Los cabellos enmarañados de Mariana (teñidos de un exótico color lila) son agitados por el viento que la persigue en su veloz carrera contra el aguacero, empeñado en darle alcance. Se le hace tarde para llegar a la cita más extraña de su vida, en un sitio al cual nunca pensó ser invitada, menos aún requerida con urgencia: El este de Caracas. Lugar de gente con mucho dinero, posesiones y ni pizca de sentimientos o humanidad. Está más que segura, se trata de una equivocación. Pero la curiosidad siempre ha sido su peor defecto. "Quien no arriesga, ni gana, ni pierde". Y ella necesita empezar a ganar de una vez por todas. A su corta edad, ha llegado a sospechar haber robado el tetero del niño Jesús sin darse cuenta. Es lo único que justificaría tantas penurias juntas.
— ¡Esto me parece una soberana estupidez! — alterado tras oír el testamento de su abuelo, Alejandro se levanta de su silla. —Imagino, sólo es una broma de muy mal gusto. ¿Cierto? — al no escuchar respuesta, ni encontrar un gesto delator en los rostros ajenos, se pasea intranquilo, escudriñando el semblante de los atónitos presentes, pero no halla más que sorpresa en los rostros pasmados.
—No es ninguna broma ingeniero. — declara incólume el escuálido anciano, quien por años sirviera a su excéntrico abuelo de abogado. Sin admitir interrupciones, ni dejar entrever sus emociones, se apresura en concluir aquella latosa reunión:—Es la expresa voluntad del difunto Don Adolfo Murray White que usted se haga cargo de la educación, resguardo y patrocinio de la señorita Mariana Guzmán hasta los 21 años, edad exigida para acceder a su herencia. — con fastidio, ignora el mal humor de su cliente. Total, si no le agradan los términos, mejor para él. — La cual ambos recibirán únicamente, después de haber cumplido todos los requisitos propuestos en el presente testamento.
Sin prisa, se vuelve hacia donde se encuentra arrellanada, con una sarcástica sonrisa en el muy maquillado rostro, la supuesta "señorita". Su diminuta minifalda de semi cuero roja apenas la cubre: sin dejar nada a la imaginación. Usa chaqueta del mismo material, en negro y botas hasta los muslos, mostrando sus piernas morenas hermosamente torneadas. Incluso entró bastante tarde a la lectura del testamento, para hacer más notoria su presencia, sentándose al fondo del bufete, sin siquiera saludar por cortesía. A su abuelo le encantaba sorprenderlo. Era absurdo pensar que dejaría pasar tan memorable ocasión para burlarse desde el más allá de su detestable familia.
"Yo no necesito soportar este beta" —piensa Mariana irritada. Se siente como cucaracha en baile de gallinas. La enfurece ser observada por todos con abierta repugnancia. Decidida se levanta y camina hacia la salida, ignorando su desdén:
— Me saben a mierda sus peos familiares. −escupe entre dientes, casi alcanzando la puerta. —No me anoto en esta vaina.
Antes de lograr abandonar la estancia, Alejandro se interpone en su camino:
—Desafortunadamente, ya alguien lo hizo, sin tu consentimiento.− no le permitirá huir sin llegar a un consenso.
¿Qué se cree el muñequito de torta aquel? ¿Qué un piazo de papel puede obligala?
—¡Paso y gano! — se burla Mariana, tratando de esquivarlo, pero él no le permite pasar, provocando que empiece a perder su poca paciencia:— ¡Bórralo! Si quieres compartí la plata, bien. Si no – clava sus negrísimos ojos en los celestes de él. –Te la metes por el cu...
Antes de terminar la frase, Alejandro se apresura a frenar su procaz lenguaje:— ¿Puedes dejar de proferir insultos?
— ¡No me da la gana! — lo enfrenta decidida, sin dejarse amilanar por su estatura, dispuesta a embestirlo, si se empeña en meterse en su camino.
—Necesitamos hablar. —insiste, tratando de suavizar la tensión del momento.
— ¡Yo no necesito ná'! – Grita Mariana, harta, señalándolo con ambos índices y gesto amenazante, antes de agregar: —No me hago mente con el billete: Se tiene o no se tiene.
Obviando su actitud, él intenta convencerla. Debe hacerlo para cobrar su propia herencia:— Según el testamento estás en todo el derecho de poseerlo.
—Si me dejo someté y a Marucha no la somete nadien. ─arde en deseos de partirle la boca para callarlo de una vez.
Alejandro se aparta un poco para resguardar su propia integridad, mientras simula darle la razón, introduce las manos en los bolsillos de su pantalón. Sin embargo, la mira con intensidad antes de agregar:—Pero sería muy bueno dejar de rodar por las calles de Caracas. ¿No te parece? — entrecerrando los ojos, estudia su reacción.
"¿Qué come que adivina el sifrinito aquel? Dejá de rodá...No luchá cada día por la papa. Viví sin jodese tanto"... ¿Será posible? No. Ya no es una chamita pa' cree en pendejadas. Resuelta sacude la cabeza para detener el tren de sus pensamientos antes que se desboque. Como acosada por mil demonios internos, lo empuja con todas sus fuerzas, huyendo del lugar: — ¡Olvídalo!
Tarde se percata de su error al pensar que Mariana regresaría por voluntad propia al bufete. Fue inútil siquiera intentar seguirla. Tanto entrenamiento físico para al final, reconocer cuando una mujer en tacones, medio desnuda, es capaz de ganarte una carrera, perdiéndose entre la multitud.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...