Capítulo 28

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Diablos, no, no, no. La trabajadora social no podía estar aquí y ahora. Justo cuando dejamos a Claudia sola en nuestra habitación, ¿por qué debía pasarnos esto a nosotros? ¿Acaso nos persigue la desgracia? ¿O es que la vida nos odia?
Thomas y yo nos quedamos fríos sin saber qué hacer ni cómo reaccionar para que la mujer no sospechara sobre lo que estaba ocurriendo; compartimos miradas nerviosas y luego miramos con terror a Amanda, quien soltó una carcajada.

—¿Por qué todos mis clientes podrán esas caras cuando los visito?

—Pues no lo sé —simulé una sonrisa—. ¿Será porque viene en el momento menos esperado? —hablé entre dientes y Thomas soltó una risita

—Bueno, ¿van a hacerme pasar?

—Sabe, ¿por qué no viene mañana en la mañana? Ya es muy tarde, ¿no cree? —Thomas intentó sonar tranquilo, sin embargo no pudo

—No niño, debo realizar el control el día en el que me asignen

—Oiga no soy tan joven —dijo haciendo pasar a Amanda

—¿Ah sí? ¿Cuántos años tiene? ¿Diecisiete?

—Tengo diecinueve 

—¿Diecinueve y se ve más joven que un muchacho de diecisiete?—exclamó sorprendida

—Tengo un severo problema, ¿sabe? Pero, ¿vino para ver a mi hija o para sorprenderse por mi edad y apariencia?

—Oh sí, lo siento

Caminé lentamente a la puerta, la terrible sensación de terror recorrer mi cuerpo, mantenía mi mano sobre la perilla, dudando en sí abrir o noquear a Amanda para escapar junto a mi novio o por lo menos distraerla, pero sabía que aquello no estaba bien -por más que en el fondo lo deseaba, era la única manera de librarnos de los problemas que se nos avecinaban-. Giré lentamente mi cabeza y miré a Thomas, preguntándole con la mirada si lo que estaba a punto de hacer estaba correcto, con un leve y disimulado parpadeo, me dijo que sí, suspiré y saqué las llaves de mi bolsillo para introducirlas en la cerradura y girarlas hasta abrir la puerta. Con cautela, la empujé y dejé pasar a Amanda y a Thomas, de inmediato, el llanto de Claudia se escuchó por toda la casa.

—Ay Dios mío —susurré y corrí hacia nuestra habitación

—¡Oh, debe ser su bebé! —Amanda sonaba emocionada

—Sí, es ella —fingí una sonrisa y me acerqué al oído de Thomas—. Distráela, ¿sí?

Él asintió y yo corrí lo más rápido que pude  a la habitación. Claudia se encontraba en la cama llorando aterrada, su cabello estaba húmedo por el sudor; en cuanto me vio, extendió sus bracitos para que la cargara. Y eso hice. La tomé en brazos y la abracé mientras la cubría con una manta para que no se enfermara por el frío que estaba haciendo.

—Pap...á —decía con dificultad mientras se abrazaba a mi cuello, prácticamente con ese gesto me decía: "Papá, me asusté mucho, ¿dónde estuviste?"

Debí quedarme con ella. ¡Soy idiota!

—Ya estoy aquí, Clau, shhhh, tranquila

—¡Quiero ver a la bebé! —al escuchar aquella voz, giré mi cabeza y vi a Amanda a algunos pasos frente a mí, otra vez la corriente de miedo recorrió mi cuerpo

—No es posible... —dijo incrédula mirando la habitación—. ¿La dejaron sola, mientras fueron a comprar quién sabe qué?

—¡Eh! ¡Eh! —habló Thomas—. Fuimos a comprar pañales

—Sea lo que sea que hayan comprado, ¡no debieron dejarla sola!

—Lo siento, fue un error mío, lo reconozco —me disculpé

Dos tontos y un bebé (Dylmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora