I

40 5 2
                                    


El aire comienza a entrar por mis fosas nasales. Despacio, muy muy despacio. Casi una imperceptible brisa accede a mi cuerpo y llena poco a poco mis pulmones. Tardan en hacerlo, pero finalmente mi pecho se infla.

Mis dedos tiemblan, comienzan a moverse, también lentamente. Crujen.

Cuando parece que comienzo a tomar de nuevo el control, levanto mis antebrazos y paso suavemente mis manos por mi cuerpo. Sacudo el polvo que se acumula sobre mí, y mis ojos se abren de par en par.

La oscuridad me impide ver, aunque podría distinguir éste lugar allá donde lo pongan.

Mi espalda se levanta por sí sola.

Cuando quiero volver a darle vueltas a mi alborotada cabeza, estoy en pie.

Tengo sed, mucha sed. No sé cuánto tiempo llevo aquí, tampoco dónde está Dereck.

Flexiono una rodilla y ésta cruje. Lo mismo ocurre con la otra. Así, consigo avanzar lentamente hasta la salida de la cueva. Hoy hay luna llena, me encanta.

Al llegar a la salida, olfateo con esmero, intentando captar un olor fugaz que ha atravesado mis sentidos.

A continuación, enciendo mis ojos y observo con detenimiento. Al parecer alguien me ha traído hasta aquí. Seguro que los Snow continúan buscándome, seguro que algún aliado me ha traído hasta aquí y ha rociado por toda la entrada jugo de flor de luna. Sí, eso es, así ningún hombre lobo podría matarme. Aquí he estado a salvo toda la noche, pero ya está a punto de acabar, y debo irme.

Debo escapar, encontrar a Dereck y así poder irnos de aquí, de éste infernal bosque.

He descansado toda la noche, lo suficiente como para sentirme fuerte y poderosa de nuevo. Podré atravesar el techo de la cueva y llegar al exterior desde sus entrañas.

Camino de nuevo hacia adentro, me estiro tanto como puedo, somnolienta, y tanteo la estructura del lugar.

Ya he estado aquí antes, así que sé con certeza que todo saldrá bien.

Me despojo de mi ropa, sucia, estropeada y rota, y la dejo tras la roca en la que me encontraba, quedándome en ropa interior. Una vez fuera conseguiré algo mejor que llevar, quizás si me quedo con esas prendas llame mucho más la atención con ese terrible olor que desprende que yendo desnuda.

Flexiono las rodillas, me agacho y respiro hondo. De un salto llego al rocoso techo y consigo resquebrajarlo, además de hacer caer varios pedruscos, los cuales aparto con facilidad de mí.

Vuelvo a repetir la acción, ésta vez con más energía, y consigo romper aún más. Observo mis nudillos antes de proseguir. Maldigo entre dientes bajo mi respiración agitada al observar mis nudillos ensangrentados y las heridas ocasionadas por las colisiones de las que he sido partícipe en mi acto de rebeldía aquí.

Intento relajarme y pensar que todo habrá acabado, que habrán conseguido ganar la guerra y que ya nadie me busca. Seguro que en unas horas todo se ha solucionado.

Me armo de valor y vuelvo a por la última ronda. Ésta vez consigo llegar al exterior de forma directa.

Suspiro, haciendo que mi respiración se calme y esperando que el ruido no haya asustado o alarmado a nadie.

Tras esto, paso la mirada sobre el paisaje que me rodea. Frunzo el ceño, extrañada, al ver que el bosque ha cambiado ligeramente. La vegetación ha crecido, y parece que no haya pasado nadie por aquí en años.

—¿Qué cojones...?—musito, avanzando poco a poco.

Conforme lo hago, llego a un lugar donde los rayos de la luna llena me llegan con más claridad. Observo mis nudillos, mis brazos, incluso siento que ocurre algo más en mi cuello.

Lo que amansa las bestias (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora