Capítulo 40.

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Dereck

Hoy es el día, el día justo antes de la noche de luna llena. Esta noche marcará un antes y un después, y todo dependerá de nosotros y de la voluntad de las demás especies. Sé que Blake ha hecho todo lo posible por dormir bien hoy, aunque tan solo ha conseguido hacerlo durante unas horas.

Anoche fue nuestra última noche bajo tensión, presión y nervios, pero me gustaría recordarla para toda mi vida...

"—Me alegra que seas tú el que está a mi lado en esto. Tú y todos los demás, pero en especial tú—musitó, pegada a mi pecho.

—Prometí que estaría a tu lado para mantenerte segura—le dije, sonriente, y observando su pelo volar en la leve brisa de la noche.

Apenas podía verla, pero encendí mis ojos para tener conciencia de su rostro en aquel momento.

—Creo que yo también debería proponerme mantenerte a ti a salvo—bromeó.—Necesito que todo esto salga bien. Hay demasiado en juego, y eso hace que el precio de mi vida se vea insignificante frente a eso—confesó, fijando sus ojos también en mí, y acariciando mi rostro.

Supe que aquel comentario era sincero, que eso era lo que verdaderamente estaba rondando su mente todos estos días, pero para mí su vida era lo suficientemente importante como para mantenerla en mi lista de prioridades. Además, ella lo sabía, no hacía falta que se lo dijera más de una vez.

—No me gusta cuando dices eso, Blake. Todo saldrá bien, ¿de acuerdo?—impuse, seguro de mí mismo.

Ella asintió, pero su corazón latía a gran velocidad.

Intentando calmarla, besé su cuello, comenzando por su espalda, y ella se inclinó ligeramente hacia delante. La escuché sonreír levemente, y su cuerpo se giró al instante para quedar sentada frente a mí.

A pesar de todo, ella seguía estando tan guapa como siempre. Seguía siendo la humana que conseguía invadir mis pensamientos. Sus ojos marrones conseguían quitarme de la cabeza todo lo demás, incluso que ella era en gran parte como yo.

Ambos nos inclinamos y nos besamos. Puse mis manos sobre su cintura y ella se amarró a mi cuello. Tiró de mi camiseta, obligándome a quedar tumbado sobre ella, con los codos apoyados en la base de hojas y césped que tan bien nos había acogido durante todas estas noches.

Le sonreí, volví a besarla y poco a poco fui bajando hasta su cuello. Después, bajé su jersey de lana hasta dejar todo su cuerpo al descubierto. Seguí besándola, hasta que llegué a su bajo abdomen. Su respiración comenzaba a relajarme, incluso me gustaba escucharla. Además, era interesante sentir cómo sus pulsaciones se aceleraban a cada contacto que hacía con ella.

Volví a su rostro y seguí besándola en los labios.

Entonces, sus manos apretaron mi pecho y nuestros cuerpos giraron el uno sobre el otro, hasta que ella quedó arriba. Me miró, iluminada por la luz de la luna casi llena, y sonrió, victoriosa. Me arrancó la camiseta de manga corta, hasta dejarla enganchada al tronco.

Dejó mi torso al descubierto y tocó con sus finos dedos cada músculo, cada curva, cada desnivel.

Noté su peso en mi pelvis y, cuando volvió a inclinarse para besarme, supe que aquella era la noche.

Ambos estábamos listos, aquella era la noche indicada. Ambos lo necesitábamos, y no hicieron falta palabras para corroborarlo. Aquellos rumores sobre los hombres lobo, que eran agresivos en todos los ámbitos, no era del todo cierto. Perdíamos el control fácilmente, pero siempre intentando que tu compañero de vida no se dañara, que todo quedara perfecto.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora