(Punto de vista de Mimi)
Estaba tranquila. Ana había entendido mi mensaje y, por su reacción, sabía que lo había hecho de verdad. En el fondo yo tenía claro que todas sus dudas no eran por mí, ni por terceras personas que pudieran aparecer en un momento dado, sino por sí misma. Por ella y su absurda manía de pensar que no era suficiente o que traía consigo un bagaje que a mí iba a parecerme excesivo. Y, mientras tanto, lo único que yo quería transmitirle era que todo el peso que pudieran tener su mochila y la mía, todas las historias pasadas, todo el recorrido emocional que hubiéramos hecho en nuestras vidas era algo que yo estaba más que dispuesta a asumir y jamás tomar como una carga. Nunca. Contra lo que ella misma se empeñara en pensar.
Por eso me alegraba saber que por fin se iba deshaciendo de todo eso y dejando paso a la confianza ciega que ambas habíamos demostrado merecer de la otra. Y de nosotras mismas.
Mientras cantábamos la última canción de la clase, la grupal, yo no podía apartar los ojos de ella. La miraba y me preguntaba cómo podía siquiera dudar de que yo quisiera estar con ella. Cómo podía pensar que algo de su mundo me iba a hacer querer salir corriendo, cuando cada día tenía más claro que ya no quería irme a ninguna parte porque ya había encontrado mi hogar. En ella.
Cuando acabó la canción y, con ella, la clase de los Javis, nos despedimos de ellos hasta el día siguiente y nos fuimos a merendar.
Al llegar a la cocina, a alguien se le ocurrió que era un buen momento para hacer una foto de grupo, así que todos corrimos a por nuestros móviles, ya que todos queríamos guardar esa imagen y no teníamos manera de enviárnosla unos a otros allí dentro. Así que, al volver a la cocina, aparatos en mano, comenzó el caos organizativo que tantas veces, por no decir siempre, tenía lugar cuando queríamos hacer algo todos al mismo tiempo.
Escogimos la encimera como el lugar idóneo para apoyar los teléfonos, a modo de trípode, y la zona de la mesa como el escenario en el que situarnos nosotros. Cuando lográbamos colocar un par de móviles derechos, otros dos se caían. Cuando alguien tomaba posición, al momento se movía para decirle algo a otro o para hacer cualquier cosa. Así que, visto el panorama, decidí dejarles mi móvil a Marina y Mireya, que habían asumido el rol de fotógrafas oficiales en ese momento, y encontré mi mejor lugar para posar para la instantánea en la comodidad de la mesa, donde me apoyé.
Ricky no tardó en acercarse a mí con su móvil porque no encontraba el temporizador, así que lo cogí para ayudarle. Estando así, distraída, noté un peso que se apoyaba sobre mis piernas y, al levantar la mirada, me encontré con la espalda de Ana: había decidido que entre todos los lugares de la cocina, ése era el más apropiado: yo. Mientras tanto, el resto seguía formando ruido alrededor, tratando de programar bien los móviles para iniciar todos el temporizador a la vez y que todos pudieran hacer la preciada foto. Al mismo tiempo, otros como Aitana y Cepeda corrían por la cocina, una subida sobre los hombros del otro, mientras Juan Antonio les grababa y Ricky, que ya se había ido de mi lado, les gritaban para que se colocaran quietos en un sitio. Raoul se peinaba el tupé y Amaia sólo quería terminar para poder merendar de una vez. Vaya, que cada uno con lo suyo...
Cuando vi que Ricky había colocado también mi teléfono junto a los demás, me despreocupé y me centré en la chica que tenía delante. La rodeé con mi brazos y ella dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre mi pecho.
Su cabeza encontró espacio enseguida sobre mi hombro derecho, en el hueco de mi cuello, y automáticamente yo pegué mi mejilla a ella. Rocé suavemente el lateral de su cabeza con mi nariz, deteniéndome un momento allí como si de algún modo quisiera memorizar ese olor mientras cerraba los ojos.
Nuestros brazos se entrelazaron ya desde el primer momento, cuando el instinto de protección que siempre me abordaba estando con ella tomó protagonismo, y nuestras manos se unieron sobre la barriga de Ana. A nuestro alrededor continuaba el bullicio previo, me atrevería a decir que llevábamos unos quince minutos tranquilamente intentando ponernos de acuerdo entre todos... Pero así como algunos empezaban a hartarse de la espera y la complicada (des)organización, a mí no podía importarme menos el tiempo que tardasen. Estaba como quería. Con los dedos de Ana acariciando mi antebrazo, mis brazos rodeándola y su cara pegada a la mía. Era prácticamente imposible estar mejor...
ESTÁS LEYENDO
Lo bueno está por llegar || WARMI
FanfictionLas vidas de Ana Guerra y Mimi Doblas hubieran transcurrido de forma paralela y sin cruzarse jamás de no ser por LA experiencia que lo cambió todo: Operación Triunfo. Lo que empieza como un sueño por cumplir, muchos nervios y todas las ganas del mun...