Capítulo 19.

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Dereck

—¡Vamos Ian!—exclamo, llevándolo casi a rastras a un lugar alejado de allí.

Su espalda sangra. Russell pierde el control cada vez que se transforma y su aura se alimenta del mal que él mismo produce. Ahora Ian está en peligro, y es demasiado arriesgado para mí volver a absorber más dolor.

Lo dejo sentado sobre una roca, en una zona alta del bosque. Ya ha oscurecido.

El olor del alfa ha desaparecido, pero nuevos aromas impregnan mis fosas nasales.

—¿Necesitáis algo de ayuda?—pregunta Hayden, apareciendo tras el bullicio de árboles.

Ambos corren hacia Ian.

—¿Hay nuevas noticias?—intervengo, mientras Jensen intenta quitarle algo de dolor.

Él no hará mucho, no lo soportará durante tanto tiempo. Sin embargo, todo hombre lobo debe conocer sus límites, así que dejo que experimente él solo.

—Sí. Mullroy no solo busca a Blake—afirma—. También quiere a Russell.

—Es imposible—niego con la cabeza.

Russell y Mullroy, dos alfas muy desequilibrados buscan el poder de cada uno matando al otro. Puede que no cuenten con un beta más de por medio pero, si quiero que mi plan funcione, debo darme prisa y ser más rápido que cualquiera de los dos.

—Sabe que necesita más poder y aprovechará que aún no tenéis una gran manada para matarlo—completa Jensen, jadeando de dolor y apartando sus manos de Ian.

—Russell no dejará escapar una oportunidad así. Os convertiréis en omegas si consigue matar a vuestro alfa y también andará en vuestra busca para eliminar a la primera dinastía de los Fox—reflexiono en voz alta.

—Mullroy no dejará a su manada atrás—niega Hayden.

—Si su manada aún no tiene cinco betas, él es más débil—los conciencio, aunque no sé cómo reaccionarán cuando se den cuenta de mis verdaderas intenciones.

—Quizás no esté solo—dice alguien, y resuena una nueva voz, un nuevo olor.

Todas nuestras miradas quedan fijas en la parte derecha del bosque. De entre la ennegrecida oscuridad del bosque una figura masculina aparece. Yo he olido esta persona antes.

—¿Jason?—musita Jensen, y camina poco a poco hacia él.

—Vaya... cuánto tiempo, chicos—susurra, a paso lento.

Bajo mi vista. Ian duerme, sé que se cura poco a poco, pero el dolor lo ha hecho caer.

—¿Cómo...?—musito, confuso.

Si el que le hizo aquellas terribles heridas a Jason fue Hayden, es remotamente imposible que se haya convertido en un hombre lobo, puesto que Hayden es un beta, al igual que Jensen. Además, Blake me dijo que había muerto tras una larga estancia en la UCI.

—Reconozco que yo tampoco esperaba estar vivo después de la tunda que recibí por tu parte, Hayden. En parte te lo agradezco porque gracias a ti me ha llegado un regalo mucho más grande—sonríe, perverso, y nos mira a cada uno de nosotros de arriba abajo.

—Se suponía que estabas muerto y, aun así, ¿cómo llegaste hasta Mullroy?—indaga Jensen, casi tan perplejo como Hayden, el cual parece estar más paralizado que nunca.

Siento, de todas las pulsaciones, la suya más acelerada que ninguna.

—Querrás decir, cómo Mullroy llegó a mí—corrige, justo como esperaba—. El primer día que ingresé me encontraba en estado grave, pero durante la noche estuve consciente unos minutos. Mullroy sabía que se arriesgaría, pero aun así lo hizo. Me mordió y los médicos me dieron por muerto días después, pero mi cuerpo aún intentaba curar las heridas. Desperté días después, metido en una gran bolsa de plástico negro, en una especie de refrigerador—explica, y entrelazo cabos.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora