Capítulo 32

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—Ya no sé qué hacer, Kaya, lo juro —le dije entre lágrimas mientras abrazaba a Claudia

—Tranquilo —dijo acariciando mi espalda—. Ten —me extendió un vaso con agua y bebí su contenido—. Thomas suele ser un idiota a veces, solo tienes que recordarle lo hermoso que es ser padre de esta lindura. Entiende que tiene diecinueve años, por eso se comporta así, aún no es lo suficientemente maduro como para afrontar esta situación

—Me da rabia porque no se preocupa

—Vamos no llores, que esa carita de muñeco lindo se ve terrible con lágrimas en sus ojitos

—Es que tengo miedo, Kaya. No quiero que me quiten a mi hija por culpa de Thomas

—No te la quitarán, primero tienen que pasar sobre la tía loca de Kaya —dijo mirándome a los ojos y yo reí—. Ven, ya no pienses en eso y duerme en uno de los cuartos de huéspedes

—Gracias Kaya —ambos nos levantamos, pero unos golpes en la puerta detuvieron nuestro paso

—Iré a abrir, tú adelántate

Asentí con la cabeza y subí con Claudia en mis brazos a aquella habitación, sabía perfectamente en dónde se encontraba, había venido un montón de veces a la casa de Kaya y a veces Ki Hong venía a dormir aquí cuando su mamá lo echaba de su casa, porque llegaba a la madrugada ebrio a hacer escándalo y despertar a los vecinos. Abrí la puerta lentamente y me acerqué a la cama. Recosté a Claudia en ella y me desamarré los cordones de mis zapatos para poder dormir un poco junto a mi hija.

—Papá —giré mi cabeza y vi a Claudia sin una media, chupándose el pie

Negué con la cabeza y me coloqué sobre ella para después levantar su camiseta y soplar en su barriguita, haciendo pedorretas sobre la misma. Ella reía a carcajadas mientras colocaba sus manos en mis mejillas, como diciéndome que parara, pero no iba a hacerlo. Subí hasta su cuello y moví rápidamente mi cabeza mientras la besaba y emitía pequeños gruñidos, ella no podía dejar de reír. Me detuve en seco al escuchar unos gritos por parte de Kaya, ¿quién vendría? A continuación se escucharon unos pasos de alguien corriendo. Caminé hacia la puerta y al abrirla pegué un brinco al ver a un Thomas terriblemente mal parado frente a mí. Sus ojos se humedecieron y se lanzó hacia mí envolviéndome en un gran abrazo. Levanté mis manos para evitarlo y abrí mis ojos como platos.

—Thomas —susurré entre sus sollozos

—¡Papi! —chilló Claudia desde atrás estirando sus brazos

Thomas se deshizo del abrazo y caminó hacia ella, pero antes de que pueda agarrarla, lo tomé del cuello de su camisa y golpeé su cuerpo contra la pared.

—No te le acerques —dije intentando controlar mi ira

—Dyl... —su voz sonó entrecortada

—No Thomas, no me vengas con tus llantos aquí, ¿sí? Que no pienso caer de nuevo

—Dylan perdóname, yo...

—¡¿Que te perdone? ¡Siempre me hieres y vienes como si nada hubiera pasado! ¡Como si lo que hiciste no me dolió! ¡Claro! ¡Te perdono! ¡Volvamos a casa para que después de unos días vuelvas a decir que no quieres a Claudia!

Trataba de no gritar, no quería que Claudia se asustara, pero se me hacía imposible, estaba muy enojado con él y por lo menos quería vengarme gritándole sus verdades. Mis ojos estaban clavados en su rostro, el cual me demostraba absoluto arrepentimiento, sin embargo no le perdonaría tan fácil. Su mirada se posó en el suelo y soltó un suspiro.

—Ya sé que siempre la cago, siempre Dyl. Creo que es porque no soy lo suficiente maduro como para afrontar esta situación, míranos, un par de chicos jóvenes con una bebé, cuando deberíamos estar en fiestas, viajando, divirtiéndonos, hacer cosas como... —no pudo seguir hablando ya que giré su cara de una bofetada, Claudia soltó un grito y comenzó a llorar—. Me lo merecía, ya lo sé

Dos tontos y un bebé (Dylmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora