Capítulo 39

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(Punto de vista de Mimi)

Cuando escuché la voz de Aitana no pude evitar sobresaltarme. No era que Ana y yo estuviésemos haciendo algo que nadie más pudiese ver, bueno, al menos no en ese momento... Pero había algo ya demasiado instalado dentro de mí que me hacía ponerme alerta cuando creía que podíamos ser descubiertas. Era una mierda que tuviera que ser así, pero mejor que fuera de esta manera que de ninguna. Éso era lo que me repetía constantemente.

Cuando Ana se asomó al pasillo de la habitación, yo me quedé expectante ante lo que Aitana había venido a hacer. No tenía pinta de que hubiese entrado para recoger una camiseta olvidada o para hacer su cama que, por cierto, era la que estaba encima de la mía y lucía perfectamente hecha. Parecía que el motivo de su visita al cuarto tenía más que ver con nosotras dos. Con Ana y conmigo.

Cuando llegó a la altura de mi cama, se agachó y se puso de rodillas en el suelo frente a nosotras. Yo la miraba de frente, con la espalda apoyada en la pared y Ana estaba de lado, sentada casi sobre la almohada y con una cara de expectación que ni se esforzaba en disimular. No sabría decir muy bien dónde acababa su pura curiosidad y empezaba la preocupación por lo que Aitana parecía querer decir.

-¿Cómo estás, Ana? -La benjamina de la Academia le dedicó una de sus dulces sonrisas a Ana y a ésta le pilló por sorpresa la pregunta.

-Bien... Estoy bien. -Dijo de un modo un tanto exagerado.

-¿De verdad? -Aitana parecía verdaderamente interesada.

-De verdad. -Enfatizó Ana asintiendo con la cabeza.

Entonces Aitana volvió su mirada hacia mí.

-¿Y tú? ¿Tú estás bien?

Vale, ahora yo también empezaba a mosquearme...

-Claro, yo estoy como siempre. -Lo dije con seguridad porque realmente era así: estaba bien, por encima de todo.

Aitana se quedó un momento mirándome, como si estuviera valorando si compraba mi respuesta sin más y se la creía o si tenía que desconfiar de mi aparente sinceridad. Finalmente, pareció convencida.

-Vale, menos mal...

-¿Pero por qué? ¿Qué pasa? -La tanteó Ana.

-Ah, nada, nada. En serio. -Dijo alzando las manos.- Es sólo que, no sé, por tu reacción en la clase de yoga... Me daba miedo pensar que te había pasado algo. No sé, algo más que sólo la emoción por lo que hablamos y tal. Que todos echamos de menos cosas de nuestra vida de fuera pero, no sé, te he visto y he tenido la sensación de que había algo más...

Cuanto más se explicaba ella, más convencida estaba yo de que por su cabeza se pasaban más cosas de las que estaba contando. Yo ya sabía cómo era Aitana: podía tener 18 años, pero su madurez y su sensibilidad tenían muchos más...

Nos miró a cada una varias veces, como si estuviese tanteando el terreno y pensándose bien cómo decía lo siguiente que tenía preparado.

-Entonces está todo bien, ¿no? Como siempre. -Insistió.

Vale, definitivamente estaba muy rara.

-De verdad, Aitana, todo está bien. -La impasibilidad de Ana ahora, contestándole como si tal cosa, lejos de darme la impresión de que era porque no estaba pillando el doble sentido en el tono de Aitana, me hacía ver que sí lo hacía. Lo que pasaba era que prefería no insistir porque una parte de ella tenía miedo de averiguar de qué podía tratarse.

Pero a mí me podía la situación. Necesitaba entender si de verdad por su cabeza rondaba algo más o simplemente estaba rara porque sí.

-¿Qué pasa, Aitana? -Me eché hacia adelante y me apoyé en mis rodillas para observarla más de cerca.

Lo bueno está por llegar || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora