Capítulo 118

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(Punto de vista de Ana)

-¡Mimi! Por favor, que vamos a llegar tardísimo.

-Ana, no seas exagerada... -La escuché hablarme desde el baño.- ¿Qué son? ¿Las ocho y media?

-Las nueve y cuarto, Mimi. Son las nueve y cuarto y hemos quedado a y media.

-De sobra.

-¿De sobra qué? -Me acerqué a la puerta.- ¿Tú me has escuchado bien?

-¿Eh?

Se estaba retocando el maquillaje en el lavabo, por enésima vez, y yo estaba casi convencida de que había escuchado todo lo que yo le decía sólo a medias.

-Mimi... -Me apoyé en el marco de la puerta.

-¿Sí?

-Mimi...

-¿Qué pasa? -Se giró por fin para mirarme.

Yo suspiré, entre cansada y enternecida por su expresión.

-Estás preciosa. -Le dije finalmente.- Igual que hace cinco minutos cuando te has vuelto a meter aquí para arreglarte no sé qué, igual que hace una hora e igual que esta mañana cuando te has despertado. Estás preciosa.- Insistí.- Ahora, ¿podemos irnos ya?

-Pues no sé, Ana... Es que ahora dudo de si me dices todo eso tan bonito porque lo piensas de verdad o sólo para meterme prisa.

-Ay, Mimi, de verdad... Eres imposible. -No oculté mi desesperación momentánea con ella y con toda esta situación.- Sabes que odio llegar tarde a los sitios.

-Ana, que no va a pasar nada si llegamos un poco tarde. Que es esta gente con quien hemos quedado, no es como si...

-Ya lo sé. -No la dejé terminar.- Pero no se trata de eso; es igual. No me gusta ser la que llega de última.

-Tú y tu obsesión con el control. -Dijo mientras seguía retocándose de nuevo.- Recuérdame, por favor, por qué estoy contigo.

La miré irónica y alcé una ceja. Me lo pensé unos segundos, pero le respondí convencida.

-Porque te gusta un montón mi culo. -Le dije muy seria, haciendo que se diera la vuelta hacia mí otra vez.

-Ah, sí. -Fingió recordarlo de golpe.- Era eso...

Y, sin más, dejó lo que estaba haciendo, se acercó a mí, se pegó a mi cuerpo y sus manos no tardaron nada en encontrar el camino a mi trasero.

-Mimi... -Es que de verdad que no me la podía creer...

-Bueno... -Ella siguió a lo suyo como si nada.- Y también porque besas súper bien. -Y, decidida, atacó mis labios sin preaviso y me dejó a mí hacer de todo menos hablar.- Y porque eres guapísima y estás muy buena. -Me sonrió a continuación.- Y porque eres muy inteligente también, eh, y eso me encanta. Y sensible. Eres muy sensible, pero fuerte a la vez. Muy fuerte. -Siguió con su discurso y a estas alturas yo ya había empezado a bajar la guardia demasiado.- Y porque estoy jodidamente perdida y enamorada de ti por algo que me has hecho y que no sé bien lo que es, pero así estoy. -Alzó las manos.- Y porque eres una lista de virtudes infinita que me fascina y me vuelve loca. -Se pegó otra vez del todo a mí.- Pero bueno, la verdad es que es sobre todo por lo del culo, sí... Tenías razón.

Y asintió, como si se encontrara realmente ante la verdad más evidente e irremediablemente cierta de su vida y, como ocurre con frecuencia en estos casos, no pudiese hacer nada al respecto.

¿Y yo qué iba a hacer? Pues rendirme y reírme, que eran dos cosas que hacía mucho cuando se trataba de ella, la verdad.

¿Y qué si llegábamos un poco tarde? ¿Y qué si era un puto desastre que acababa arrastrándome a mí a serlo también? ¿Qué más daba todo eso en realidad? Si también era la persona que sacaba lo mejor de mí. O, bueno, que me ayudaba a querer sacarlo constantemente yo misma.

Lo bueno está por llegar || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora