—No contestes a las llamadas de Ken y punto—le grito a Sophia desde el móvil de Nick. Luego de tantos percances, yo no tengo con qué poder ponerme en contacto.
—¡Que no salgas ni esta noche ni nunca con Ken!—le insisto—. Está con Beatrice. Lo he confirmado, antes lo sospechaba pero esta vez lo he confirmado... Lo siento, amiga. No llores. Por favor, no llores.
—¿Porqué lo hiciste?—le pregunto a Nick tras devolverle el móvil.
—Tienes que confiar en mí aunque no te diga todo lo que quieres saber. No puedes saberlo todo.
—¿Por qué no? Aunque duela, prefiero conocer la verdad de los hechos.
—¿Quieres seguir subiendo?—me sugiere.
—Quiero saber quién mató a esa chica y qué carajos tienes tú que ver con eso—le exijo.
Él se adelanta y queda delante de mí, a escasos centímetros. Su barba de varios días sin afeitar es un poco más densa de lo que voy acostumbrada, pero aún así, ello no quita que sea terriblemente atractivo aún con esa pinta desaliñada un poco impropia en él, aunque es la versión a la que me estoy acostumbrando luego de los últimos días.
—Yo estuve aquí—me dice.
Y no termino de hacer cuadrar los detalles.
—Acabas de decirme que...—murmuro aunque me interrumpe:
—Yo estuve aquí, Nat. No allá.
Miro hacia atrás y...
Ay, no.
No, mierda, no.
Nick no siempre fue El Jefe.
—Tú...—murmuro—, tú eras...el anfitrión.
—Vamos—insiste—. Querías conocer qué clase de persona de mierda soy y ya lo vas descubriendo.
—No—me planto—. Tú no eres eso.
Le sujeto por un brazo con fuerza.
Él se intenta soltar sin la oposición a mí que podría.
—¿Qué mierda quieres mostrarme?—le digo—. ¡¿Por qué estás queriendo espantarme? ¡¿Cómo puedes ser tan...idiota de esforzarte por hacer que te vea como...?!
El silencio se alza y llena los espacios que quedaron vacíos en mi discurso.
—¿Cómo el que mató a una chica?—insiste.
—Algo había detrás. Algo tuvo que haber habido. Habré creído muchas cosas n mi vida pero esta no es una de esas. Dime la verdad, Nick.
—Esta es la puta verdad, Nat—él se pega con violencia contra mí y en sus ojos hay fuego vivo—. No pidas más porque te estoy mostrando la versión de mí exacta que ven mis ojos. El hijo de puta que vive con su madre como una empleada, que tiene una casa gigantesca llena de rincones perversos, que ha visto la muerte de primera mano y que si me salto detalles para que entiendas que nada justifica lo que hago. Nada. Me estás viendo de la manera que yo me veo cada día a cada puta hora.
—Entonces te invito a que te veas como yo te veo, Nick...
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—¡¿No puedes simplemente dejarme en paz?! ¡DÉJALO ESTAR Y NO SIGAS!
Darle puñetazos a los vidrios ni soluciona nada ni evidencia que son blindados. Podría haberlo supuesto antes de entrar. Pero él se está haciendo daño y eso no me cae en gracia.
Ese es el Nicholas Jefferson de todos los días. Con el que debe aprender a sobrevivir cada día. Es el Nick a través de sus ojos.
Un loco de traje gritando insultos y golpeándose a sí mismo, tratando mal a quienes intentan evidenciar algo de cariño, pero sin negar que hay huellas horribles que dejaron sus marcas imposibles de borrar, imposibles de ser justificadas.
—¡BASTA, NICK!—le digo y me voy contra los vidrios—: ¡HEY, TÚ, ¿POR QUÉ NO VIENES A AYUDARME?! ¿TE DIVIERTE EL SHOW? ¡SAL DE AHÍ, CARAJO!
—¡¿QUÉ QUIERES, NATALIE?!—se vuelve Nick—. ¿NO TE ES SUFICIENTE? ¿NADA TE ES SUFICIENTE? ¡¿QUÉ CARAJOS QUIERES?! ¡¿CUÁNTO MÁS HACE FALTA PARA QUE DEJES DE HACER LO QUE ESTÁS HACIENDO?!
Y lo pienso.
Le doy mil vueltas.
Él necesita darse una nueva oportunidad.
Aunque ello implique que yo deba hacer exactamente el mismo camino de mierda que él tuvo que atravesar.
Como Virgilio yendo tras Beatrice en los siete infiernos.
—Quiero...—murmuro con cierto deje de temor—. Quiero que este verdugo se vaya y nos deje a solas. Hay una última cosa que puedes hacer por mí.
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