Capítulo 103

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(Punto de vista de Mimi)

Unos golpes en la puerta terminaron con la paz que habría podido tener ese despertar si se hubiera dado de cualquier otra manera...

-Como sea Ricky, te juro que lo mato. -Hablé contra el cuello de Ana.

Llevábamos un rato en la cama, medio despiertas, en ese estado de duermevela que siente uno cuando todavía no se ha despejado del todo. Nos habíamos despertado espontáneamente unos minutos antes, después de una más que necesaria noche de descanso.

Ninguna había hecho amago de levantarse de la cama, sabiendo que todavía teníamos tiempo antes de empezar a prepararnos para irnos de nuevo al Palau. Por el contrario, estábamos muy a gusto así: enredadas entre las sábanas, la una contra la otra y sin que hiciera falta hablar. Nada en el mundo era comparable a un despertar al lado de Ana y a un silencio de este tipo compartido con ella.

Y, precisamente por eso, los golpes en la puerta me tocaron mucho la moral; por decirlo finamente.

-Te juro que lo mato. -Repetí.

-Vale, pero vuelve a la cama en cuanto lo hagas. -Dijo Ana, rodando hacia un lado y dejando libre el espacio necesario para que yo me incorporara.

-Tienes mucho morro tú, ¿no?

-No sé por qué lo dices. -Habló con voz de dormida, mientras se acomodaba en su nueva postura ya separada de mi cuerpo.

-Anda que... -Palmeé su trasero, dejé un beso en su mejilla y, muy a mi pesar, salí de la cama.- Ya puede tener este hombre un buen motivo para molestarnos así...

Caminé hacia la puerta como un zombie pero, por alguna misteriosa razón que después agradecí enormemente, me detuve a observar el pasillo a través de la mirilla.

Y menos mal...

Me espabilé del todo al comprobar quién estaba del otro lado. Bendito subconsciente el mío, que me había llevado a mirar por ese agujerito y, con ello, nos había evitado un problema de los gordos. O al menos nos había dado un cierto margen de tiempo para tratar de hacer algo útil y no cagarla de lleno.

-¡Mierda! -Susurré, haciendo serios esfuerzos por no levantar demasiado la voz.

Pero es que realmente me entraron los siete males al ver a Jadel plantado en el pasillo y volviendo a golpear la puerta con los nudillos.

-¡Mierda, mierda, mierda! -Volví a exclamar, todo lo bajo que mis emociones me lo permitieron, apartándome un poco de la puerta.

-¿Qué pasa? -Ana se incorporó un poco en la cama, mirándome, al escucharme algo alterada.- ¿Por qué no le abres?

-¡Joder, Ana! -Me llevé las manos a la cabeza, nerviosa y sin saber qué hacer.

-¿No es Ricky? -Supongo que mi cara de susto le dijo algo, porque se sentó del todo y me miró preocupada.

-No. -Negué con la cabeza.- Es Jadel.

-¿Qué?

-Que es Jadel, joder. -Le dije, un poco histérica de más por la situación.- Que está ahí.

Ana saltó de la cama y se acercó a la puerta, inclinándose sobre ella para mirar por la mirilla. Supongo que necesitaba verlo con sus propios ojos para acabar de creérselo.

-¡Puta! -"Gritó" en un susurro.- Que está ahí.

-Sí. -Asentí, viendo que estábamos las dos repitiendo lo evidente.

-¿Y qué hacemos, Mimi?

-Pues no lo sé, Ana. -Le respondí un poco irónica.- ¿Por qué te crees que tengo esta cara?

Lo bueno está por llegar || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora