DC I: DESTINOS CRUZADOS √

CAPÍTULO 27 - ESCONDIÉNDOSE

—¿En qué piensas, cosita?

Dejo de mirar por la ventanilla y me vuelvo hacia Drogo, quien me observa con gran preocupación. Sonrío para tranquilizarle.

—En nada en particular.

Él me devuelve una sonrisa no muy convencido y vuelve su vista a la carretera. Yo miro de nuevo por la ventanilla. Mi cabeza ahora mismo es un caos. Tengo mucho en que pensar.

De pronto, el coche se detiene. Me giro y me encuentro una triste mirada en esos hermosos ojos avellana. Se me hace un nudo en la garganta.

Él coge mi mano y la acaricia con delicadeza.

—Por favor, cosita, confía en mí. No me gusta verte así. Lo que sea, lo resolveremos juntos.

Agacho la cabeza avergonzada. Tiene razón. Debería confiar en él para resolver mis dudas.

Pongo mi otra mano sobre las suyas y le miro a los ojos.

—La verdad es que me siento un poco agobiada. Hace una semana era una chica normal y ahora, ¿qué es lo que soy? ¿Una bruja perseguida por demonios y vampiros?

Él sonríe dulcemente y me acaricia la mejilla.

—Te equivocas. Los vampiros te protegemos.

—¿Y tu padre?

Noto como Drogo se pone tenso.

—Si ignora tu existencia, no te perseguirá. Tranquila, yo me ocuparé de todo.

Drogo me mira con tanto amor que no puedo evitar sonreír. Aún así, hay algo más que me preocupa.

—Drogo, ¿está todo bien entre nosotros?

Él me mira como si hubiera dicho la mayor tontería del mundo. Yo agacho la cabeza avergonzada.

—¡Por supuesto que sí! ¿Por qué dices eso?

—Es que... parece que el destino esté en nuestra contra. Cada vez que vamos a tener un momento de intimidad, algo lo interrumpe y eso me da miedo. Drogo, yo quiero estar contigo, quiero hacer el amor contigo, pero me da la impresión de que eso nunca va a suceder.

Él me observa serio y, tras soltar un enorme suspiro, se echa hacia atrás en el asiento mientras se pasa una mano por el pelo.

—No culpes al destino, cosita. El único culpable de esto soy yo.

Lo miro alucinada.

—¿Pero por qué dices eso?

Él continúa recostado mientras mira hacia el horizonte.

—Porque es verdad. Si, como tú dices, hubiera querido echarte uno rápido, ¿no crees que ya lo habríamos hecho? Si no ha sido así es porque, para mí, lo primero eres tú y hasta que no estés a salvo de esos demonios, mi primera preocupación será que estés preparada y con energía para enfrentarte a ellos. Es por eso que tengo que disculparme por lo de anoche. Me dejé llevar y casi agradecí la interrupción.

¿En serio ha dicho eso? ¿Me toma el pelo?

—Drogo, ¿te estás escuchando?

Se vuelve hacia mí y, cogiendo mi cara entre sus manos, junta su frente con la mía.

—Sé que te puede resultar difícil de creer pero es así. ¿Sabes cuánto me cuesta contenerme contigo? Ni siquiera tienes que estar presente. Simplemente con tu olor, yo...

Una lágrima resbala por su mejilla. Se la limpio con mi dedo y él me sonríe.

—¿Realmente es necesario?