Vuelta a "casa".-Capítulo 35

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Vuelta a "casa".-Capítulo 35

Y aquí me encuentro, sentada en el mullido asiento del tren que me lleva de vuelta a casa, a Mullingar. Echo de menos Mullingar, echo de menos mi ciudad. Sin embargo, no añoro la ciudad de la que me fui hace nueve días. Esa ciudad que tan malos recuerdos guarda para mí.

Aún después de dos días, puedo seguir notando ese horroroso dolor de cabeza con el que me desperté el primer día del año, en el que no recordaba como había llegado casa. Me desperté con la cabeza a punto de estallar. Mis propios quejidos retumbaban en mis oídos como si se tratasen de martillos golpeando mi cabeza constantemente.

Cuando salí de casa esa noche,  fui al centro de la ciudad donde todos los bares estaban abiertos y en los que decenas de personas esperaban ansiosamente el año nuevo, bebiendo. Me adentré en el local que menos abarrotado de gente estaba. Me senté en una de las pocas banquetas que quedaban libres, junto a la barra. Pedí un vodka con limón, pero el segundo y el tercero los bebí sin nada más. A partir de ahí, le pedí la botella al camarero. Recuerdo darle unos cuantos billetes por ella. Cada vez todo se volvía muy borroso en mi memoria. Recuerdo en el momento en el que es estalló la euforia. Supongo que se trata de el momento en el que un año termina y otro comienza. Pues más de un individuo se acercaba a mí a felicitarme el año nuevo. No sé cómo,  pero acabé en el centro de la multitud bailando.

Mi siguiente recuerdo es estar arrodillada frente al asqueroso retrete de aquel bar, vomitando la botella de vodka que anteriormente me había bebido. Sin embargo, recuerdo haber seguido bebiendo después de eso. La siguiente imagen que se reproduce en mi cabeza es la de encontrarme en la calle vomitando de nuevo. Quedé sentada en el suelo, apoyada en la pared donde creo que me quedé dormida. Al rato sentí como algo me balanceaba de alante atrás y me pedía que me levantase. Sólo recuerdo ver una nube de pelo. Luego, Dakota me explicó que iba de vuelta a casa y me encontró tirada en el suelo. Pedía que me levantase por mí misma, pero finalmente tuvo que arrastrarme hasta el piso de Fivi. Donde me desperté desconcertada, mareada y dolorida.

A pesar de haber tenido nueve largos días de reflexión, lo único que he conseguido dejar en claro en mi cabeza, es lo que voy a hacer respecto a Noa.

Supongo que no tengo motivos para enfadarme con ella, o al menos no los suficientes como para dejarme de hablar con mi mejor amiga. Al ponerme en su posición, entiendo que ella podía tener miedo. Creo que debe ser difícil dar a conocer su homosexualidad, y quizá pensaba que yo me alejaría de ella o me comportaría de una forma diferente. Yo no me alejaría por ese motivo. Sin embargo, me he ido, pero no por esas razones. Decido aclarar las cosas con ella.

Nadie sabe de mi vuelta a Mullingar. Aún quedan cuatro días para comiencen las clases de nuevo, por lo que podría haber vuelto más adelante.

Cuando el tren para en Mullingar, ya son las ocho y media de la noche. Al salir de la estación, el frío viento me golpea en la cara y me cala hasta los huesos.

Me paseo por un barrio que me resulta familiar, sin rumbo alguno. Las ruedas de mi pequeña maleta, repiquetean contra el suelo, creando un gran estruendo en las calles casi vacías.

De repente, más recuerdos vienen a mi cabeza, haciéndome saber donde me encuentro exactamente. Ante mí se encuentra el bar en el que trabaja el amigo pelirrojo de Josh. Recuerdo la noche en la que Josh vino a buscarme a casa sin previo aviso, y mi orgullo y mis intentos de alejarme de él, cayeron. Me trajo a este mismo bar en el que, por primera vez, me besó y no me resistí a ello. Para mí fue realmente mi primer beso con él,  pues los anteriores fueron todos robados. Esa misma noche también fue la primera en la que mi padre se comportó de esa manera tan brusca conmigo.

My last hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora