Capítulo 19

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Mis manos se despegan de la puerta de madera, estoy dentro, finalmente, estoy dentro. Respiro profundo y al soltar el aire, noto que todo se ha vuelto negro.

Podría decir que sé lo que sucede, pero no es así, siento por completo mi cuerpo, estoy seguro que sigo teniendo los pies sobre el suelo y estoy dentro de la fortaleza.

Pero no veo nada.

Con lentitud, me doy la vuelta —o eso creo—, pero todo sigue negro. Mi respiración sigue calmada, por alguna razón, no estoy asustado, simplemente no siento nada. Mis ojos no ven, mis oídos no oyen, pero sé que sigo aquí, y que no he "despertado".

Después de unos segundos, me dispongo a avanzar, no tengo idea hacia donde estoy a punto de dirigirme y mucho menos, si llegaré a algún lugar, pero debo seguir, sea como sea, allá afuera es mucho más peligroso que aquí.

Pongo un pie adelante, y como si hubiera presionado algo, o activado algún sensor de movimiento, todo a mi alrededor, comienza a iluminarse.

En las paredes de este lugar se encuentran antorchas de gran tamaño, las cuales se encienden una detrás de la otra.

Avanzo a medida que estas iluminan mi camino, el suelo es de un material diferente al de las paredes, mantiene ese extraño color, pero parece estar fabricado con una especie de acrílico muy extraño.

Sigo caminando a paso lento, todo está tan silencioso que la idea de que estoy sordo cruza por mi mente, no escucho ni mi respiración que según mi pecho que se mueve lentamente, es tranquila.

Finalmente llego hasta otra puerta, esta es del mismo material que la primera que crucé, pero es más pequeña, mucho más pequeña, tiene mi altura y tamaño, es algo ilógico, porque no creo que una de esas cosas pudiera cruzar a través de ella.

La empujo con lentitud y por primera vez aquí dentro, escucho algo, es el chirrido de la puerta. Como si todo hubiera estado paralizado, vuelvo a escuchar mi respiración, no es tranquila, es agitada, el corazón parece que va a salirse de mi pecho y mis piernas tiemblan.

Esto es tan extraño.

Cruzo el umbral de la puerta y la cierro detrás de mí. Abro mis ojos tanto como puedo, mi cuerpo deja de responder y mi respiración agitada, simplemente desaparece.

No estoy respirando.

Cierro los puños con tanta fuerza que mis uñas que no son nada largas, lastiman mis palmas. Pestañeo con exasperación intentando recuperar la movilidad de mi torso.

La imagen que reproducen mis retinas me está dejando como una estatua en un museo británico; frío, solo y esperando que alguien me dé vida al mirarme.

Siento los segundos correr, pero parece como si estuviera congelado, necesito moverme, necesito moverme ahora.

Un cosquilleo rápido recorre mi cuerpo, y como si me hubieran conectado a una corriente eléctrica, mi cuerpo vuelve a "funcionar", por un segundo, me creo un objeto, un aparato electrónico como un —¿Microondas?— que necesita energía para ser eficiente.

Muevo mi pie derecho hacia adelante, lo hago con algo de temor, porque no me siento yo, siento que alguien más me controla, y si fuera así, creo que es por lo que mis ojos ven.

Frente a mi hay muchas jaulas, jaulas cuadradas del tamaño de baño químico de un concierto de rock. Jaulas de color carmesí, con barrotes grandes y robustos que a simple vista parecen irrompibles.

Y lo que hay dentro, es aún peor: El pueblo de Pagecloud está aquí.

Encerrados, recostados en ese frío suelo de hierro, débiles, como si no hubieran comido ni bebido nada en días.

Inferno © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora