Capítulo 35.

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Dereck

La manada entera se vistió de luto aquella noche. Blake se negaba a dejar el cuerpo allí, a su suerte, hasta que alguien lo encontrara. Se negaba a aceptar que su mejor amigo había muerto. Lo peor de todo es que todos sabíamos que se culparía por ello.

Cuando conseguí arrancárselo de los brazos, les pedí a los demás que la acompañaran a casa, y que trataran de ser lo más discretos posible.

Me aseguré de ocultar y borrar las huellas que habíamos dejado aquella noche allí. Además, llevé el cuerpo de Russell a la planta alta del hospital y lo quemé.

Nuestro plan se había torcido. No solo por la muerte de Ian, sino porque Blake se había convertido en alfa. Una manada con dos alfas, hombre y mujer, pareja. Quizás no fuera tan malo. Lo que me preocupaba era que no supiera controlar tanto poder. Debía tener en cuenta que cualquier herida causada con sus garras podría convertir a un ser humano en hombre lobo.

Quizás debí pensar más en que me había quitado parte del poder que, en principio, debió pertenecerme. Pero no lo hice. No pensé en mi propio bien. Era un alfa bueno, a pesar de haber perdido un miembro de su manada, a pesar de haber dejado que uno de sus betas se convirtiera en alfa.

A la mañana siguiente escuché desde lo más alto de una colina sus llantos. Su dulce voz quemaba mis oídos, al igual que lo hizo la noche anterior cuando agonizaba con el cuerpo de Ian entre sus brazos.

Era lunes y, a pesar de haber acordado rastrear el bosque en busca de los responsables del ataque a los guardas forestales, decidí no molestar a ninguno de ellos. Les di un día de margen.

Sabía que no serían muchos, sabía que la manada que hizo eso permanecía escondida, a la espera de acabar con nosotros o, quién sabe, con todo el mundo.

La posibilidad de reclutar más betas pasó por mi mente y permaneció en ella durante mucho tiempo. Pero no podía. Sabía que eso sería arriesgarse demasiado. Intentaríamos proteger a las personas durante las constantes batallas, eso es todo.

—Recordad, después del plan tendremos que luchar por protegernos. Luchar por proteger a los nuestros, y no debe importarnos manchar nuestras manos de sangre—les dije, el día anterior al plan.

Ellos asintieron, pero no supe si esa disposición seguiría en pie.

Pude conocerlos a fondo durante todo este tiempo. Lucas era un niño adinerado, de buena vida y padres demasiado ocupados en sus negocios como para preocuparse por saber dónde está su hijo cada vez que llega tarde a casa, o para fijarse si tiene heridas de decenas de centímetros en el abdomen.

Hayden era el mayor de seis hermanos. Sus padres estaban divorciados y todos ellos vivían en un piso cerca del hospital a cargo de su madre. Como era de esperar, tenía demasiado trabajo con todos los demás como para permitirse parar a charlar un rato con su hijo y averiguar si tiene problemas, problemas que ha conseguido apaciguar en su interior con el deporte y con la mordedura de hombre lobo.

Jensen, por otro lado, era un chico listo que vivía solo en un piso junto al instituto. No tenía problemas, ya que él podía vivir la vida que quisiera sin tener que preocuparse por sus padres.

Ian. Oh, Ian. Ese beta descontrolado que tan mal me caía al principio. Había sido un chico fuerte, luchador y enamoradizo. Me gustaría haberle dicho antes de todo esto que su secreto siempre había estado a salvo conmigo, pero todo ha sido demasiado inesperado.

Recordé aquel día en el instituto, cuando conocimos a Jensen y Hayden. Él me dijo que ambos debíamos estar igual de compenetrados que ellos. Yo le respondí que jamás nos ocurriría algo semejante. Irónicamente, llegamos a estar incluso más unidos que ellos dos. Lo echaba de menos, y hoy lo sigo recordando. Echaba de menos su perspicacia, su chulería, su manera de decir las cosas, incluso su molesta sonrisa de niñato.

Tampoco me podía quitar de la mente su imagen, la imagen de su cuerpo sin vida apoyado en un árbol en el bosque, manchado por todas partes de sangre. Murió a manos de alguien que merecía morir, y que obtuvo el mismo trágico destino a costa de ello.

Hicimos ese plan por Blake, Ian murió intentando hacer lo correcto, y Blake hizo lo correcto, aunque no del todo matándolo ella misma. No debió mancharse las manos de sangre, al menos no aquella noche.

Como mis bisabuelos decían: "al igual que la energía, nuestra esencia se transmite de unos a otros". Bien, pues la esencia de Ian ahora está en Blake, estoy seguro.

Mi cabeza comenzaba a latir por sí sola. Estaba demasiado saturado, sabiendo que probablemente la manada entera se había debilitado por la muerte de Ian. Era duro de aceptar, y tanto que lo era. Pero, si no queríamos que volviera a ocurrir con alguien más de los nuestros, teníamos que intentar seguir siendo dueños de estas tierras, teníamos que seguir siendo la manada dominante.

Ahora mismo me encuentro postrado en la misma colina. He rastreado las partes más insólitas de este bosque sin ningún resultado, nada extraño. Pero sé que tienen que haber llegado, seguro que han llegado.

Podría seguir comiéndome la cabeza hasta que, de repente y al fin, mis oídos captan algo en la larga distancia.

Me pongo en pie, observando todo al milímetro. Sin embargo, desde arriba no tengo una vista profunda del bosque. La niebla es algo normal aquí, y la inmensa vegetación tampoco me lo pone muy fácil.

He escuchado rugidos, rugidos conocidos. Seguro que es alguno de los míos.

Me quedo con sus hondas y corro colina abajo en dirección al interior del enorme bosque.     

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora