Capítulo 36.

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Blake Sharman

El vacío que siento por dentro es fuerte, pero la fuerza por proteger a mi padre lo es aún más. Ahora van a salir de expedición, él y once hombres más, armados y protegidos. No sé si debería temerles o tenerles respeto. Al fin y al cabo, aquello que buscan soy yo. Yo, mi manada y la de aquella chica que encontré antes de que el plan se llevara a cabo.

Tras observar que papá sale de casa y toma la carretera principal hacia el puesto de guardias yo también me dirijo a la salida.

Mamá está informada de todo y sabe cómo me siento. No porque yo se lo haya contado, sino porque ella me ha visto romperme durante toda la noche.

Otra más para el contador, otra noche más en vela.

Corro por las calles, en dirección al bosque.

Debo ser más rápida que la brigada, no pueden verme entrar. Nadie puede hacerlo, puesto que está prohibido.

Miro a ambos lados antes de cruzar a la acera contigua al bosque. Nadie anda por esta calle desde hace semanas, desde que Jason ingresó en el hospital. Y ahora está muerto, gracias a mí, a mi bala.

Respiro hondo, trato de tranquilizar mis pulsaciones y accedo a él.

Corro rápido, esquivando todos los árboles, arbustos, incluso animalillos que deambulan a sus anchas. Huelo allá por donde voy, en busca de nuevas fragancias, nuevas sensaciones.

Huelo a sangre, pero no me alerto. Sé que estoy cerca de la zona en la que ayer ocurrió la tragedia. Es el olor a Ian, ese que mis manos aún siguen llevando como perfume. Lo echo de menos, y me culpo a mí misma por haber estado estos días despreciando su compañía. Estaba, en gran parte, enfadada por lo que Lucas me confesó. No sabía por qué lo había hecho, ni siquiera si por aquel entonces él me veía como su amiga, pero sí tenía en conocimiento que me apreciaba. Me protegió, y yo hice lo propio, lo hice por él.

Era ignorante, pretendía aplazar aquella conversación pensando que era lo mejor, y ahora está muerto. Jamás podré preguntarle por qué lo hizo.

Tras todo lo ocurrido no crucé ni una palabra con Dereck. Ahora no sé si estará enfadado. En principio tendría que haber sido él el que matase a Russell. Tendría que haberme apartado y haberlo dejado a él. Haberle despejado el camino para que solo tuviera que ultimar lo que yo había dejado casi hecho.

Pero no. Tuve que hacerlo yo, porque así salió de mí. Y ahora también me culpo por ello. El poder que tengo, mis ojos rojos, la capacidad de convertir un ser humano en hombre lobo, todo esto no debería tenerlo yo. Debería ser Dereck el que aumente sus poderes, no yo, una ingenua principiante que ahora corre sola por el bosque protagonista de sus propias pesadillas.

Me alejo tanto como puedo del claro infernal, y continúo oliendo.

Me detengo. Mis pies cesan cuando algo llega a mis sentidos. Ese olor. Es ella.

Busco con la vista sus ojos rojos. Allí, tras un arbusto, encuentro una chica. No sé si es ella, no está transformada, ni siquiera me enseña sus colmillos o garras.

Se acerca a mí, pero antes de que dé un paso, enciendo mis ojos. No se acerca más.

—Ahora eres un alfa—musita, observándome.

—No me desafíes. No sé quién eres, tampoco si vienes sola o acompañada, pero deja a mi padre tranquilo—impongo, sin apagar mis ojos.

Parece que mis amenazas no funcionan. Después de lo de anoche me siento débil e insegura. Tan solo sé ser poderosa cuando algo duele dentro de mí. La chispa del dolor enciende la llama del poder.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora