Si sobrevive a su locura, no se le ocurrirá jamás volver a meter el carro por aquel laberinto de... ¿Casas? Parecen más desechos reciclados, montones de escombros o desperdicios de un huracán que viviendas familiares. Nunca se creyó capaz de arriesgar la vida por el cochino dinero. ¿Avaricia o insensatez? No considera lógico dejar escapar de sus manos la fortuna que por generaciones ha pertenecido a los Murray, negándose a cumplir el último capricho de su abuelo. Además, le servirá para llevar a cabo sus proyectos.
A pesar de ser pleno medio día, el lugar resulta amenazante: cual noche sin luna. Los angostos callejones llenos de basura terminan en larguísimas escaleras, donde los ranchos casi se recuestan unos de otros para evitar desplomarse. Un olor nauseabundo, mezcla de ácido y putrefacción inunda el ambiente. Los niños pululan sin camisa y descalzos. Las mujeres conversan a gritos por doquier. Debió pagarle a alguien para buscar a la tal Marucha; esperó varios días antes de decidirse, pero al ella no dar señales de vida, no tuvo otra opción.
—Disculpa, — Se dirige a un niño que juega, agachado en la calle como si se tratase del patio de su casa. – ¿Sabes dónde vive Marucha?
— ¡Es mi madrina! — afirma orgulloso. —Pero tá chambiando — responde sin quitar la vista del trompo.
— ¿Dónde? — se le hace difícil entender su lenguaje.
—En la plaza Bolívar, pero mejor pírese porque... — sale disparado sin terminar la frase, perdiéndose asustado por un callejón.
— ¡Bingo! — ríe un hombre de mugroso aspecto, mostrando los incisivos cariados. Ha aprovechado la distracción del extranjero para acercarse, amenazándolo con un revolver. Da la impresión de llevar días sin cambiarse la harapienta ropa. El rostro lo surca una cicatriz desde el labio superior hasta la oreja. La descuidada barba en lugar de ocultarla, la resalta. Satisfecho, coloca el revólver en su sien, exclamando ufano: — ¡Salió mi número!
Alejandro se niega a creer su pésima suerte. Sólo aquello le faltaba: ¡Perder el auto por imbécil!
—Bájate sin pataleos o te quiebro. — se envalentona ante su aparente vacilación.
—No hay problema –obedece aprisa, mostrando las manos en actitud conciliadora.
—Llévate cuanto quieras.
—Además de sifrino, gallina — se burla el malechor, intentando quitarle el reloj pulsera, movimiento aprovechado por él para torcer el débil brazo, desarmándolo sin darle tiempo a reaccionar, antes de tirarlo al suelo.
— ¡Bravo! — Aplaude Mariana quien espiaba, esperando verlo salir humillado, atracado y sin auto. —Te mueves muy rápido pa' se de plástico.
— ¿Tabas viendo y no hiciste ná' por ayudame? — recrimina el maleante.
—Ojo por ojo "pana" — responde, antes de exigir: —Déjalo ir ya.
— ¿Por qué? – no comprende su actitud.
—Es mi tío — Miente avergonzada. Luego de fallecer el padre de Mariana, su madrasta se había enredado con muchos (demasiados) tipos de lo peor. — Además es a mí a quien buscas ¿No?
— Lo voy a llevar a la comisaría más cercana. — Insiste en someterlo.
— Y su compinche Pedro lo suelta. — Ironiza burlona — ¡Aterriza! No eres Superman y aquí siempre ganan los malos.
−No me importa, lo llevo a mi jurisdicción por intento de robo.
—Y no me ves el pelo nunca ¿Vale? — Advierte: no quiere más líos de los que ya tiene con Irene.
— ¡Vale! — de una patada lo hace rodar.
−Ya cumplí mi parte. –veloz la sujeta por un brazo para evitar su huida, metiendola al auto. –Ahora te toca a ti. –arranca veloz, prefiere alejarse lo antes posible de allí.
−Eres más gallito de lo que aparentas –se acomoda en el asiento – ¿Dónde aprendiste a defendete así?
−Practico artes marciales para relajarme.
−Yo prefiero una buena co...
−¡Mariana! – interrumpe, suponiendo lo peor.
−¡Comía! –ríe a sus anchas, ridiculizándolo. –Tengo hambre, mal pensao.
−Podemos ponernos de acuerdo mientras almorzamos. –sugiere más tranquilo, al tomar la avenida.
−¡Tas pelao! –lo desengaña –Con par de perros me basta, –aclara veloz. –No voy contigo ni a la esquina.
−Dijiste que si lo soltaba...
−¡Mentí! –confiesa mordaz –Es marío de mi madrastra, si lo encarcelan, tendría que caláme sus insultos por no ayudalo.
−Si vienes a vivir conmigo, no volverás a verlo. –trata de persuadirla.
−¡Y te creí! – refuta furiosa, la ofenden sus mentiras. –Toy muy creci'ita pa' seguí soñando con promesas electorales.
−No tengo razón para engañarte. –se defiende con la vista fija en la vía.
−¿Qué ganas tú con esto? –lo detalla antes de adivinar – ¡Billete! –corrobora su teoría –Sólo por eso me aguantas.
−Es cierto, –admite sin disimulos. –Pero también es tu oportunidad de cambiar de vida para siempre.
"Cambiar de vida". ¿Será cierto? –Aunque la mona se vista de seda...
−Eres una atractiva mona –se fija en los grandes ojos, tan oscuros que semejan dos abismos inescrutables, la generosa boca. Sin embargo nota que ha pasado hambre: Su piel luce reseca, el cabello sin brillo quizá debido al uso de tintes de mala calidad. se marcan los huesos de la clavícula. Necesita con urgencia una dieta balanceada con proteínas y mucho verde para tratar de devolver la lozanía propia de su edad.
−Tengo un ahijado – interrumpe molesta, considerando hipócrita el halago. –Su mamá murió pariendo y me lo encargó, −aclara tajante. –Es lo único lindo en mi vida.
−¿Y? –no vincula una cosa con otra.
−Si me voy contigo, –guarda silencio antes de agregar, –Será solamente si me aceptas con él.
−No hay problema, –está dispuesto a todo para afrontar aquel asunto ese mismo día.
−¡Hecho! – señala hacia atrás. –Devuélvete a buscálo.
−Primero debemos hablar, –una cosa es aceptar a su hijo y otra muy distinta dejarse manipular por ella.
−¡Regresa o no hay trato! –se mueve inquieta en el asiento.
−¿Siempre eres tan impositiva? –disminuye la velocidad por precaución, la imagina capaz de cualquier locura.
−¡Peor! –insiste furiosa. – Hazlo o me tiro del carro!
−No es necesario, –frena hastiado. –Bájate a buscarlo, no pienso volver allí. –asegura enfático. – Menos aún en mi auto.
−¡Gallina! –se burla, acusándolo con el dedo.
−Gallina no, precavido. –espera verla bajar, pero ella sigue sin moverse. –Aclaremos nuestra situación, luego te enviaré con alguien a recogerlo, –aprovecha su indecisión, arrancando de nuevo.
− Ni creas que vas a estame mandando, – señala amenazante. –Con o sin plata, siempre hago mi voluntá
−De acuerdo, –opta por no discutir. No cree poder aguantar sus tonterías por más tiempo.
−Dormiré fuera tres veces por semana, –comienza sus exigencias. Ya tiene planeado como organizar todo y seguir en lo suyo. En lo que lleva años haciendo...
−Eso no va a poder ser. –se niega de plano –Necesito conocer tus actividades para protegerte.
−¿Entonces? ¿Llevo mi macho a tu casa? –le gusta incomodarlo.
−¡Menos aún! –sorprendido, la mira alarmado con los ojos a punto de saltar de sus orbitas.
−¿Entonces qué? ¿Me acuesto contigo? –capta enseguida su gesto de desagrado. –Ya empezamos mal, –comenta con fastidio. –Ni lavas, ni prestas la batea.
−Mariana, yo...
−¡Marucha! –corrige furiosa, mientras aprieta los dientes. –Mariana murió junto con mi viejo.
−Pues, empieza a acostumbrarte, no pienso llamarte de otra forma, –enfatiza intransigente.
−¡Jódete entonces! – baja resuelta del carro, aprovechando la luz del semáforo para correr en sentido contrario al flechado.
Suspirando, lleva el auto hacia la acera donde lo estaciona para alcanzarla luego, en unas pocas zancadas. – ¿No estarás tratando de huir de ti misma? –evita su escape, al sujetarla por el codo.
−¡No hables paja! –vuelve a desafiarlo, zafándose de su agarre con violencia. –No me conoces, no sabes nada de mí, así que no inventes.
−Como quieras, – cede para tratar de tranquilizarla. Ya varias personas los miran alarmadas, no quiere
no quiere verse involucrado en escándalos –Puedes traer tu novio a casa.
−¡Novio! –se carcajea mofándose. –¡No seas pendejo! –la satisface indignarlo. Su cara refleja mil emociones a la vez, aunque trata de disimular. ¿Es tan transparente o nada más busca impresionarla como todos? –Es sólo un mate, un peor es nada o como dicen ustedes: Un amante. Lo uso y ya, –le gusta el efecto producido por sus palabras en los claros ojos: Semejan un mar embravecido con enormes olas a punto de ahogarla.
−¿Debes ser tan grafica? –vuelve a sujetarla del brazo. –Ven, vamos a hablar, –la lleva de nuevo hasta la camioneta. – Es mejor intentar ponernos de acuerdo, – mirándola de soslayo, se incorpora al tráfico capitalino. Se esfuerza en disimular el enorme deseo de estrangularla. –¿Cuándo cumples años?
−El tres de Abril, – observa fijamente el varonil perfil, no quiere perderse aquel maremoto capaz de devastarla en cualquier momento.
Seis meses... Demasiado tiempo para aguantar a aquella malcriada. Aunque muy poco para intentar al menos, enseñarle buenos modales. Tal vez sea mucho pedir, se conformará con cambiar su estado nutritivo, mejorar el procaz lenguaje, enseñarla a vestir de manera menos vulgar . Los estudios profesionales, serán asunto de ella. Si le apetece instruirse, después de heredar tanto dinero.
−¿Estás pensando lo mismo que yo? –lo saca de sus reflexiones.
−Ni remotamente.–evade su escrutinio, concentrado en la carretera.
−Te la calarás, si quieres recibí los billetes. – adivina sus pensamientos. –Seis meses pasan volando, después... Si te he visto no me acuerdo. – cambia de tema a otro más provechoso para su estómago. – ¿Dónde comemos?
−En el Parque del Este. – obvia sus mordaces comentarios. –Es un sitio tranquilo, al aire libre, en plena naturaleza.
−Donde no te puedo rayar –hace mucho, no disfrutaba tanto mortificando a alguien. Además nunca estuvo con un hombre como él. Tal cual sacado de una revista de modas: Alto, musculoso, cabellos dorados muy claros y abundantes con reflejos miel, labios finos, delineados, nariz recta, perfilada... ¿Aristocrática? Como diría su difunto padre. Parece tener algún problema para fijar la vista, entorna los ojos al mirarla. A pesar de andar en jeans y tenis a leguas se nota la excelente calidad de la ropa (de eso sí sabe, porque a veces se gana la vida como buhonera) ¿Por qué tiene que ser tan atractivo? Así le cuesta un mundo llevarle la contraria.
−¿Rayar? –no entiende el concepto.
−Avergonzarte, –corrige a regañadientes
−¿Por qué si tienes otra manera de expresarte, utilizas ese ordinario lenguaje?
−Yo soy así. –levanta los hombros con desgano.
−No creo .–entran al estacionamiento del parque. –Es como si fingieras ser quien no eres, exagerando lo malo a propósito para molestarme.
−¿Y cuál es el dato pa' hoy? –pregunta con cinismo
−¿Dato? – lo sigue confundiendo.
−El número de lotería, loco ¿No te la das de adivino? –se despereza, al bajar. –La última vez que vine aquí fue con mi viejo. –evoca, intentando no mostrar la profunda nostalgia, ocasionada por los recuerdos. –Tenía doce y él me decía "Mi princesa".
−Si colaboras conmigo –echa a andar a su lado. –Podemos cumplir su deseo.
−¿Tengo cara de poceta? –pregunta molesta de improviso.
− ¿Perdón? ¿A qué te refieres? –cada vez la entiende menos. Su humor cambia tan rápido, como de dirección una veleta.
−¡Olvídalo! –sacude la cabeza, sin explicación –No soy ninguna idiota come cuentos.
−Te prometo poner todo mi empeño en cambiar tu aspecto, vocabulario y modales. Incluso haré lo imposible porque aprendas un oficio decente para ganarte la vida –trata de animarla. –Si mi abuelo te legó tanto dinero, seguro vio algo bueno en ti.
−O no aguantaba la conciencia, –destila su acostumbrado veneno. – Quizá era un corruptor de menores, pedófilo, traficante de niñas o sádico disfrazado –se burla abiertamente. – Pero en el último momento trató de tapá el sol con un dedo, beneficiando a una de sus víctimas "inocentes".
−¿Has analizado la razón de tu pesimismo siendo tan joven? –indaga, sin caer en sus artimañas verbales. −¿Cómo puedes usar en el contexto adecuado la palabra pedófilo y pronunciar tan mal, las más sencillas?
−¡No es tu problema! –vuelve a enojarse. –Mejor vamos al grano.
−Como quieras –cortés saca la silla, invitándola a sentarse. –Estamos obligados a vivir juntos hasta tu próximo cumpleaños, entre tanto es mi deber convertirte en una culta dama de sociedad, cuidar de ti y de la fortuna legada por mi abuelo. Sólo entonces podré tomar posesión de mi propia herencia.
−Dejáme tranquila, salí de mi vida, olvidame pa siempre, no jodeme más.
−Sí, –acepta, sin dejar de estudiar sus reacciones. –Aunque es una manera muy cruel de expresarlo.
−¿No es más fácil esperá los seis meses y ya? –sugiere esperanzada.
−Quizá, pero el abogado es insobornable, – acaba con sus ilusiones de evitarse los múltiples cambios impuestos.
−Todo el mundo se vende. –afirma convencida. –Te apuesto doble a nada que si le ofreces...
−No malgastes tu tiempo –interrumpe su exposición. –De no cumplir, será el mayor beneficiado. –aclara sin titubear. –Pues la parte que nos corresponde, pasará a sus manos.
−¡Revergación primo! – se lleva ambas manos a la cabeza exagerando su asombro.
−¿Eres maracucha? –le extraña su expresión.
−No, pero mi papá sí.
−Es curioso, el abuelo viajaba mucho para allá, –recuerda la hacienda donde acostumbraban pasar juntos sus vacaciones. –Incluso tenemos varias propiedades en Maracaibo, una de las sucursales de la ensambladora de maquinaria agrícola, hatos de ganado, cría de aves...
−De repente hasta resultamos ser familia, – no se imagina emparentada con él. Son tan distintos como el día de la noche.
Eso explicaría su locura de última hora, al heredar a una completa desconocida. ¿Es su nieta? Ahora es su turno de sacudir la cabeza para borrar los malos pensamientos inoculados por Mariana. Intentando no dejarse contagiar con su pésimo humor, llama al mesonero.
−¿Qué se te antoja? –desea complacerla, intentar hacerle baja la guardia.
−Quiero un tolete de carne bien grande. –utiliza ambas manos para indicar el tamaño. –Fresca, jugosa y suavecita. –se pasa la punta de la lengua por los labios saboreándose de gusto. –Pide suficiente como pa' llevale a Samuel.
−¿Tu novio? –pregunta después de hacer el pedido y ver alejarse al mesonero. Le extraña su demanda. No parece ser muy generosa con los hombres.
−No, mi ahijado –puntualiza molesta. –No mantengo a quien me cojo.
−¿Hablas así con el deliberado propósito de molestarme?
−¿Quieres apostá? –interroga burlona.
−No me gustan las apuestas, ni los juegos de azar – deja en claro su posición. –Prefiero siempre ir sobre seguro.
−Seguro está el cielo que no lo caga zamuro o la muerte, –insiste en importunarlo. –Lo demás son puras fantasías.
−Debe haberte sucedido algo terrible para tener una visión tan pesimista de la vida.
−Y dale con querétela da de adivino, –mira con avidez lo traído por el mesonero. Se trata de un enorme churrasco de res, acompañado de ensalada mixta con vegetales, aguacate, palmito y papas fritas. Amén de merengada de lechoza.
−Solamente me dejo guiar por las evidencias. – comienza a agotarse su paciencia con aquella insolente.
−Que siempre son engañosas. −come con apetito voraz. Usando las manos, en lugar de los cubiertos, se chupa los dedos con deleite. –Nada es lo que parece.
¿Realmente es tan grosera o exagera para hacerlo rabiar? Verla engullir los alimentos casi sin masticar, a prisa, con la boca muy abierta, le quita el hambre. Apenas prueba bocado.
−¿No quieres? –se fija ansiosa en su plato casi intacto.
−No.
−Tú te lo pierdes. – devora también su comida en un instante. −Más pá mí
−¿Desde cuándo no comías? –no sale de su asombro. ¿Dónde le cabe tantas cosas a su delgado cuerpo.
−Así, desde que mi viejo estaba vivo, –evoca melancólica, limpiándose la boca con el dorso de la mano , arruga la servilleta ofrecida por Alejandro y la pasa por los dedos llenos de grasa. –La plata no me alcanza sino pa sardinas, arroz y caraotas. –detalla sin pena. –Ayer comimos pasta con queso, por eso quería buscá a Samuel pa' aprovechanos juntos de ti.−Podemos pedir una ración para llevar. –necesita ganarse su confianza, ser amable para influir en sus decisiones. –Imagino, tampoco habrá comido desde ayer.
−Solamente por él, me voy a lanzá esta aventura, –escucha al fin Alejandro las palabras tan esperadas por él desde la lectura del testamento. –Quiero hacélo un hombre de bien que estudie, vaya a la universidá, se gradúe de lo que más le guste. –por primera vez sonríe sin malicia. –Si Dios me'sta dando una mano, es pa' ayudalo a se lo que mi viejo quería pa' mi: Un profesional que no baja la cabeza ante nadien.
−Nadie. –la corrige. –Se dice nadie sin la n al final.
−Tampoco es que me vas a tá diciendo como hablá. – amenaza con el puño cerrado. –Si por mi hijo te aguanto, no creas que eso te da derecho a jodeme. –se levanta resuelta.
−¡Espera fosforito! –sujeta su mano e impide el escape. –Debemos esperar la comida de Samuel.–la hace sentarse nuevamente. –Tienes un carácter de los mil demonios. No intento dominarte, sólo enseñarte, –se apoya en lo dicho por ella. –Si quieres ayudarlo a él, primero debes mejorar tú como persona. –continúa persuadiéndola. –La mejor manera de influenciar positivamente a alguien es dando el ejemplo.
−¡Ja, ja, ja! ¿Yo, ejemplo? –se burla otra vez.
−Sí, tú. –termina de convencerla –Trabajando en equipo, podemos obtener muchos triunfos.
−Hablas muy bonito –admite al fin sin rastro de ironía. –Tu esposa debe sentise orgullosa.
−Ahora sí podemos irnos, –ignora su último comentario, antes de entregar el paquete traído por el mesero.
− ¡Directo a la jaula de oro! –se aferra a su brazo e intenta disimular el miedo causado al enfrentar un mundo totalmente desconocido para ella.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...