Capítulo 4.

630 47 1
                                    

Dereck

He buscado por todas partes a Ian. Su olor está por todo el instituto y, debido a su intensidad, estoy completamente seguro de que sigue aquí.

Camino por cada pasillo, mirando de uno en uno cada recoveco de este enorme sitio, e intentando evitar cruzarme con alguien. No quiero que se acostumbren a verme por aquí.

Tras inspeccionar la planta de arriba, me dispongo a bajar a la primera. El olor es más fuerte por aquí.

Cuando ya creo que lo tengo, camino más rápido. Sin embargo, me sorprende ver que una puerta se abre justo cuando paso por delante. Evito mirar, y continúo mi camino.

—Necesitas un tío así—escucho que comenta una chica cuando paso de largo.

Debería comenzar a evitar usar mi oído para escuchar comentarios innecesario.

—Madre mía, ¿quién es?—comenta otra de ellas. Lo que yo decía, una cárcel de hormonas.

Pongo los ojos en blanco, rezando para que mi autocontrol permanezca y no me transforme aquí mismo.

Al girar a la derecha, encuentro al lobo que buscaba. Agarro con fuerza su brazo izquierdo.

—¿Dónde coño estabas? ¡La luna está al caer!—exclamo, apretando cada vez más su músculo.

Cuando observo bien su rostro, aparto mi mano y calmo mi furia. Su frente está completamente sudada, y su piel está más pálida de lo normal.

El cielo ya casi está negro al completo. Hoy tenemos la suerte de que está cubierto de nubes. Es su primera luna llena y, conforme vaya aumentando el contador, se volverá más fuerte y más feroz, a no ser que consigamos hacer que se controle él mismo.

Rodeo su brazo derecho a mi cuello y lo ayudo a caminar, cogiendo la mayor parte de su peso en mi espalda. Sus piernas se mueven con torpeza por el suelo.

—Maldita sea...—maldigo entre dientes—. Nos verán, Ian— aviso, sabiendo que no podremos llegar al bosque sin que una sola persona nos vea.

—Dereck, déjame aquí...—masculla, parpadeando con dificultad.

—¿Estás loco? Esta noche serás una máquina de matar—lo aviso, una y otra vez.

A gran velocidad, lo saco del instituto sin que, sorprendentemente, nadie nos descubra. Las calles están iluminadas con farolas de luces amarillas, realmente tristes. Tendría miedo, pero en esta ciudad yo soy lo que más miedo da.

El bosque está a unos metros de nosotros, y aun así lo veo demasiado lejos.

Entonces, de repente, escucho un rugido desde las entrañas de este. Es el alfa.

—El alfa viene a buscarte—comento, y se sobresalta, intentando escapar de mis brazos.

Sabría que no tardaría en llegar. Russell lo busca, y está aquí. Él lo encadenará en el hospital de tuberculosos abandonado de la parte más alta del bosque.

—Dereck—la voz distorsionada del alfa convertido me advierte, y dejo caer a Ian al suelo de tierra—escóndete, es la primera luna de invierno. Debo encadenarlo—ordena, y lo coge en brazos. Él da por hecho que no se soltará.

El alfa desaparece a la velocidad de la luz entre la oscuridad, y respiro hondo.

Observo el cielo, esperando que la luna comience a aparecer por el horizonte. El viento no es muy fuerte. La noche ni siquiera ha comenzado y ya empiezo a escuchar rugidos agonizantes. No somos los únicos, lo sé.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora