Capítulo 19

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Dylan:

Día 3:

Día normal. Thomas y yo decidimos pasar todo el día en cama viendo películas, no quería salir de la habitación, todo me recordaba a Olla, y su dulce inocencia. Pero por más que intentaba convencer a Tom de que volviéramos por ella, este se negaba a seguir hablando del tema., ya sea manteniendo su vista en la televisión o simplemente quedarse callado, algo que normalmente suele molestarme, detesto que mi novio se ponga así cuando tengo un montón de comentarios por debatir sobre la película. Aquella tarde lluviosa decidí no rogarle más y planear nuevas maneras de ruego para los días siguientes.

Día 4:

Hoy, como todo lunes, me levanté temprano y desperté a Thomas con una buena sacudida, ya que no hay nada que despierte a ese hombre. Fuimos al trabajo, hoy estuve más callado que de costumbre, no hablaba con nadie, simplemente me dediqué a preparar las pizzas y nada más. Cuando nuestro turno terminó, me quité el delantal y lo coloqué sobre una perchera que contenía mi nombre.

—¡TOOOOMMYYYY! —grité

—¿QUÉ QUIERES?

—¡VÁMONOS! ¿EN DÓNDE ESTÁS?

—¡EN EL BAÑO! ¡ESPÉRATE!

Solté una risita y esperé a que saliera, recargándome en la puerta del mismo. Escuché el sonido de la cadena del inodoro y avancé dos pasos para que mi novio pudiese salir con calma. Cuando lo hizo, le sonreí y tomé su mano.

—¿Me acompañas a un lugar? —le pregunté un tanto nervioso

—Claro

Tomamos un taxi y juntos nos dirigimos a un centro fotográfico.

—¿Qué vamos a hacer allá, Dyl?

—Ya lo verás —entrelacé nuestras manos

—Ok —dijo extrañado y recostó su cabeza sobre mi hombro

—¿Ustedes dos son pareja? —nos preguntó el taxista

[[Asco tu programa amiga, ok no xd]]

—Sí señor —respondí

—¿Tienen hijos? Es decir... ¿han adoptado alguno? Hacen muy linda pareja

—Gracias, pero no, no tenemos hijos —esta vez habló Thomas

Tuvimos una. Pensé mientras miraba al suelo con tristeza, Tom acarició el dorso de mi mano demostrándome que todo estaba bien, le sonreí.

—Es una pena, se verían muy lindos con un bebé

No siga pinche taxista de mala muerte, concéntrese en conducir que no le pago para que me rompa el corazoncito.

—Sí, pero no tenemos edad. No hablemos del tema, si no le molesta —me alegró mucho que Thomas haya dicho eso, ya que a partir de ese momento, el hombre no volvió a emitir palabra alguna

—Gracias —le susurré y besé su mejilla

Minutos después, ambos habíamos llegado a nuestro destino; entramos al centro fotográfico y  saqué una memoria USB. Thomas me miró confundido.

—¿Para qué...?

—Ya lo verás —lo interrumpí poniendo mi índice en sus labios—. Pero no quiero que me regañes

—¿Qué vas a hacer, Dylan O'Brien?

—Ya lo verás

Le sonreí perversamente y avancé hacia el dependiente.

Dos tontos y un bebé (Dylmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora