Confesiones.-Capítulo 37

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Confesiones.-Capítulo 37

-Enana, ¿dónde vas?- me pregunta Dylan.

-Eh... ves tú a casa. Yo iré más tarde, hay algo que quiero hacer- le anuncio, lanzándole un beso.

La firmeza de mis pasos se va perdiendo conforme me acerco a Josh. En todo mi recorrido no ha apartado su impenetrable mirada de la mía. Siento miedo, miedo por el hecho de que lo que tenga que decirme no sea lo que yo espero. Aunque,  ahora que lo pienso, tampoco sé qué es lo que espero. Freno mis pasos cuando estoy a una distancia aproximada de dos metros. Muerdo mi labio inferior nerviosamente, mientras juego con los dedos de mis manos.

-Hola- me saluda.

-Hola- le respondo casi en un susurro.

-He venido a buscarte.

-Lo sé.

-¿No me vas a mandar a la mierda?- pregunta, parcialmente sorprendido de que esté hablando con él.

-No, hay algo que quieres decirme, ¿no?

-Sí, pero ya que estás dispuesta a escucharme, preferiría ir a un lugar más tranquilo.

-Está bien- acepto frunciendo el ceño- Ven.

Comienzo a caminar, y Josh me sigue. Un par de calles más abajo de la universidad, hay una taberna que suele estar muy poco concurrida. Llegamos en apenas cinco minutos. Minutos llenos de silencio, mientras en mi cabeza se forman incógnitas sobre lo que me me dirá.

Cuando llegamos, me siento en la mesa más apartada que hay. Josh viene más tarde, pues se ha ido a pedir dos cervezas a la barra.

-Gracias- le digo aceptando la bebida.

-No hay de que.

Clava su mirada en el vaso, el que no para de repasar en círculos por la parte del canto con su dedo índice.

-Josh, no he venido aquí para compartir tu silencio- le digo secamente.

Es entonces que deja de jugar con el vaso y me mira. No sé descifrar lo que veo en su mirada. Es algo que todavía no había visto en sus preciosas esferas grises. Da un largo suspiro cerrando los ojos, justo antes de comenzar a hablar.

-Te mentí- admite- Sí que estaba metido en algo raro, y eso eran peleas ilegales. La chica que viste aquella noche, no significa nada para mí. Lo juro. Yo la llamo "la chica escudo"- mi cara es un poker, y Josh se da cuenta, pues de inmediato me lo explica- Verás, esas peleas no son nada civilizadas, y mucho menos cuando ganas. Quiero decir, puedes ganar la pelea, pero puede que una vez se haya acabado, tu contrincante no se lo tome muy bien. Lo lógico es que si te ganan en una pelea, por mucho que le busques por la calle después y le intentes machacar, no es probable que lo consigas. Lo que hacen es buscar otros métodos por los que joderte. Y eso es toda aquella persona cercana a ti. Todos saben que no tengo cerca familiares, por lo que buscarían a otras personas. Antes, en mi vida no había nadie que ne importase, pero apareciste tú y eso cambió. No podía permitirme que nada malo te pasase, y aún menos por mi culpa. Yo no creía nada de que eso fuese posible, el que te jodiesen por medio de las personas que te importan. Pero hace ocho meses le sucedió a Emmet. Él tenía una novia, Sophie. Emmet siempre ganaba. Sophie comenzó a recibir amenazas, hasta que un día se encontró a su gato sin una oreja. Ella sabía que tenía que ver con las peleas de Emmet. Después de eso, Sophie le dejó y se mudó a otro barrio. Desde entonces, Emmet no ha vuelto a participar en ninguna pelea. Pero a mí conseguía meterme en casi todas las que él iba a hacer, además de las que yo tenía. Cuando pasó lo de Sophie, me asusté. Pero pronto se me pasó, no había nadie importante en mi vida. Pero no podía dejar que a ti te sucediera algo. Se rumoreaba que había una chica en mi vida, así que decidí fingir. "La chica escudo" estaba en todas mis peleas, así que era tan sencillo como darle un beso por cada pelea ganada. No he tenido nada con ella fuera de ese bar. Te lo prometo, Leslie. Ahora sólo quiero pasar tiempo contigo. No necesito a ninguna chica más a mi lado.

My last hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora