Capítulo 35

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Narra Megan:

No voy a mentir. Ha sido difícil. Demasiado para ser sincera.

Volver a casa, ver a mis padres, ver sus rostros inexpresivos, unos que simplemente, no recuerdan nada de lo que sucedió.

Mi padre me abrazó en cuanto crucé la puerta hace un par de horas, no puedo decir que hice lo mismo, porque yo sí recuerdo lo que pasó, recuerdo nuestra pelea, recuerdo su maldito egoísmo, lo recuerdo todo, y por dentro, ruego porque en algún momento recuperen sus recuerdos, para por fin, poder decirle todo eso que siento.

Pero sé que no lo harán, nunca, y yo, me quedaré con ese nudo en la garganta, y seguiré fingiendo ser una chica feliz de alta sociedad, con unos padres que la quieren y harían todo por ella.

A veces la mejor opción, es la mentira.

Suspiro desde mi habitación, recostada en mi cómoda cama de dos plazas, mirando desde aquí, el ropero donde la tabla se encontraba guardada.

Desde que volví, no puedo evitar tener una extraña sensación, una que me hace sentir incómoda aquí, como si toda esa maldad que contenía la tabla se hubiera esparcido dentro de la mansión.

Me pone los pelos de punta con solo pensarlo, por lo que me pongo los auriculares y presiono Play en la pantalla de mi celular.

Finalmente tengo batería, y no es porque la energía haya regresado o algo parecido, es solo que tenemos un generador eléctrico, que yo, había olvidado por completo.

Por segunda vez me siento rara aquí, me siento como esas reinas malvadas de los cuentos de hadas, pues nosotros somos los únicos en el vecindario —por no decir en el pueblo— que tiene energía.

La casa irradia luz entre toda esta oscuridad, y por primera vez en mucho tiempo, desearía tener una "vida normal", no por lo que he vivido, sino más bien, por mi situación económica.

Suena absurdo pensarlo, pero a veces, solo quiero alejarme de todo, vivir en una casa como la de Brad; con una familia que me quiera y que el dinero que tengamos sea el suficiente para vivir.

Es demasiado irónico que los "ricos" sean tan pobres en algunas cosas.

La puerta de mi habitación se abre en un abrir y cerrar de ojos, literalmente. Giro mi cabeza, es Miranda —me sorprende que ya esté aquí trabajando para nosotros—, ella me hace una seña y yo me quito los auriculares.

—Señorita Megan, la buscan —Me informa con una media sonrisa.

Le sonrío, aunque por dentro estoy desconcertada, siempre me cayó bien Miranda, y gracias a ella, he sentido ese verdadero cariño que los padres pueden brindarle a una hija.

—¿Quién es? —Pregunto enrollando los audífonos alrededor de mi mano.

—Brad, señorita —Responde.

Frunzo el ceño, ¿Qué hace él a estas horas? Quizás escuchó que tenemos electricidad, bromea mi mente.

—¿Señorita? —Miranda me trae a la realidad.

—Dile que pase —Digo finalmente.

Ella asiente y sale de la habitación tan rápido como entró. Yo me acomodo el cabello y luego apoyo mi espalda sobre un almohadón pegado a la pared.

Espero un par de segundos, jugando con mis dedos en el proceso, hasta que Brad cruza la puerta, él lleva un suéter azul y un gorro de lana rojo, el cual, me hace acordar demasiado a Peter.

Inferno © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora