073 | #ELJEFE

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—Asco—le contesto—, asco es lo que siento por él. Pero no puedo evitar...quedar paralizada al verlo. Al igual que con el viejo señor...Thompson. Sólo esas dos personas tienen tal efecto en mí de dejarme gélida, pequeña como una cucaracha. Le vi y me quería morir.

Nick asiente en repetidas ocasiones hasta que finalmente rompe el silencio y ofrece:

—Ven—se da la vuelta y va hasta la puerta del despacho—. Necesito...que veas algo.

Más subes, más te metes en el corazón del infierno

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Más subes, más te metes en el corazón del infierno. Esa fue mi deducción al llegar a esta fría casa con estructura de edificio clavada a orillas de la ciudad; cada día reafirmo un poco más mi teoría.

Segundo piso: las habitaciones.

Tercer piso: el gimnasio.

—Nick—me detengo de camino en las escaleras—: ¿Qué hay aquí? En este piso...Además del gimnasio.

Él me mira. Su mandíbula se tensa, pero parece recordar que estamos en momento de arrancarnos todos los secretos y contesta:

—Habitaciones.

Mi garganta se reseca.

—¿Cuarto de invitados?—le pregunto—. ¿Por qué? Los hay en el piso de abajo.

—Aquí viene otra...clase de invitados. Hasta el momento, se trató de invitadas. Chicas del programa... Dirty Stars.

Mi corazón se paraliza y la sangre empieza a hervir bajo mis venas.

—Dijiste que no las traías a tu casa. Que no las metías en tu...en tus camas. Que aquello que hacías conmigo, no lo hacías con ninguna otra persona.

—Yo nunca dije esa mierda, Natalie. Vamos, ¿qué clase de cosas han escuchado tus oídos? Sí dije que no venían a mi casa. Y es que a partir de este punto, ya no es mi casa. Cada piso tiene un nombre. El segundo y el primero son mi casa. El tercero es La Máquina.

—¿"La Máquina"?

Señala la puerta al gimnasio.

Y recuerdo la manera en que cada sector de ese lugar se convierte en otra clase de sitio. Cadenas, sogas, cerrojos, llaves. Podría ser una trampa mortal, sin embargo pasa a convertirse en un lugar donde pueden habilitarse prácticas de sadomasoquismo o BDSM.

¿Qué carajos pensaba metiéndome en ese sitio de mierda, dejando que el enfermo de Jefferson me encadene y dejándome azotar con su mano dura? ¿Qué tan enferma he estado yo misma al consentir la mierda que me ha estado haciendo pasar Nick?

—¿Me trajiste al mismo sitio donde tuviste metidas a otras putas?—le suelto como si cada palabra fuese arrancada de mi interior por tijeras de podar—. Al menos dime que nos las metiste aquí engañadas o por la fuerza.

—Yo nunca traje a ninguna puta por la fuerza ni engañada, qué carajos dices.

Escucharle hablar de ese modo hace que mi estómago se encoja y me sientas infinitamente más pequeña que él. Lo peor es que no sé qué podríamos descubrir escaleras arriba. Podría tener personas atadas, muertas, una empresa clandestina de venta de órganos. Pero aún así sigo aquí, a su lado. Yo le pedí saber más. Yo le pedí que me sumergiera más y más en su mierda personal.

—A mí...sí—le dije—. Me hiciste creer que yo era...una persona diferente para ti. Una chica...especial.

Abre la boca para cortarme el rollo de que nunca dijo eso directamente, pero le interrumpo con una mano en alto:

—No digas que no pronunciaste esas palabras. Lo sé, nunca las dijiste. Pero, por algún motivo, fui una estúpida y creí que me estabas diciendo eso, creí que el modo en que me hacías sentir era motivo para creer que algo bueno podía suceder...entre nosotros. Pero soy así. Soy tan enferma, son tan hija de puta como tú y quizá muchísimo más ingenua.

—Tú... No eres...

—¿Sabes qué no te dije de mi historia con Anthony? ¿Sabes qué no te dije del montón de mierda que me violó y me prostituyó a cambio de cien billetes? Que antes yo me había enamorado de él. Una parte de mi estaba de acuerdo con jugarme la cabeza con cada puta decisión que él tomaba. Sentía que era algo...peligroso. Atractivo. Hasta que el peligro me expuso al borde de la cornisa y fue él, la persona a quién más amaba, en quien más confiaba, el que me empujó al vacío...

—Tú a mi no me...amas, Natalie.

Trago saliva.

Y quedo helada.

Sus palabras son exactamente el punto en que nunca antes me había detenido a pensar. ¿Qué somos él y yo? ¿Qué hay entre el magnate, archi mega empresario de Nicholas Xavier Jefferson y la chica que no tiene donde caerse muerta de Natalie Hale? ¿Amor? Definitivamente no. Una relación tremendamente enfermiza, llena de secretos y mentiras a la cual ambos hemos venido consintiendo con tal de soportarnos. Soportarnos a escondidas de la verdad...aunque duela más que mil demonios. Y ahora mismo esos mil millones de demonios nos estén devorando.

—¿Sabes?—tuerzo el gesto y me quito una jodida lágrima de rostro—. ¿Tú qué carajos sabes acerca de lo que siento?

Noto la manera en que Nick cierra los puños con fuerzas.

—Seguramente estás pensando—improviso una voz grave—: "Oh, la he cagado, la he cagado". Pero no te sientas tan a gusto porque estás a punto, solo a punto de cagarla.

Lo cual equivale a...

...estás a punto de enamorarme.

Aunque sea lo último que deseo para mí.

—Sigamos subiendo—dice él con la voz fría y monótona para seguir subiendo. O descendiendo.

Cada paso, cada escalón es una muestra de lo que se siente darle una probadita al dolor más horrible. Es como si hubiese roto en pedazos tu corazón y te hiciesen lamer cada surco ensangrentado que queda en las heridas.

¿Creías haber visto lo peor? Te equivocas. Es que aún no lo has conocido a él: El Jefe...

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