Capítulo 27.

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Blake Sharman

Un mordisco completamente curado y una chica con las ojeras más grandes del mundo. Así es como podría describir mi situación en el instituto esta mañana.

Según mamá, si la herida se cura, hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que no ocurra nada y siga siendo la misma criatura de siempre, y otro cincuenta de que me convierta en mujer lobo, pero manteniendo aquellas características que me hacían Ngnawari.

Yo, hasta ahora, no he notado nada extraño. Ni siquiera mis ojos blancos se han encendido por accidente. Todo parece marchar bien.

Hoy es viernes, así que no hay entrenamiento y tengo vía libre para salir antes.

Tal y como esperaba, Lucas no ha venido hoy al instituto. No sé cómo habrá hecho para engañar a sus padres y esconder las enormes heridas con las que acabó tras ser atado al tronco de aquel árbol y torturado por un alfa.

Por suerte para él, parte de su pesadilla ha acabado. Ahora solo tendrá que aprender un poco de autocontrol, nada que un chico de su edad no pueda conseguir con un poquito de práctica, ¿verdad?

—¿A dónde te crees que vas?—me interrumpe la voz de Ian, justo antes de salir por la puerta principal.

—¿A mi casa, quizás?—vacilo.

—De eso nada. No irás sola, Blake. Esperarás en las gradas a que yo termine de entrenar. ¿Acaso no recuerdas que hay un alfa que te busca? Y no precisamente para tomar un café contigo. La mitad de su plan está hecho, y si no quieres que la otra mitad se cumpla, tendrás que quedarte—impone, gruñón.

—Ian, todo irá bien. Además, no deberías entrenar si tus heridas todavía no han curado, ¿no crees?—recuerdo, y señalo su abdomen y su brazo derecho.

—Está todo completamente curado—dice, levanta su sudadera y deja al descubierto su abdomen fuerte y musculado.

—¿Lo has hecho para probar que no hay sangre o para lucir tu abdomen?—bromeo, cogiendo el dobladillo de la prenda y bajándola de nuevo.

—¿Por qué no te saltas el entrenamiento? Estoy muy cansada—resoplo, poniendo ojitos de pena.

—¿Crees que así me vas a convencer?—ríe, cruzado de brazos.

—Quizás yo sí pueda—dice otra voz, resonando desde las escaleras de la entrada al instituto.

Asomo mi cabeza para observar tras él y una gran sonrisa se me dibuja al ver que Dereck ha venido a buscarme, y parece totalmente curado.

Esquivo a Ian y corro hacia donde se encuentra postrado. De un salto lo abrazo y me quedo enganchada a su cuello.

—Vaya, parece que alguien se ha curado rápido— dice y sonríe, mientras me despego de él para mirarlo.

—¿Cómo sabías que estaría aquí?—pregunto.

—Tu madre me lo ha dicho—confiesa.

Baja la mirada y guiña un ojo a Ian.

—Bueno, tortolitos, os veo luego. Mantenedme informado—se despide, con la bolsa de deporte colgada a sus hombros.

—¿Siempre va vestido así?—pregunta, y enarca una ceja risueño, mientras lo observa desaparecer.

Sin embargo, dejo de centrarme en su voz cuando unas grandes ojeras, incluso mayores a las mías, me sorprenden bajo sus preciosos ojos verdes.

Frunzo el ceño, observándolo mejor.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora