069 | #DESTRÚYEME

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Reunirme con Jeill Nahej en el Tearoom es prácticamente un momento de relax, al lado de la mañana vertiginosa que he tenido que pasar. La situación con Tristan lo ha dejado tanto a él como a Joe fuera del caso. Haber visto el mensaje, ha logrado que cuadren los elementos en mi cabeza: no sé qué carajos estaban haciendo estos abogados pero El Virus estaba jodiéndolo todo, ¡mierda!

—Señorita, ¿qué se le ofrece para beber?—me pregunta un sonriente mesero tras acercarse a la mesa junto al vidrio desde el cual observo a la gente ir y venir.

—Estoy esperando a alguien, gracias—le digo.

No me quito las gafas oscuras para hablarle. Me duele el ojo pero aún más saber que El Virus me ha tocado.

Me da golpeado y esta vez no ha sido en sentido figurado. Estoy segura del peso que ha implicado tal acción: evidenciarse de este modo, me ha demostrado que puede hacer lo que se le antoje.

La mala noticia es que he recibido golpes muchísimo peores. El muy hijo de puta no me da miedo.

No es nueva en mí la sensación de no estar segura ninguna parte.

—Claro—me dice el mesero—. Le dejo la carta así va considerando las opciones.

—Ajá.

Y se va.

Aunque mi víctima no demora en aparecerse por el ventanal. Jeill llega y me busca en las mesas. Hasta hace unos días no me reconocería, sin embargo últimamente soy una chica famosa gracias a Internet.

Jeill tiene ojos rasgados, sus rasgos son ciertamente hindúes. Tiene la piel tostada, es de unos diez centímetros más alto que yo, delgado y con ojos negros. Al fin nos conocemos, exdoctor Nahej. Espero no correr la misma suerte.

Viste cazadora marrón, jeans azules y camisa a cuadros. Se acerca a mí y traga saliva en cuanto me ve.

Tener noticias de su vieja vida como pornógrafo parece no traerle un buen recuerdo.

Lamento ser tu pesadilla. Bienvenido al club.

—Natalie Hale—murmura al sentarse en la silla que está frente a la mía. Me cruzo de brazos y le sonrío falsamente sin quitarme las gafas oscuras.

—Un placer estar aquí contigo, noto que me reconoces y no hace falta presentarme.

Él toma asiento.

—Te has ganado cierta fama este último tiempo—me contesta mientras toma la carta que yo he dejado sobre la mesa.

—Una fama desmerecida y poco deseada. Oh, fíjate qué coincidencia, a ti te sucedió exactamente lo mismo. ¿No te parece esto una cita romanticona?

—Prefiero no salir con alguien que podría implicar potencial peligroso a mi vida actual. Es demasiado tranquila como para asumir un pasado que me persigue. Supongo que por eso me llamaste.

—¿Ah, sí? Me interesa saber el motivo por el cual supones que te cité, Jeill.

—Es evidente que quieres saber cómo hice para salir del embrollo. Pues te lo resumo de la siguiente manera: desaparecí. El tiempo se encargó de borrar mi rostro de los noticiaros, los inicios de Facebook y de las cabezas de las personas que te cruzan en la calle y dicen "ahí va el pervertido que tiene la empresa pornográfica" cuando al llegar a sus casas ponen una porno y empiezan a masturbarse. ¿No te parece contradictorio?

—El mundo es contradictorio, Jeill, pero ese no es el motivo por el que estamos aquí. Me gustaría quedarme a discutir qué tan injusto o contradictorio puede ser el mundo, después de todo, elegimos estar en él al igual que podemos elegir pasar a un mundo desconocido pero tampoco te cité para que me ayudes a planear mi suicidio. Con el tuyo basta.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora