¿Con agua? Eso trae mala suerte. Igual que brindar con la mano izquierda. Siempre se hace con la derecha.

Lo observo.

Este chico es más supersticioso de lo que pensaba.

—Brindo para no tener que brindar nunca más con agua—le contesto en busca de no perpetuar la mala suerte de mis padres y chocamos nuestros vasos. Doy un trago a la cerveza y el sabor a cebada es delicioso, dulzón y de un espesor adecuado.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora