Capítulo 11.

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Dereck

Desde el bosque escuché la voz de Blake. De entre todos los sonidos que podría haber percibido conseguí escuchar, en la tremenda lejanía, su característico timbre de voz.

Gracias a eso he podido seguir el rastro que han dejado las ondas sonoras para poder averiguar cuál era el problema. Evidentemente, una vez más, Ian es el protagonista.

El alcohol debilita el cuerpo humano. Por lo tanto, cuando aumenta sus pulsaciones cardíacas, la transformación no ocurre de forma tan eficaz, sino lenta y dolorosa. Creía que Blake podría controlarlo, pero un chico como él es prácticamente indomable.

He estado escondido tras unos arbustos durante cinco largos minutos. Sin embargo, aquí no solo huele a Ian. No solo percibo un olor a beta, también huele a alfa. Y si Blake está aquí, debo encontrarla, porque un alfa no se arriesga a asistir a lugares como estos en vano.

Entonces observo salir a Ian, descontrolado, dolorido y con las pulsaciones por las nubes. Lo ayudaría, pero sé que Russell está aquí y no me arriesgaré a tener que lidiar con él.

Sí, sé que un omega haría eso, pero no quiero tener que ser el principal responsable del que podría ser un desastre inminente.

Tal y como decía, ahí está. Russell abusa tanto de sus poderes que su apariencia es atractiva a pesar de su larga edad.

Está claro que Ian no se esperaba verlo aquí, y yo tampoco. Realmente ninguno de los tres nos esperábamos los unos a los otros.

Percibo que ambos se marchan. El alfa tira del beta de una forma brusca pero eficiente. Russell me reclamará próximamente y buscará mi ayuda si la cosa se complica con Ian.

Conforme dejo de escuchar sus pisadas, pongo mi atención de nuevo en la casa.

—¡Ian!—exclama Blake, abriendo la puerta que este dejó hace poco entornada.

Mira a todas partes, preocupada, nerviosa y atacada.

Me muevo rápido, haciendo uso de aquello sobrenatural que reside en mí y me coloco tras ella.

—Se ha marchado a casa—apunto, se sobresalta y vuelve a mirarme aterrada, como lo hacía al principio.

A esto me refería. Ahora odio que me mire así.

—Yo... no he podido controlarlo, lo juro. Se me fue de las manos, apenas tuve tiempo y yo no quería que él se sintiera así...—explica y enreda las palabras a una velocidad que ni yo mismo alcanzo a comprender.

—Tranquila, no era tu responsabilidad vigilarlo — aseguro, e intento que no se sienta mal.

No debí encargarle nada.

—Sí, sí que lo era y ahora creo que todo se ha ido a la mierda. Ni siquiera debería haber venido—suelta y las lágrimas comienzan a resbalar por su rostro.

—Eh...—musito, me acerco a ella lentamente y limpio sus mejillas sonrojadas—. No te arrepientas de nada, Blake. Nunca—asiente, pero noto algo extraño en ella.

—Me duele la cabeza— dice, pasa su mano derecha a su frente y entrecierra los ojos, suspirando al mismo tiempo.

—Estás ardiendo—afirmo, tocando sus mejillas de nuevo y haciendo resbalar mis manos a su pecho.

Sigue llorando, pero no comprendo el por qué.

—Creo que...—musita y, al instante, su voz se apaga hasta que el silencio se apodera de ella.

Cierra los ojos. Sus pulsaciones me avisan de que hay un bajón de tensión en su organismo y corro tras ella para atraparla al vuelo, impidiendo que caiga al suelo.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora