Capítulo 23.

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Blake Sharman

Mamá habló sobre una guerra entre dinastías por el poder. Ella conoce algunas de las especies más poderosas de hombre lobo, y dentro de cada una hay cientos y cientos de manadas. Sin embargo, aún no sabe cómo distinguir unos de otros. Según ella, tan solo se perciben diferencias cuando están transformados.

Dereck dijo que Jason, Hayden y Jensen pertenecen a una dinastía de los Fox, relacionado con el lobo etíope. Sin embargo, no sé qué especie es él. Supongo que tendré que preguntarle.

Sé que lo enfadé cuando dije que no estaba dispuesta a seguir su plan. También sé que es testarudo y que alguien como yo no lo parará, así que quizás tendré que intervenir por mi cuenta.

Tras el entrenamiento, el entrenador Adam me para antes de marchar por la puerta.

—Blake, tengo que hablar contigo—dice, serio y mirando de vez en cuando sus listas.

—Está bien—accedo, suelto la puerta y nos quedamos solos en la bóveda de la piscina.

Todo el mundo se ha marchado, tan solo quedan un par de personas rezagadas o enganchadas al móvil en las gradas.

—Ha llegado a mis oídos algo bastante serio sobre ti y creo que, como orientador del instituto, debo intervenir—comenta y al instante frunzo el ceño.

—¿Qué? ¿A qué se refiere?—pregunto, extrañada.

—¿Es cierto que mantiene una relación sentimental con un chico mayor que usted?—odio que me hablen de usted, me hace sentir vieja.

—No... es decir, ¿cómo sabe eso?—niego con la cabeza, sabiendo que se refiere a Dereck.

—Compañeras del club me lo han hecho saber. Y no solo eso, si ese hombre con el que está la maltrata debe contarlo. Frente a estas cosas hay que tomar medidas cuanto antes y si eso es cierto me veo en el deber de intervenir e informar de ello a sus padres para que corten de raíz a su maltratador—dice, dobla sus papeles y los deja sobre una silla de plástico junto a él.

—Está bien, no tiene que preocuparse, eso es totalmente falso—impongo, me muerdo el labio, pensativa—. ¿Podría decirme quién le ha dicho algo así?—me intereso, dispuesta a contraatacar. Si quiere guerra, la tendrá.

Sé que ha sido Roxanne, pero necesito asegurarme de ello.

—Sharman, no puedo decírselo. Ella me lo ha confiado como algo personal y secreto, como algo que me debía confiar—asiente y se cruza de brazos.

—Ha sido Roxanne, Roxanne Markwell, ¿no es así?—me mira, cómplice, y permanece en silencio—. Me lo temía—concluyo, arranco con furia el gorro de mi cabeza y, aún con las aletas entre mis dedos camino rápido por el pasillo.

Paro, escuchando mis propias pulsaciones nerviosas y envueltas en ira. Da la casualidad de que justo en ese momento encuentro de espaldas a la persona que buscaba. Está sola, y anda hacia la salida, ya vestida, duchada y peinada. Su largo pelo rubio ondea al son de su caminar.

Corro en silencio y la puerta se cierra a su paso. De un golpe la abro de nuevo, suelto el gorro y las aletas y la empujo. Esta cae de boca al suelo, aunque le da tiempo a poner las manos y amortiguar.

Nerviosa, se da la vuelta y me observa.

—Parece que alguien está enfadada—musita, mirándome con sus ojos marrón oscuro.

Me abalanzo sobre ella, hasta quedar sentada sobre su abdomen. Agarro su cuello y comienzo a notar que algo no va bien. De nuevo siento mis pulsaciones acelerar demasiado rápido. Aun así, nada podrá parar la rabia que siento.

Impacto mis nudillos contra su sien izquierda y ella agoniza de dolor. La segunda vez está seguida de un pequeño chorro de sangre que acaba con el suelo teñido de rojo.

Finalmente, me dispongo a una tercera.

—Espero que esto te sirva para dejar de hablar de mí...—farfullo entre dientes, alzo mi puño y, justo cuando voy a golpearla, una mano fuerte para mis movimientos.

Alzo la vista y dedos acabados en grandes garras me paralizan.

Enfoco la vista tras esta.

—Lucas...—musito, observo que Roxanne ha cerrado los ojos y me bajo de su abdomen—. Yo tenía razón...—susurro para mis adentros.

—Blake, yo...—comienza, pero los gemidos de Roxanne nos distraen.

Esta se pone con gran esfuerzo en pie y se aproxima lentamente hacia él. Coge aire y, de una gran bofetada en la mejilla derecha se despide a paso ligero por el pasillo principal hasta desaparecer por la puerta.

—Más te vale no decir nada sobre esto. Sé que te sonará raro, que ahora me mirarás con otros ojos...—comienza, pero mis cabeceos a un lado y a otro lo detienen.

—No eres el primer hombre lobo con el que he tratado—afirmo.

—¿Eres una de ellos?—pregunta, frunciendo el ceño y soltando mi muñeca.

Sus garras han desaparecido. ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cómo estos chicos pueden controlarse tan fácilmente? Me frustra ser la única que se vuelve loca aquí y no es capaz de esconder lo sobrenatural o hacerlo aparecer siempre que lo necesite.

Sin embargo, siento que mis ojos vuelven a iluminarse. La furia que me ha provocado Roxanne me ha hecho despertar. Lo observo con mis otros ojos y compruebo de cerca que, efectivamente, tiene un aura igual al de los hombres lobo.

—¿Crees que estos ojos son de hombre lobo?—digo, mirándolo fijamente y da un par de pasos atrás.

—Dios...—aparta su vista de mí, como si le molestara mirarme fijamente.

Se restriega los ojos y vuelve a mirarme.

—¿Se lo has contado?—pregunto, en referencia a Roxanne.

—Si no lo hacía te habría arruinado la vida. De nada—guiña un ojo, se da la vuelta y comienza a caminar.

—No tenías que hacerlo, cariño. Sé defenderme yo sola, pero no deberías hacerme responsable de tus fechorías. Un putón como tú necesita autocontrol, así que ten cuidado con esas garritas en el campo de fútbol—digo, su cuerpo para pero no se vuelve para mirarme.

Pongo los ojos en blanco y camino de nuevo hacia la salida del instituto.

Ahora ninguno de ellos podrá negarme que es un hombre lobo. El caso es que uno de ellos tiene que averiguar cuál de los dos alfas le ha mordido y, por tanto, a qué manada pertenece.

Sea cual sea, cada vez somos más y no creo que esta noticia le guste mucho a Dereck.

A Ian, por el contrario, no creo que le disguste saber esto. Lucas y él siempre se han llevado bastante bien.

Ahora que mi mente está en paz, recapacito. Quizás no debería haber actuado de esa forma. Por mucho que una persona así de retorcida se lo mereciera, nunca es la solución, nunca es bueno mancharse las manos de sangre.

A lo mejor lo sobrenatural me hace más agresiva. Lo sobrenatural ofrece un poder gigantesco a personas que antes eran insignificantes, y eso es lo que nos hace malvadas.

No puedo volver a hacerlo, no puedo volver a dañar a alguien sabiendo que toda esta furia y fuerza debo descargarla contra dos alfas para salvar mi propia vida y no herir la de otros.     

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora