Capítulo 12.

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Blake Sharman

—¿Qué es lo que más miedo te da en esta vida?—pregunto, curiosa.

Alguien tan frío como él parece no tener miedo a nada ni a nadie. Ni siquiera a pasar la noche en un bosque plagado de bestias aún desconocidas, por lo que puedo observar.

Caminamos en dirección a mi casa. Mi madre se encuentra en su despacho, corrigiendo exámenes. Ella es profesora de mitología. Sí, sé que suena raro, pero es una nueva asignatura por la que han optado este año, y va incluida en filosofía. Está siendo una asignatura muy demandada, aunque yo jamás la he cursado.

Papá, sin embargo, está en paro. Estos días, por lo visto, el ayuntamiento está pensando en crear nuevos puestos de trabajo para explorar y mantener segura la ciudad del bosque.

Yo no quiero que acepte un trabajo así, pero sé que nuestra familia lo necesita y él no renunciará a una oportunidad así.

Tengo la suficiente confianza en él como para asegurarme de que no le ocurrirá nada, a pesar de su avanzada edad.

—No lo sé, Blake. ¿Qué preguntas son esas?—reímos, observando cómo el sol comienza a salir—. Supongo que no le tengo miedo a nada—responde, seguro de sí mismo, y alzo la vista arqueando una ceja.

—Todos le tenemos miedo a algo. Quizás tú aún no hayas descubierto a qué—apunto, reflexiva, y este parece que comienza a reflexionar también.

—Puede que le tenga miedo a la soledad—apunta, y me quedo perpleja. Al preguntarle algo así nunca tuve la expectativa de recibir esta respuesta—. ¿Tú le tienes miedo a algo?—se interesa y me toco la barbilla, pensativa.

—Le tengo miedo a demasiadas cosas—me río, y él también lo hace—. Tengo miedo a la muerte, y a que alguien más me haga daño—mis ojos se mantienen fijos en un punto y mi corazón se acelera cuando formulo la respuesta.

Ya no hay risas.

—Nadie tiene por qué dañarte si no quieres, Blake—impone, y su mano se posa sobre la mía.

—A veces me gustaría saber cómo defenderme de todo lo que ocurre a mi alrededor—reflexiono, sabiendo que le estoy abriendo una puerta muy íntima, quizás demasiado.

Suspira. Parece que hablar de esto le inquieta.

—Nadie sabe cómo hacerlo, pero sí a distinguir entre lo que es bueno y de lo que debes alejarte—propone, mira al frente y nos paramos en un parque cercano a mi casa y al bosque.

Aún no quiero ir a casa. He madrugado para ver si seguía bien y aquí está. No podría mantenerme en pie si supiera que algo lo hubiera atacado anoche, como a Jason. El pobre aún sigue en el limbo.

—¿Debería defenderme de ti?—impongo, bromista, alzando mi ceja derecha.

Ni siquiera sé por qué lo he hecho, pero sí que siento curiosidad por saber qué responde.

—¿Debería responderte sinceramente?—esquiva mi pregunta, tomando asiento en un banco.

El frescor de la mañana me golpea, tiemblo y me cubro con mis propios brazos.

—Sería lo más lógico—sonrío, sentándome junto a él.

Antes de decir nada, se quita su chaqueta de cuero y la pone sobre mis hombros. Está caliente. Aún siento la energía de su cuerpo acumulada en ella. 

—No tenías por qué, ahora te enfriarás tú—replico, mirando sus brazos desnudos.

Me quedo impresionada al ver lo fuerte que está en realidad. Sus bíceps son de grandes dimensiones y alguna que otra vena se deja ver sobresaliendo justo por debajo de la piel.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora