Capítulo 5: [La tierra de los Miguvalery] (4)

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Parte 4


Casi no podría decirse que fuese la misma y animada ciudad de antes. La oscuridad haciéndose presente, los transeúntes inexistentes y un gran silencio, que permite que uno escuche incluso sus propios latidos del corazón, son el ambiente de Namla en esos instantes.

Kaljy mira desde un balcón común del edificio las motas luminosas que vuelan sobre las casas a lo lejos. Una fresca brisa acaricia su rostro, lo que le hace preguntarse su procedencia, ya que el grupo se encuentra dentro de una gran cueva bajo la tierra.

Una persona camina en el mismo lugar, escuchándose sus pasos ligeros. El pequeño desvía su mirada para observar a quien le acompaña en la «noche».

— ¿No puedes dormir? —pregunta, con una sonrisa, a la niña que se muestra frente a él. Kinna aparece con sus ropas usuales en vez de las usadas para el baile, cosa que el pequeño se lamenta, pues se veía muy bonita en ellas.

La chiquilla responde con un movimiento de cabeza a su pregunta y se coloca a su lado.

Ambos Sofry se dedican a explorar la ciudad con la mirada, quizás pensando en los nuevos lugares que visitarán al día siguiente.

— ¿Cómo estás ahora? —pregunta, repentinamente, el chico otra vez. La llamada calamidad andante se sobresalta ante la interrogación.

—Mejor —responde la chiquilla, bajando la cabeza, sin decir nada más.

«Tendré que agradecer a Tina por esto», piensa el pequeño. Su compañera había estado muy desanimada últimamente. Probablemente la Talavalery lo notó y decidió darle un momento de diversión con el baile. El niño se pregunta sobre lo que podría regalarle como muestra de aprecio por su acción.

El chico desvía su mirada y observa a una Kinna concentrada, mirando hacia la colina que se encuentra al lado de la ciudad. Lo único que nota el chiquillo son las raíces enredadas que trepan por los muros de roca de la gran cueva. La expresión seria de su compañera le da cierto coraje para hablar de un asunto que estaba rondando su cabeza hace un tiempo ya.

—Dime, Kinna. ¿Qué harás después de encontrar las ruinas?

La pequeña no lo había pensado hasta el momento. Se supone había sido «contratada» para proteger al grupo de posibles peligros, pero ya estaba olvidándolo. Así, también estaba olvidando que en algún momento tendrían que separarse y quizás no volverían a verse jamás en el futuro. Aquello la entristece un poco. No responde a la pregunta del chico y se limita a bajar la mirada, deprimida.

—Cuando todo este viaje termine —continúa Kaljy, apoyándose sobre la baranda del balcón y mirando hacia el «cielo» de tierra que cubre a la ciudad—, ¿vendrías conmigo a la Ciénaga de Galgot?

La chiquilla abre los ojos, sorprendida ante la oferta del pequeño, y voltea su rostro para mirar directamente al niño de su especie. El Sofry se muestra algo ruborizado y pareciera estar a punto de negar todo lo dicho por simple vergüenza.

— ¿Por qué? —pregunta la calamidad andante, con voz temblorosa.

—Ah, bueno, si no quieres, no te preocupes —responde, exasperado, el pequeño—. Sí. Supongo que no tienes motivos de ir conmigo. Aquí tienes más comida, tienes a tu amiga, el clima es mejor. La verdad hay muchas cosas en mi contra, ¿eh?

—No. —Kinna niega con la cabeza—. No es eso.

El chiquillo vuelve a mirar el rostro de la niña, su expresión denota cierta alegría, pero lágrimas se posan sobre aquellos bellos ojos de pupilas blanquecinas. Venciendo a su propia vergüenza, le habla:

Exhekar Tales II: El Tesoro Ancestral & La Bruja GlotonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora