Capítulo 34.

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Blake Sharman

Domingo. Primer día tras la luna llena. El plan se llevaría a cabo aquel día. Estaba más nerviosa que nunca. Llevaba dos noches enteras sin dormir, anoche estuve pendiente a mis heridas. Se curaban, pero todo el proceso iba mucho más despacio de lo que yo esperaba.

Busqué en internet, a sabiendas de que no todo lo que se encuentra ahí es totalmente real. Saqué la conclusión de que las heridas causadas por un alfa tardaban más en curar.

Tenía ganas de llorar. Aquel día, por la noche, llevaríamos a cabo el plan que tanto ansiábamos y a la vez temíamos, y yo estaría herida.

Dereck trepó hasta mi ventana e irrumpió en el dormitorio.

—¿No huele a sangre?—preguntó, olfateando al aire.

Tragué saliva. Intenté mantener mis pulsaciones calmadas. Así él no sospecharía.

—¿Qué? Yo no huelo a nada—dije, sentándome sobre mi cama.

Él se colocó a mi lado y agarró con fuerza mi mano.

—Tranquila, todo saldrá bien—musitó, y su cálida mirada me calmó en gran medida.

—Escucha, Dereck, pase lo que pase hoy, quiero que sigas adelante. Necesito alguien más aquí, que cuide mi familia y mis amigos—intervine, conteniendo las lágrimas.

Sabía que todo plan perfecto podría tener fallos. Incluso algo tan sencillo o fácil de llevar a cabo podría salir mal. Sabía que, de todo aquello, lo único que podría torcerse sería el hecho de mantenerme con vida. Si algo fallaba, sería yo la perjudicada. Russell podría tomar de mí el poder y matarme en el intento.

—Blake, no me digas ahora eso. No quiero que vayas pensando así. No dejaré que te ocurra nada, ni a ti ni a mi manada. Créeme, sé perfectamente lo que estoy dispuesto a arriesgar—dijo, convencido de ello.

Asentí. En realidad tenía ganas de seguir hablando con él. Es más, estaría junto a él los días seguidos, sin parar, pero algo más nos reclamaba.

Llamé a mamá y Dereck le entregó el bote donde traía las flores de luna. No sabía cuándo ni dónde las había conseguido, pero tampoco importaba.

Mamá las estrujó en un cuenco y, con el espeso líquido que resultó, bañó las flechas que después usarían los demás para disparar al alfa.

—¿Necesitaréis que esté cerca?—preguntó mamá, cuando tuvimos todo listo.

—No hace falta. No quiero que nadie más se arriesgue por mí—negué, y no hizo falta que Dereck dijera nada al respecto.

Escapó por la ventana y nos quedamos mamá y yo a solas.

—Cariño, sabes que nosotras podemos pasarnos de unas a otras el aura. Tienes que prometerme que estás completamente segura de que no te ocurrirá nada, porque estaría dispuesta a dar mi vida para salvar la tuya—propuso.

Ni se me pasó por la cabeza una idea como aquella. Mi interior se paralizó unos segundos al escuchar unas palabras tan rotas, tan tristes, tan destrozadas...

—Mamá, recuerda que la que lucha por mantener a salvo lo que quiere soy yo. Papá está en peligro, y si queremos luchar contra las demás dinastías, antes tendremos que hacer esto—expliqué, completamente segura de lo que quería.

En aquel punto no dudaba nada. Lo tenía todo al cien por ciento bien preparado, a punto de salir a la luz. Sabía a la perfección cada detalle, lo único que no tenía en mente era un bache en nuestro camino. Intentaba no contemplar la posibilidad de que algo saliera mal.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora