Capítulo 7.

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Dereck

Al parecer no estamos solos en esta sociedad de adolescentes. El instituto huele a las razas enemigas, y estoy seguro de que Russell aún no los espera.

Las clases han terminado. Todo el mundo se ha ido a casa o asiste a otras actividades.

—Dereck—dice Ian, me toca la espalda y me sobresalto, pero en seguida recupero la compostura—. ¿Has visto a Blake?—pregunta y niego con la cabeza.

—Ten cuidado, no somos los únicos—aviso, miro tras él, en dirección al fondo del pasillo—. ¿Te suenan esos?—pregunto, haciéndole una señal para que se gire.

—Son Hayden y Jensen—responde, observándolos acercándose a nosotros—. ¿Los conoces tú?—cuestiona, extrañado ante tanta curiosidad.

—¿No los hueles? Son los Fox—concluyo cuando finalmente llegan a donde nos encontramos—. Y llevan mucho tiempo siendo hombres lobo, mucho más que tú—informo. Lo sé por su aroma.

—Tu amiguito lleva razón, Ian—ríe uno de ellos, el moreno.

—¿Ellos lo saben?—pregunta Ian, entre dientes.

Noto en su expresión que estos chicos antes no le caían nada bien.

—¿Tú qué crees?—digo. Levanto una ceja, observando como el rubio de ojos verdes deja crecer sus enormes colmillos.

Sus ojos se vuelven amarillos y los rugidos escapan por sí solos de su garganta.

—La chica es nuestra—carraspea.

Su voz distorsionada pone a Ian alerta.

—Tranquilo. No harán nada. Aquí no— afirmo y pongo la mano sobre su abdomen, intentando detener cualquier impulso animal o humano.

—Los mordidos no somos tan tontos como parecemos, Dereck—comenta el moreno y también saca colmillos.

Es impresionante lo bien que se controlan. No terminan de transformarse, pero son capaces de obtener algunos atributos de lobo.

—¿Qué queréis de ella?—pregunta Ian, con la respiración un tanto costosa.

—Nuestro alfa la quiere—interviene Jensen, también bajo rugidos.

—¿Creéis que ella se acercará a vosotros? Vamos, estáis en el equipo de fútbol americano, no le van esos aires— impone Ian, sonriente y seguro de sí mismo.

—¿Qué chica nueva en el instituto no estaría dispuesta a unirse a nuestro grupo?—contraataca, observando sus garras crecer con despecho y superioridad.

—Y si no, nuestro alfa se encargará de persuadirla, ¿no es así, Hayden?—amenaza.

Ambos ríen y, cuando se oye una puerta abrir al final del kilométrico pasillo, sus colmillos, garras y ojos sobrenaturales desaparecen al instante.

¿Cómo lo habrán hecho? Los mordidos no tienen tanto control sobre ellos mismos, es prácticamente imposible que en décimas de segundo hayan escondido todo lo paranormal de ellos.

Los Fox traman algo. Son inteligentes.

—Exacto Jensen—prosigue el moreno, Hayden—. Y, como plan final si nada sale bien, será entrar en la ciudad y morderle a la fuerza—susurran, ambos se miran, complementados y cómplices el uno del otro.

Ríen de nuevo y caminan hacia el patio tras coger sus bolsas de deporte.

—Podríamos estar así de compenetrados—reprocha Ian, observando cómo mi mente se funde entre explosiones de dudas infinitas.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora