Capítulo 28.

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Dereck

—¿Y ahora qué?—pregunta ella, con la desesperación predominando en su tono.

—Tendrás que aprender a controlarte, como todos los demás—respondo, mirando a ambos.—Los dos tendréis que aprender.

—Yo soy un chico tranquilo—añade y, tras una mirada mortífera por parte de Blake, recapacita—casi siempre—recula.

—¿Cómo se supone que debo aprender?—se interesa, y sé que en su cabeza se encienden miles de chispas, intentando buscar una solución a cada conflicto mental.

—No hay una forma exacta para aprender a controlarte, eso se consigue con la práctica. Cuando yo era un beta joven, siempre usaba un amuleto—explico, remontándome a tiempos en los que un joven lobo tan solo se preocupaba por aprender de los betas veteranos o alfas.

—¿Qué clase de amuleto? ¿Te refieres a una pulsera o algo?—sonrío. Quizás no me he expresado bien.

—No esa clase de amuleto. Es decir; algo que todo hombre lobo debe tener en cuenta es el equilibrio entre cuerpo, mente y alma, al igual que el equilibrio entre nuestro lado humano y sobrenatural. Siempre que recordéis estos tres eslabones de la cadena fundamental, vuestros engranajes comenzarán a funcionar, pensaréis en cosas exteriores a vuestro descontrol y lo tomaréis. Tomaréis el control—explico, un poco mejor.

—Así que, si alguna vez pierdo el control, ¿debo recordar los tres eslabones de los que hablas?—recapitula Blake, asiento y prosigo.

—Así es.

—¿De verdad crees que esa chorrada funcionará con nosotros?—subestima Lucas, metiéndose en la conversación.

—No estoy seguro. Con los jóvenes lobos de nacimiento sí que daba resultado, quizás vosotros necesitéis buscar otro amarre—propongo, pensativo—. Por ejemplo—susurro—¡piensa rápido!—exclamo.

Lo sorprendo, acercando mi puño a gran velocidad hacia su rostro. Éste atrapa mi muñeca justo antes de que mis nudillos impacten en su mejilla.

—¿Por qué has hecho eso?—pregunta, agitado.

—Por esto— afirmo y aparto sus dedos de mí y agarro su mano al aire, dando a relucir que sus garras han aparecido de repente.

—Autodefensa—suelta Blake.

—Así es. Os transformaréis por autodefensa. Y con esto quiero decir, en todo tipo de autodefensa. No hace falta que alguien venga a pegaros, si alguna vez os sentís acosados, enfadados, tristes o simplemente tenéis un mal día, en el clímax de vuestro trastorno, os transformaréis. Y, cuando lo hagáis, vuestra racionalidad humana no tendrá ni voz ni voto—pronuncio, intentando sonar lo más claro y tajante posible.

—En ese caso, el instituto es un campo de minas—suspira Blake.

—Bingo—asiento—por eso Hayden, Jensen, Ian y vosotros dos intentaréis estar lo más alejados posible de todo el mundo. Ni fiestas, ni peleas, ni noviazgos y, ni mucho menos, deporte. Chicos, el esfuerzo físico aumenta vuestras pulsaciones, y eso desencadena la transformación—informo, y ambas muecas se vuelven molestas y frustradas.

—Para mí no es un problema, se me da demasiado bien—alardea Lucas, y Blake vuelve a fulminarlo con la mirada.

—¿Todo esto lo saben los demás?—pregunta ella, intrigada.

—Así es. ¿Dónde crees que estoy cada vez que no aparezco misteriosamente por aquí? Necesitan un profesor. Si os descubren a vosotros, me descubren a mí—recuerdo.

—Está bien, todo claro. Más claro que el agua. Pero no saldré del equipo. Ya casi consigo entrar en competiciones y no puedo perder esta oportunidad—niega en rotundo, seria.

—Blake, si consigues aprender, sabrás cómo mantenerte estable y podrás competir. Si no, me temo que será imposible—notifico, sabiendo que esto la cabreará mucho.

—Conseguiré controlarme—afirma, arqueando una ceja, segura de sí misma.

—Eso espero—añado—por último, vuestras nuevas capacidades. Ahora soy más rápidos, más ágiles, tenéis más reflejos, un oído, un olfato y una vista totalmente potenciados, además de un poder de cicatrización y sanación acelerado. Sería una putada que alguien notara lo extraño que se vería eso en alguien que, supuestamente, es humano ¿no creéis?

—Lo sé. Dereck, confía en vosotros—susurra Blake, tocando suavemente mi brazo.

De repente, el sonido de un móvil sonando se mete en mis oídos. Viene del bolsillo de Lucas. Éste lo saca y observa la pantalla durante unos segundos.

Resopla.

—Es mi madre—apunta y corre hacia fuera del parque.

Blake no deja de observarlo hasta que este desaparece entre las calles de esta extraña ciudad en Alaska, totalmente alejada del mundo exterior, de aquello que hay más allá del bosque.

—Hay algo que te inquieta—impongo, y su mirada se aparta instantáneamente de él.

Se toma unos segundos para reflexionar sobre todo lo ocurrido, mira al suelo, a sus pies, y después a mí.

—Yo no le puse los cuernos—afirma, confusa.

"Lo sé. Simplemente tu mejor amigo le mintió para apartarlo de ti y que así él mismo pudiera intentar algo contigo"—me gustaría decirle.

Sin embargo, siento que no debo hacerlo. Quiero protegerlos a los dos, y sé que decirlo la rompería por dentro y ella misma se encargaría de romperlo a él.

Desde que llegué aquí, mi alma se ha limpiado un poco más, aunque sigue siendo de tonalidades grises y negras que a veces me ciegan, y delatar a Ian me haría alguien un poco peor.

—Te diría que fueras tras él para decírselo, pero prefiero manteneros a salvo—niego un par de veces—. Creo que debo irme. Voy a rastrear a Russell por el bosque. No puede morder a nadie más—suspiro, giro sobre mis pies y avanzo.

Sabía que no me dejaría ir tan pronto. Su corazón lleva acelerado desde que llegó, y más ahora que puedo oler a, ¿decepción? No, quizás no sea esa la palabra. Huelo a impotencia. Sí, un sentimiento que últimamente también abunda en mí.

Aquí apesta a impotencia, y lo odio.

—Sé lo que piensas, él ya no es nada para mí. Simplemente no quiero que se guíe de lo que los demás digan—argumenta, y giro sobre mis pies de nuevo para mirarla—. Estamos juntos en esto, ¿verdad?—asiento.

—Todo ha sucedido demasiado rápido y no puedo enfocar mi vista al futuro si he dejado parte de mí en el pasado—suelto, casi sin darme cuenta, y sé que me refiero a mi familia—, pero mi promesa sigue en pie, Blake. Y necesitaré tu ayuda en esto—digo, la miro a los ojos y me abraza por el torso.

—Ten cuidado ahí fuera. Recuerda a quién estás buscando—impone cuando se separa—. No te puedo perder, a ti no—niega, nuestras manos se sueltan y desaparezco también entre las calles vacías de la ciudad, en dirección al bosque.     

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora