049 | #EJERCICIO

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El espacio es amplio. Un poco más que la sala de entrada y dos veces la habitación que tengo en este edificio. Hay máquinas con espacios entre cada una de ellas, bancos planos, barras, discos, steps, mancuernas, prensas, poleas, sogas, balones, fierros, fierros y más fierros. Se respira un olor metálico en el ambiente junto con el perfume a lavanda que usan para limpiar la casa, e impregnando el inconfundible olor a cuero y tabaco de un Nick Jefferson con la piel brillante de sudor bajo la media luz de un único fluorescente, encendido en el techo. Él está de espaldas a mí, enfrentado a una bolsa de boxeo que cuelga del techo, con las manos cerradas en dos puños, los nudillos marcados y la mirada compenetrada en el elemento que tiene delante. Me pregunto si estará imaginando el rostro de alguien frente a sí. Lleva puesto sólo un pantalón blanco liso cuyo final le llega a los talones. Está descalzo, con el torso desnudo, bañado por gotas de sudor que marcan la división de cada uno de sus músculos fornidos. De pronto me siento demasiado delgada y pequeña ante la musculatura hinchada y el tamaño de un hombre de este porte frente a mí misma.

Hay un equipo de música encendido reproduciendo una canción un poco vieja de una banda que reconozco de inmediato ya que el hijo de puta que tuve por novio cual me prostituyó, me argumentaba constantemente por qué siempre los odió. Pero yo los terminé amando. Muse. La banda de Matthew Bellamy que puso voz a una de las canciones más lindas que escuché en mi vida (Neutron Star Collision) gracias a las varias películas y tiras que musicalizaron.

Siempre preferí las canciones lentas de Muse, no obstante Nick está escuchando una que identifico como Supremacy. Siempre me pareció demasiado "hard" para mi gusto, sin embargo, escuchar ahora mismo los rasguidos de la guitarra eléctrica y la batería tronando en mi pecho, hace que la sensación de ver a Nick dando puñetazos a la bolsa, sea aún más emocionante. Me hace sentir extasiado.

Avanzo escuchando la voz de Matthew decir:

No tienes tiempo,

Te estoy vigilando,

Ha llegado el momento de destruir...

Tu supremacía.

Un puñetazo. Dos. Las gotas de sudor caen desde su frente. Resuenan en mi interior como si fuesen golpes dentro de mi pecho en puntos rítmicos junto a la canción resonando, dejándome la carne de gallina.

Tu supremacía, tu supremacía. Jefferson supremo. Es extraño pero de esa manera lo siento al ver descargar una cantidad enorme de ira sobre ese elemento que tiene frente a sí. Hasta me asusta, me da miedo pero no puedo dejar de acercarme a él.

Y empieza a darle patadas. Sacude esa bolsa que aparenta un peso gigantesco. Creo que si una de esas fuese dirigida a mí, me mataría antes de preverlo siquiera. Me mantengo a distancia, desde el punto donde lo observo. Quedo de pie junto a un banco plano que tiene una barra colocada en su parte superior, con cuatro discos cargados de cuarenta kilogramos cada uno.

La canción termina. Nick también. Queda de pie y por un instante, sólo soy capaz de percibir su respiración agitada y su concentración en lo que hace, tal cual artista con su obra maestra, aunque la obra de Nick es con una agresividad monumental.

—¿Qué haces aquí?

Su voz resuena en mis oídos y reproduce un cosquilleo explosivo en mi pecho. Ni siquiera se da la vuelta al preguntarlo.

No espera respuesta. Yo tampoco siento que coordine lo suficientemente bien como para poder responderle.

Le da un nuevo puñetazo a la bolsa.

Y otro.

Tiene vendas blancas y sucias enredadas en cada una de sus manos. Las venas se le marcan como si fuese capaz de atravesar la gruesa capa de piel que las recubre.

+18 Los Juegos del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora