072 | #ANTHONY

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—¿Qué...?

Nick me suelta.

Le evado y vuelvo a la silla de antes. Él se queda mirándome con el entrecejo fruncido y el aire contenido.

—No estás hablando en serio—asevera.

Lo examino.

—Quizá—digo por fin—. Pero es cierto que...le maté. Con el pensamiento. Es el demonio más grande que conocí alguna vez y le he enterrado en mi cabeza. No quiero volver a saber de él. No está bueno que los fantasmas regresen.

Entonces Nick suelta el aire que parece haber estado conteniendo como si fuese una represa de agua.

—Natalie, ese imbécil podría estar en la calle haciendo daño a otras personas o aprovechándose de otras chicas. Hay que hacer algo contra eso y...torturarlo, que de eso no quepa duda.

—NO, NICK. ENTIENDE. ESO NO ARREGLARÁ NADA.

—Natalie...

—¡Alimentas un odio que no sirve!

—Y si no puedo hacer nada, ¡¿para qué carajos me cuentas todo esto?!

—¡Porque necesito que me hables de ti!

Mi respiración se agita.

El silencio cae sobre nosotros como una capa densa y oscura.

Nick me mira.

Respira.

Exhala profusamente.

—Qué fue...lo último que supiste de él...

Suspiro, harta.

—No vires el tema nuevamente a mí. Eres un cobarde hijo de puta.

—Me lo dicen a diario y tú ya llevas unas dos o tres veces. Ahora dime qué fue lo último que supiste de ese tal Anthony porque si no lo haces tú, averiguaré yo dónde está y no será para algo bueno, créelo. Llevo tiempo necesitando una bolsa nueva de boxeo.

Entonces recuerdo los puñetazos limpios que le daba a la bolsa en su gimnasio y mi corazón se encoge. Por algún motivo, imaginar que ese sea el cuerpo de Anthony no arregla las cosas. En verdad hubo un tiempo que le amé, lo amé con una locura tal que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de salvarlo de aquello que lo atormentaba. Porque siempre creí que él me estaba salvando a mí cuando lo que hacía no era más que hundir más y más profundo.

—Le... Le vi. Hace un año.

La voz me tiembla. El recuerdo me invade como una tela de araña tejiéndose en mi memoria.

—Estaba de visita en casa de mi madre—le cuento y se acerca a mí, no obstante eso no corrige la horrible sensación de soledad—, y salí a comprar a un supermercado. Miraba los precios entre góndolas, siempre me fijo las que están más cerca de suelo porque son baratas. Hasta que en un momento me levanté y lo vi de espaldas... Estaba... ojeando la estantería de licores.

Aún lo recuerdo de manera tan nítida que duele. Tenía la misma chaqueta de cuero negra que usaba para todo. Aún recuerdo el olor a cerveza, marihuana, tabaco y cuero que dejaba al pasar. Me enloquecía. Su cabello negro desordenado, cortado muy dispar, los ojos rojos, el aro en el labio, los tatuajes en sus manos y en el cuello, las ojeras amoratadas bajo una mirada demasiado oscura y apagada. Era...él. Y mi corazón desecho en pedazos. Estaba perdido, se le veía angustiado...como siempre. Tuve la ligera intención de acercarme a él, quedé hipnotizada...quedé jodidamente hipnotizada. Por algún motivo quería preguntarle si necesitaba algo, o al menos cómo había estado todos estos años. Pero en su lugar, lo único que pude hacer fue...

—Me arrojé al suelo—le cuento—. Me dejé caer, respiré hondo, empecé a llorar y dejé todo lo que quería comprar. Salí escondiéndome como si alguien me estuviese persiguiendo y corrí tan rápido como pude. Hasta que mi corazón y las lágrimas no lo soportaron más y me escondí en un callejón a llorar tras un montón de bolsas de basura.

Nick asiente con cierta indignación. Mi voz quebrada ha puesto en evidencia algo que él deja entre signos de pregunta:

—¿Aún sientes algo por él?

Mi garganta se reseca y quedo en completo silencio. Veía venir la pregunta pero nunca me animé a preguntármela a mí misma.

Él insiste:

—Natalie... Contesta... ¿Aún sientes algo por...ese hijo de puta que te violó y te...prostituyó?

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