CAPÍTULO 28 - MENSAJES

182 23 7
                                    

—Su amiga ha tenido un ataque de ansiedad. Tenga siempre a mano una bolsa de papel por si le vuelve a pasar. Aún así, no dude en llamarme.

—Muchas gracias, Doctor. Así lo haré.

Por encima de la bolsa de papel en la que estoy respirando, veo como Sara se despide del médico que me ha atendido. En cuanto éste se va, ella se sienta junto a mí y me acaricia la espalda mientras me observa preocupada.

Me cuesta un poco recuperar el ritmo normal de la respiración. Al final lo consigo y, tras quitarme la bolsa de la cara, inhalo una gran bocanada de aire fresco. Lo necesitaba.

—Muchas gracias, Sara. Si no es por ti...

—No me las des. Cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo. Pero dime, ¿qué ha sucedido para que te pongas así?

Un escalofrío recorre mi espalda. Cierro los ojos y me concentro en la respiración. No quiero que me vuelva a pasar.

—En mi móvil —logro decir —. Hay mensajes de un número desconocido.

Sara me mira intrigada y se levanta a recoger el teléfono del suelo. Mira los mensajes y veo como, poco a poco, su cara se transforma hasta palidecer.

—¿Pero quién te ha mandado esto?

—No lo sé. ¿Cómo puede alguien odiarme tanto? ¿Tan mala soy?

Sara se acerca a mí y me abraza.

—No pienses eso. Tú no eres mala. Al contrario. Yo creo que quien te ha escrito eso te tiene envidia.

Se me escapa una risilla.

—Gracias, Sara, pero creo que esto significa algo más. ¿Y si son de Dustin? O peor, de Viktor.

Noto como Sara se tensa al escuchar ese nombre. Si sólo su nombre provoca esa reacción, ¿cómo será tenerlo delante? Cada vez tengo menos ganas de conocerlo.

—Tienes razón. Llamaré a Sebastián. Si este número es de algún alumno, él lo sabrá.

Asiento mientras Sara se va a llamar. Sé que no debería pero cojo el móvil y comienzo a leer los mensajes.

Te vigilo.

Por mucho que lo intentes, no escaparás de mí.

Disfruta de lo poco que te queda.

Pronto llegará tu fin.

Y no sabes cómo lo voy a disfrutar.

No tienes nada que hacer contra mí.

Tarde o temprano caerás.

Estás muerta.

Esas palabras resuenan en mi cabeza. «Estás muerta».

Sara me quita el teléfono de las manos visiblemente preocupada.

—¿Pero qué haces? ¿Estás loca? ¿Es que quieres que te de otro ataque?

—Tranquila, Sara. Estoy bien. Dime, ¿qué te ha dicho Sebastián?

—Pasará a buscarnos en media hora para ir a la Universidad. Quiere revisar los archivos.

—¿Cómo que pasará a buscarnos? Si está aquí al lado.

Sara me mira con preocupación y coloca sus manos en mis hombros.

—¿Todavía no lo sientes?

La miro como si estuviera loca.

—¿A qué te refieres?

DC I: DESTINOS CRUZADOS √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora