Capítulo 40

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Narra Megan:

El olor a humedad, lo helado que está aquí dentro, todo me provoca escalofríos. Max está junto a mí, su rostro parece reflejar que también está olfateando ese terrible hedor a muerto mezclado con humedad, sinceramente, es desagradable.

Terminamos de entrar al mismo tiempo que llegamos al final. Alumbramos a nuestro alrededor con los celulares, esto es un maldito panteón común y corriente, hay viejos y muy descuidados ataúdes marrones, flores en proceso de descomposición y nombres que jamás he oído en mi corta vida.

Continúo observando cuando, a los pocos segundos, siento un apretón en mi mano por parte de Max, miro hacia abajo, ni siquiera había notado que seguíamos así.

Él da un paso al frente y alumbra hacia la única pared visible, pues las otras dos tienen ataúdes opacándolas. Parece que vio algo, pero yo no logro hacerlo.

Me aproximo un poco más a ella y entrecierro los ojos para mirar con más claridad.

Es así que luego de varios segundos, noto algo parecido a una rugosidad en la pared, y lo hago porque solo está presente en una específica zona.

Parece que eso es lo que Max estaba viendo, solo que en cuanto lo miro, me doy cuenta que está demasiado estático, como si no supiera dónde ni con quién está.

Trato de abrir la boca, pero me es imposible, es sumamente raro, como si este lugar pudiera manipularnos.

Me enfoco en la razón por la que estamos aquí y acerco mi cuerpo un poco más, lo suficiente para poder deslizar mi mano sobre ella.

Después de todo, mientras más rápido me asegure de que aquí no hay nada, más rápido nos iremos.

La pared me provoca una sensación muy similar a las náuseas; está tan húmeda y fría que siento arcadas en mi garganta.

Trago saliva con fuerza y sigo pasando mis dedos sobre la superficie rugosa. Llego hasta el punto en que la pared lisa choca contra esa extraña zona. Allí me detengo por unos segundos y luego empiezo a recorrer todo el contorno, el cual, a los pocos segundos de terminar, descubro que forma un pequeño rectángulo imperfecto.

Frunzo el ceño. Esto no es posible, no enserio. No me jodan.

Es que la verdad he visto demasiadas películas y leído libros de misterio como para creer que este tipo de cosas son reales.

Pero ahora parece que estoy frente a una de esas cosas, y no puedo creer que sea posible.

Gruño, escuchando por primera vez el sonido de mi garganta en mucho tiempo, y tratando de no enloquecer, realizo la acción que estoy pensando.

Poso mi mano en medio del rectángulo, y como si fuera una historia ficticia, el extraño rectángulo se retrae y provoca diversos ruidos a nuestro alrededor.

Por supuesto que era un botón, dice mi conciencia incrédula.

—¿Meg cómo diablos...? —Me exalto al escuchar su voz.

—Demasiadas películas y libros Max, demasiadas películas y libros... —Respondo viendo como la pared frente a nosotros se mueve hacia la derecha hasta desaparecer.

Narra Emily:

—Quizás...

—Si vas a tratar de defenderlos, mejor no digas nada —Yo interrumpo a Brad, bajando la cabeza al mismo tiempo.

Los dos nos encontramos sentados en las gradas frente al campo de futbol. Tengo que admitir que el moreno frente a mí ha sido inteligente, este es el lugar más privado durante la mañana.

Inferno © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora