CAPÍTULO 35 - DESESPERACIÓN

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Por una vez, narra Drogo

Con una gran sonrisa, me dirijo a la cabaña. Estoy deseando volver a tener a mi cosita entre mis brazos. Sé que nuestra relación es muy complicada y que nos esperan grandes peligros. Aún así, no pienso renunciar a ella. Ella lo es todo para mí. Es lo que me da fuerzas para aguantar mi existencia, lo que me devuelve la alegría de vivir. Lo reconozco, gracias a ella soy feliz.

Cuando llego enciendo el fuego de la chimenea. Me dirijo al mueble y saco el whisky y una bolsa de patatas fritas. Sé que le encantan aunque todavía no entiendo cómo puede comer tantas. ¿Dónde las mete? Seguramente en esas curvas tan sexys que tiene. Y esa barriguita... La verdad es que me vuelve loco. No entiendo a esas mujeres obsesionadas con la delgadez. No me gustan. No hay donde tocar. En cambio mi cosita... Ella tiene de todo. El cuerpo más hermoso que he visto en mi vida. ¡Y he visto muchos! Pero no es sólo su cuerpo, todo en ella es hermoso. Su cara, su sonrisa, su forma de ser... ¡Hasta su torpeza me encanta! Después de estar con ella no quiero tocar a ninguna otra mujer. Ella es mía y yo soy suyo. Totalmente suyo.

Me sirvo un whisky y me siento a esperar.

Vaya. Está tardando mucho. ¿Habrá tenido algún problema? Prefiero no preocuparme. Seguramente la Osborne la habrá entretenido con alguna tontería. Sí. Será eso.

Esto ya es demasiado. Hace una hora que debería estar aquí. No quiero preocuparme pero... ¿Y si se ha perdido en el bosque? Conociéndola, no me extrañaría. Sí, será eso.

Debería salir a buscarla pero ¿y si llega y no estoy? Lo más seguro es que se preocupe. Piensa, Drogo, piensa...

Ya está. La llamaré por teléfono. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Parezco idiota.

A ver, veamos... ¡Aquí está! Cosita.

Vamos, cosita, cógelo, cógelo... Nada. Volveré a intentarlo... ¿No da señal? Esto ya me preocupa. Aquí pasa algo raro y voy a averiguar qué es.

Me dirijo a la puerta decidido a buscarla y, al abrirla, me encuentro con quien menos me esperaba.

Volvemos con Cris

Me despierto con un fuerte dolor de cabeza. Lo último que recuerdo son las estanterías cayendo. Después, nada.

Miro a mi alrededor para intentar averiguar donde estoy. La poca luz que entra por las ventanas me indica que estoy en una especie de nave industrial abandonada. Frente a mí, se ve una puerta. Me levanto para correr hacia ella pero algo me frena y caigo de narices al suelo. Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy encadenada por el tobillo.

Toco mi nariz para comprobar que está bien. Por suerte, no se ha roto nada y no sangra pero el golpe duele. Y mucho.

—Vaya. Por fin has recibido tu propia medicina. Lástima que no se ha roto. ¿Duele, verdad?

Me vuelvo hacia esa irritante voz que tanto me desagrada. Frente a mí tengo a Samantha mirándome con su cara de satisfacción mal disimulada. Procuro mantener la calma. Esa zorra no tiene nada que hacer contra mí.

Tranquilamente, me siento con las piernas cruzadas y la miro divertida.

—¿Ésta es tu venganza? ¿Atarme del tobillo para que me parta las narices? Demasiado trabajo para tan poca cosa como tú.

Ella me mira furiosa.

—CÁLLATE. LA ÚNICA POCA COSA AQUÍ ERES TÚ.

—¿Ah, sí? Y por eso me llaman la matasamanthas, ¿no?

Lo siento. Ya sé que no es el momento pero me encanta cabrear a Samantha.

Ella apoya las manos en las caderas adoptando de nuevo ese aire suyo de superioridad.

DC I: DESTINOS CRUZADOS √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora