053 | #FAMILIA

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Llego al hospital demasiado temprano y con una valija a cuestas. El guardia de seguridad que está de turno se sorprende al verme y me intercepta:

—Disculpe, pero ¿adónde se dirige?

—Iré a mi lugar de trabajo. Soy alumna residente de las prácticas de Medicina en este hospital.

—Muéstreme su identificación, por favor.

Resoplo y busco mi cartera. El guardia no deja de mirar mi valija como si fuese una suicida con un montón de explosivos ahí dentro.

Él chequea mi identificación una vez que se la paso y luego observa su reloj de mano.

—Me temo que no podrá pasar sino hasta las seis, señorita.

—¿Qué? Este hospital es público y yo trabajo aquí. Ahora, hágase a un lado y siga holgazaneando y haciendo lo que sea que hace para que se le pasen las horas.

—Señorita, está hablando con un agente de la fuerza policial. Si continúa faltándome el respeto, tendré que detenerla.

—¡¿Qué?! Tú eres quien me falta el respeto a mí al no dejarme entrar al hospital.

—Puede aguardar en la sala de espera hasta las seis.

—¡Sólo quiero pasar a mi oficina!

—No podrá ser posi...

—Se terminó tu turno, Daniel.

La voz me resulta familiar y casi una salvación.

Una chica con el uniforme de policía y mochila ingresa desde una puerta lateral y me sonríe al verme.

Es Julie.

Mi prima Julie.



Cuando me vine a vivir a Yorkshire, una sobrina de mi madre consultó conmigo para salir del agujero donde estábamos todos metidos. Me confesó su interés de entrar en la fuerza policial y el hecho nos sorprendió mucho a todos. Siempre fue una fanática empedernida de libros de guerreros y mujeres de una fortaleza enorme. Quizá, su decisión de entrar a Seguridad fue identificada un poco en las grandes chicas que pelean entre las páginas de la biblioteca que se armó en cajas con los libros que encontrábamos en la basura.

Verla me sorprende mucho. Siempre fue de contextura más grande que la mía; si bien es tres años menor, el destino y la genética le dieron los dotes que a mí siempre me faltaron: pechugas y altura.

—¡¡Julie, te graduaste de la Fuerza Policial!!—aúllo apenas la veo y dejo caer mi maleta para que ambas nos abracemos con fuerza mientras el tal Daniel nos mira como a dos locas.

Al abrazarla me percato de cuánto la he extrañado todo este tiempo. La última vez que nos vimos fue hace algunos años cuando nos infiltramos en las salas de un cine para ver Escuadrón Suicida. Cuando entramos, hacía unos minutos que había comenzado pero igual fue una película que a ambas nos dejó fascinadas...sobre todo porque aquella fue la primera vez que vi una película en el cine. En una sola ocasión durante mi carrera universitaria, algún pretendiente me llevó a ver la última de El Corredor del Laberinto pero ya no fue lo mismo, no tuvo la misma emoción de aquella primera vez y con la adrenalina de estar rompiendo una norma.

Ella es quizá la persona que mejor me conoce en el mundo, después que mi mamá. Es hija de un hermano de papá y si bien, nunca estuvo en la misma precaria y extrema condición de pobreza que yo, también le tocó pasar por carencias y hambre en más de una ocasión.

Si se enterase que ahora mismo tengo casi un millón de los grandes en mi cuenta bancaria, se infarta. O me lleva detenida.

—No puedo creer que al final te metieras en Seguridad—le digo con lágrimas en los ojos tras separarme de ella—. A ti te gustaba cantar, decías que tendrías la voz de Christina Aguilera si la entrenabas y viajarías por todo el mundo. Sin embargo, ¡mírate!

—Opté por ser un poco más realista—se encoge de hombros—. Creo que esta es la mejor versión de mí misma: alguien que hace algo por los demás y encima me pagan. Además, tomo clases de canto en un teatro suburbano pero ese será siempre nuestro pequeño secreto.

—A nadie le interesa tus clases de teatro o de canto—dice Daniel y le pasa un manojo de llaves a mi prima—. Aquí tienes lo que necesitas para subsistir en las próximas seis horas hasta que alguien venga a reemplazarte. Recuerda mirar las cámaras de seguridad cada tanto aunque sea tarea de otros.

—Bien, adiós Daniel—se despide mi prima y el tipo una vez que se retira, Julie capta mi gesto de asco—. Lo sé, es probable que tú también te estés preguntando ahora mismo cómo es que alguien con la circunferencia de ese sujeto pueda trabajar en defensa de la ciudadanía. Créeme que cuando pasan los 30 años, más del 70 por ciento de los polis se ponen igual.

—A ti no te sucederá, ¿verdad?

—Olvídalo—me confiesa—, siempre quise practicar danza como un deporte y adivina...

—¡No me digas que también tomas clases de danza!

—Iba a hacerlo hasta que me decidí por natación. Por cierto, gracias por haberme conseguido la entrevista para el hospital.

Eso fue hace tiempo. Casi un año podría decirse, para ese entonces ella aún no estaba graduada de la Escuela de Policías.

Pero fue mérito de Sophia ya que su padre cumple roles administrativos en dicho establecimiento.

—De nada. ¿Has desayunado? Se me antoja un café con donas y tengo un hambre que a mi estómago le están por salir colmillos. Además, yo invito.

—Nat, estoy de turno. Pero podría ser cualquier día que no lo esté. Además, no dejaré que me pagues el café pero puede que te acepte un bocadillo de Nutella.

La sonrisa de ambas va decayendo en cuanto ambas nos percatamos de algo...

—Wao—dice ella—, quién lo diría. Una parte de mí siempre se mantuvo amenazante en mi cabeza con que hoy estaría revolviendo cubetas de basura, sin embargo aquí estamos. Peleando por saber cuál de las dos pagará nuestra próxima comida...que no será fideos secos ni arroz. La última vez que llevé a mis padres a cenar, se comieron cada uno un bistec enorme con puré de zapallo y pedimos un vino delicioso.

—Gracias a ellos hoy nos podemos permitir un poquito de aquello que siempre aspiraron para nosotras—murmuro.

—Definitivamente fueron buenos padres.

—Lo son... Y tu madre lo es. Estoy segura de que el tío nos ayuda desde dondequiera que estemos.

Mis ojos se han cubierto por una nueva y cálida capa de lágrimas.

—Es probable—murmuro sorbiéndome la nariz con el dorso de una mano—. Me gusta creer que todos tenemos un ángel protector. En la tierra o más allá de ella.

Mi voz se quiebra al recordar a Nick.

"Es evidente que el señor quiere protegerla..."

Quizá, si anoche no se hubiera portado como un idiota y se hubiese marchado sin más.

Al igual que hice hoy por la mañana.

Y todo por forzarlo a decir algo que le duele terriblemente y nadie sabe qué es...bueno, quizá Anabel sí.

Demonios, he hecho una estupidez.

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