Epílogo

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Cuando desperté lo único en lo que mi mirada se fijó fue en el rostro de Blake. En cuanto sentí mis garras mojadas de sangre entendí a la perfección lo que había sucedido. Su mente había estallado y optó por la opción errónea, pero que para ella mejor sonaba en su interior.

La cogí entre mis brazos, intentando que reaccionara, que despertara, pero su corazón parecía haber estado detenido desde que aparté mi mano de ella. Su piel estaba fría, muy fría, y casi no pude incorporarme cuando asimilé todo aquello.

Lloré, lloré y grité al cielo. Ella sabía que vendrían en su busca y que no descansarían hasta verla como está ahora, pero yo tenía esperanza, y no quería verme en la misma situación que hace años.

Estreché su pecho contra el mío. La abracé esperando que la naturaleza me diera una sorpresa.

Pero las sorpresas se acabaron aquella noche.

Tras el enorme bajón vino la furia. Efectivamente, Blake me había entregado todo su poder. Era extraño sentir cómo mi piel hacía arder la de todo hombre lobo a mi paso.

Dejé bajo mis pies una auténtica matanza. Los Snow serían otra especie extinguida si no había más dinastías en todo el mundo.

La paz y la calma reinaron, pero en mi interior se libraba una gran y difícil batalla. Tenía que seguir adelante, pero me estaba dejando demasiado en el pasado. Me dejaba trocitos de mí por el camino, y sabía que a todos los demás les pasaría lo mismo cuando les diera la noticia.

Todo estaba correctamente. Repartimos el territorio para cada especie. Supimos convivir varios días seguidos, y en la ciudad todo volvió a la normalidad cuando los guardas forestales exploraron la zona y dieron vía libre para que todo comenzara a funcionar de nuevo.

Y entonces, cuando parecía que solamente tendría que lidiar con el dolor que me producía el echar de menos a Blake, descubrí que tenía que hacer algo más. Y lo haría, pero no quería ver cómo alguien más se partía en dos al escuchar la triste noticia.

El cuerpo permaneció a salvo allí, justo donde lo dejé cuando quise saldar mi deuda con los Snow. Al fin y al cabo, todo sucedió por ellos. En el árbol donde se escondió cuando me encontró, allí es donde la dejé, donde estaba la corteza rasgada por sus garras con la frase "te quiero". Y sí, ese último mensaje era lo último que me diría, porque nunca antes nos lo habíamos dicho, pero ambos sabíamos que esa era la verdad.

Caminé despacio, recordando cada momento especial con ella. Me rompí varias veces. Casi podía escucharla respirar, reír, llorar, incluso quejarse. Pero no era así. Ella ya no estaba, y por mucho que no quisiera asimilarlo, la realidad me golpeaba cada vez más fuerte.

Pensaba que ahora estaría feliz con Ian, y que por fin podrían hablar las cosas como era debido.

Me aseguré de limpiar mis lágrimas antes de llamar a la puerta. Habían pasado tres días después de todo aquello, y su familia seguía sin recibir noticias de ella, hasta aquel día.

Su padre fue el que abrió la puerta. Tan solo hizo falta que viera que venía solo para saber que algo había sucedido. Su respiración comenzó a agitarse y su corazón pareció aumentar de velocidad en un par de segundos.

Volvió al interior de su casa, llorando y ahogando sus propios gritos de agonía, y decidí alejarme de nuevo. Cuanto más rápido iba, mejor podía escuchar el resto de su familia lamentarse, y eso me dolía aún más.

Es más, aquel día, tras luchar a garra alzada, quise despreciar aquel poder, aquella energía que no me pertenecía. No quise aprovecharme de Blake.

Sin embargo, al tiempo me di cuenta que aquello, junto a su cuerpo, era lo único que me quedaría de ella. Al contrario que Ondina, deseé despedirme cada día, hablar con ella a todas horas y tocarla minuto a minuto.

Me dirigí al bosque, en busca de su cuerpo. Y allí estaba, intacto. Cualquiera lo diría. Parecería que estaba dormida si no fuera por las terribles marcas que presentaba en su abdomen, aquellas que se había causado a sí misma con mis garras. Y tuvo el valor de hacerlo.

La cogí en brazos y la llevé lentamente a la cueva, sin dejar de prestar atención a sus rasgos faciales. Era preciosa, incluso en aquel momento lo pensaba.

Durante aquellos días, los Grey crearon un nuevo poblado en lo más profundo del bosque salvaje, en nuestro territorio. Lo llamaron "La Luna Llena", en honor a Blake. La luna llena la ayudó a nacer, y la luna llena la arropó al morir, de la forma más trágica posible.

Deposité su cuerpo en el fondo de dicho lugar, que tan bien nos había acogido durante tanto tiempo y, en la entrada a esta, comencé a mojar el suelo y las rocas con jugo de flor de luna.

Así, ningún hombre lobo podría entrar a robar el cuerpo. Permanecería allí hasta que el destino quisiera que la sacaran. Eso sí, su madre la visitaba día tras día, y sus llantos hacían eco en las rocosas paredes. Los tres estuvieron de acuerdo conmigo en dejarla allí. No sería descompuesto, tampoco acudirían animales, ni bichos. Era algo normal en los hombres lobo.

Cada noche iba a aquella entrada, esperando que ella pudiera verme desde algún lugar. Me despedía, y me juraba que aquella sería la última vez.     

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora