El chico observaba el extraño instrumento como si se hubiese encontrado con algo de un mundo completamente nuevo. El objeto en sí no parecía la gran cosa. Casi podía hacerse pasar por un cinturón metálico de no ser porque era demasiado pequeño para la cadera de cualquier especie inteligente conocida en la zona, exceptuando, claro, a las Zhanas, si es que hubiese una de ellas lo suficientemente extravagante como para usar cinturón y más aún, lo suficientemente gorda como para que este no se le cayera. Ambos casos eran prácticamente imposibles de presenciar, pues hay que considerar que ninguna de esas minúsculas y traviesas niñas aladas usa más ropa que una túnica, cuando se dignan a usar ropa, y su metabolismo impide que la obesidad sea parte de las enfermedades que padece su especie. Podría decirse entonces, que de darse el caso, sería una Zhana abandonada por sus pares y con serios problemas de salud, los cuales no le permitirían llegar a la edad adulta antes de morir enferma.
Por esa secuencia lógica, normal para cualquier buen conocedor de las pequeñas voladoras, Kaljy Narkeb descartó que fuese un simple sujetador de pantalones, lo que le llevaba de vuelta a su cuestionamiento inicial: ¿qué es y para qué sirve?
Jamás en su corta vida había visto tan raro aparato. Una suerte de cadenas con una unión de lata, iniciando estas de un cilindro de ínfima altura con una de sus caras hecha de cristal transparente, el cual estaba trizado. A través de él se lograban observar tres agujas, dos gruesas y una delgada, apuntando en distintas direcciones con un punto de origen en común, ubicado en el centro del círculo, y unos símbolos que no pertenecían al idioma común del mundo.
Buscando el mecanismo del objeto, el chico se encontró con una pequeña perilla a un costado, pegada al cilindro. Al girarla se percató de que una de las agujas gruesas, la más larga, comenzaba a moverse en torno a su origen. Y para mayor asombro, al continuar el movimiento de esta, la gruesa pequeña comenzaba a girar también, a un ritmo menor sin embargo.
Kaljy giró la perilla durante bastante tiempo, en parte por la fascinación que le causaba y además porque quería observar el giro de la aguja delgada, cosa que no ocurrió. Este hecho llamó la atención del chico más que cualquier otro aspecto del aparato. Al principio pensó que la perilla era el modo de hacer funcionar ese trasto, pero si la aguja delgada no se disponía a girar con el resto, significaba que existía otro mecanismo, uno imperceptible a sus ojos con pupilas en forma de cruz, el cual tendría ese objetivo. O simplemente estaba roto, lo cual no sería interesante, por lo que se decantó hacia su primera idea.
Finalmente, decidió salir del lugar en donde estaba: unas misteriosas ruinas, encontradas dentro de lo más profundo de una cueva que estaba oculta en el bosque cercano a una ciudad. Un perfecto lugar turístico, si él no fuese el único conocedor de su existencia. Recordó el cómo cuando exploraba la zona, se encontró con la cueva y una vez dentro, se tropezó con un enorme cristal mágico que le bloqueaba el paso. Haciendo uso de lo que tenía disponible en su inventario, el chico había lanzado un par de piedras explosivas, generando una explosión y rompiendo el obstáculo. El aire entró violentamente hacia el camino abierto, generado por el vacío que había al otro lado del cristal, y arrastró al niño hasta el centro de un montón de edificios cuya arquitectura jamás había visto. Había quedado fascinado por las ruinas que se mantenían en el tiempo debido a la protección del cristal mágico, como si todo el sector estuviese siendo guardado por la magia desde tiempos inmemoriales.
Kaljy salió de sus pensamientos una vez divisó la salida de la caverna en la que estaba. Ahora debería buscar a un experto en antigüedades. Alguien que pudiese resolver el misterio de la aguja delgada y de ser posible, el misterio de a quiénes perteneció. ¿Pero cómo confiarle un objeto de aparente valor histórico a cualquiera? Era bien sabido que la mayoría de los expertos también eran vendedores de aquellos objetos, por lo que le sería difícil el mostrarle algo de potencial valor a aquellos que han sido corrompidos por la avaricia.
Reflexionando sobre sus posibles rutas, observó que obscurecía.
Pronto caería la noche y los monstruos que la habitaban caminarían libres por el bosque en donde se encontraba. Kaljy era un simple Sofry, su especie estaba dentro de las más débiles en cuanto a magia y a fuerza bruta. Si bien su piel morena y su sigilo natural podrían ayudarle a pasar desapercibido en la sombra, no podía arriesgarse.
El chico apresuró el paso, entró a la ciudad cruzando los muros sin que los guardias le vieran y buscó una posada. Por suerte llevaba dinero consigo, y mejor aún: un Sofry en una ciudad comercial del reino de Lugarta no era nada extraño, por lo que podía actuar con naturalidad a pesar de ser un inmigrante ilegal en el territorio.
Entró al primer edificio con el cartel indicativo que encontró. Había unos cuantos hombres Kaevalery bebiendo y comiendo sobre una gran mesa cerca de la hoguera central. Eran servidos por una hembra, la cual intentaba coquetear sin éxito con el líder del grupo para obtener una propina extra por «servicios especiales». Kaljy, a pesar de ser un niño, conocía el «rito» adulto de traer una nueva vida. Pero no esperaba ver la «danza de la seducción» Kaevalery a tan corta edad.
Ignorando la vergonzosa escena de los orejas largas, pidió una cama al posadero, un hombre poco agraciado, con una contextura la cual le hacía ver como si hubiese entrenado duramente, y después se hubiese comido a un perseferante entero. Los músculos existían en su figura, pero entre ese tejido, el cual era difícil de distinguir si era piel, grasa o un trozo de cuero, era complejo emitir un juicio exacto. De haber un músculo tonificado, sería un músculo muy peculiar.
El posadero le miró con un rostro de desconfianza. Aspecto que cambió drásticamente cuando el chico le mostró la bolsa de monedas que llevaba.
—Habitación once —dijo, indicando con el pulgar de su mano derecha que tendría que subir las escaleras mientras contaba las monedas una tercera vez, nunca se puede ser lo suficientemente precavido. Al momento en que terminó su conteo, le entregó la llave.
Era una gran posada la que había elegido, rara vez uno se encuentra con un edificio de tres pisos sin que este sea la mansión de algún noble.
Kaljy buscó su habitación en el corredor de la segunda planta. Abrió la puerta y observó su cama.
El chico pudo notar que estaba sonriendo. Después de pasar semanas durmiendo en el duro suelo de los sótanos, era algo normal el sonreír al ver una cómoda cama al fin.
Esa noche durmió como nunca antes, sujetando fuertemente su descubrimiento con ambas manos. Mientras soñaba, un pensamiento inocente recorrió su mente: su hallazgo cambiaría la historia del mundo.
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N/A (16/02/2019): Algunas correcciones de palabras, tiempos verbales y puntuaciones añadidas~
N/A (19/02/2019): Agregado el mapita de la historia.
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Exhekar Tales II: El Tesoro Ancestral & La Bruja Glotona
FantasyUn artefacto más antiguo que la historia del mundo. Un grupo de personas curiosas que desean saber sus orígenes. Una bruja que devora todo a su paso. Esta historia habla del viaje de unos aventureros que desentierran los secretos del mundo en el que...