Capítulo 110

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(Punto de vista de Ana)

Un tintineo.

Y un olor ya del todo familiar, característico como pocos. Y mi mejilla que se hunde ante el contacto con otra piel; sus labios, claro.

Y otra vez el tintineo.

Y mis párpados que luchan por abrirse. O por evitarlo. Y un gruñido mío que se mezcla con un quejido de placer, porque incluso a un nivel inconsciente sé que es ella la que está ahí, en alguna parte y en algún punto de este duermevela en el que todavía me encuentro.

Y ese maldito tintineo que empieza a taladrarme la cabeza.

-Vamos, despierta ya, Bella Durmiente. -Y de nuevo sus labios cerca, esta vez sobre los míos.

Abrí un ojo por fin, como pude, pero inmediatamente volví a cerrarlo al percibir un mínimo atisbo de luz; y digo mínimo porque ni tan siquiera las persianas estaban subidas y toda iluminación procedía de la pequeña lámpara en una de las mesitas de noche. Lo supe al volver a intentar abrir los ojos y verla brillando en mitad de la oscuridad del dormitorio.

-Ana... -Su voz me hablaba muy cerca del oído.- Venga, no te hagas la remolona más.

-Es sábado. -Dije apenas en un hilo de voz.

-¿Ah sí? Mírala ella, qué espabilada se despierta que hasta sabe en qué día vive ya de buena mañana.

-Es sábado. -Repetí sin mucho sentido, y me giré sobre mi propio cuerpo, quedándome totalmente boca abajo, con la cara hundida en la almohada.- Los sábados están para dormir.

-Los sábados están para muchas cosas, Ana.

-Para dormir. -Insistí, en un tono apenas audible dada mi postura.

No escuché ninguna réplica por parte de Mimi, pero cuando empezaba a relajarme de nuevo por completo, escuché otra vez ese tintineo que llevaba un rato molestándome.

-¿Qué coño es...? -Alcé la cabeza un poco y abrí los ojos de golpe, parpadeando repetidamente, muy rápido, para acostumbrarme a la claridad.

Me encontré con Mimi, sentada a mi lado y con una sonrisa de oreja a oreja pintada en la cara.

-Buenos días, Ana Banana.

-¿Qué es ese ruido? -Me recoloqué en la cama para poder mirarla bien, pero sin levantarme; todavía albergaba la esperanza de poder dormir un rato más.

-¿El qué? -Preguntó.

Me fijé en que se había llevado las manos a la espalda, como tratando de esconder algo.

-¿Qué tienes ahí?

-¿Dónde? -Puso cara de sorpresa; la peor cara de sorpresa del mundo...

-Mimi, que no estoy para adivinanzas a estas horas. -Le expliqué.

Volvió a escucharse el tintineo de antes y me fijé en que sus brazos se habían movido ligeramente.

-¿Me puedes decir qué escondes ahí? -Le pedí.

Pareció dudar unos segundos.

-¿Te puedes sentar? -Me preguntó.

-¿Qué?

-Que si te puedes sentar un momento, por favor.

-¿Y luego me dejas seguir durmiendo?

-Ana, son las once...

-Me da igual; es sábado. -Volví a insistir.

-Bueno, después haces lo que quieras. -Dijo restando importancia a mis palabras, como si una parte de ella confiara que en que yo iba a terminar cambiando de opinión por algún motivo.

Lo bueno está por llegar || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora